Agustín Monzón y la serie sobre su abuelo: "Ojalá la historia se pueda contar de vuelta, y se pueda contar bien"
Su incipiente carrera artística y sus primeros escarceos con la prensa, seguramente le fueron suficientes para entender tres cosas. En primer lugar, Agustín Monzón ya habrá notado que siempre, o al menos hasta que se gane un lugar propio destacado, compararán su rostro con el de su abuelo. Las similitudes de las facciones y el corte de pelo son notables. En segundo lugar, que, inevitablemente, se le pedirá una reflexión sobre aquel fatídico día de febrero de 1988 en el que su abuelo mató a su pareja, Alba Alicia Muñiz Calatayud.
Agustín tiene solo 18 años, con lo cual se refiere a aquel acontecimiento con una mirada algo distanciada. Y, finalmente, ningún interlocutor evitará recordarle la trayectoria ilustre de su abuelo en el mundo del boxeo. "Yo no lo tengo ni como campeón ni como femicida, lo tengo como abuelo, es mi propia sangre", dice el nieto de Carlos Monzón a LA NACION con una claridad que da cuenta de su madurez.
Sin novia, pero "abierto a lo que surja", llega a la entrevista algo cansado, luego de viajar desde su Santa Fe natal. No se queja. Al contrario. Disfruta de esta nueva realidad construida en base al profundo deseo de convertirse en un actor reconocido. Eso implicó una reciente mudanza a Buenos Aires, alojamiento en un hostel, un trabajo como bachero en una cervecería para costearse sus gastos y tomar clases de actuación en el espacio Timbre 4 del barrio de Boedo. Cambio de statu quo intensivo y reciente. Puso un pie en Buenos Aires el pasado 6 de marzo. Aún tenía 17 años. En cinco meses, no solo modificó hábitos personales sino que, además, comenzó a saborear algunas mieles de la trascendencia: ya se emitieron, por la señal de Space, algunas escenas de la serie Monzón en la que participa interpretando a un sobrino del boxeador, y se dio el gusto de visitar el living de Susana Giménez y de sorprenderla, en vivo, con un cuestionario picante, pero sin rebusques ni dobles intenciones. Entrador. Con la seducción innata de quien conoce los vericuetos de la barriada. El pibe Monzón llegó con hambre de gloria, emulando el ímpetu de aquel boxeador que se llevó puesto a Nino Benvenuti dejando al mundo boquiabierto.
Agustín también pisó fuerte en este primer paso. Buscando su primer knock out en un medio que, a veces, se parece mucho a un ring.
Más allá del apellido
-Tu apellido tiene resonancias propias. Connotaciones fabulosas y otras sumamente funestas. En ese contexto, ¿quién es Agustín?
-Es un chico soñador que confía mucho. Es positivo y no se deja caer por la adversidad. Y no lo digo solo por el tema de mi abuelo, quien se enfrentó a la pobreza más atroz, sino también por mi mamá que sufrió cáncer de mama. Esa también fue una batalla muy fuerte, cuando yo tenía 13 años.
-¿Es cierto que Susana Giménez le regaló una peluca para contrarrestar los efectos de los tratamientos?
-Así es. Nosotros nos caracterizamos por no bajar los brazos y por seguir adelante.
-¿Cuál fue el dolor más fuerte que te tocó atravesar?
-El cáncer de mi mamá. Más allá de eso tuve una infancia y una adolescencia súper lindas, sin dolores fuertes. Además, siempre me quedo con lo bueno de cada cosa. Y de lo malo, aprendo.
Es hijo de Silvia Monzón y de "Pepón", como lo llaman todos a su padre. La pareja, que se conoció a los 13 años, tuvo cuatro hijos. Agustín es el más chico: "Somos muy unidos y nos manejamos en bloque".
-A pesar de las resonancias del apellido, los Monzón mantienen una vida discreta y siguen arraigados a su Santa Fe natal.
-Nos gusta nuestro lugar, en eso somos muy parecidos a mi abuelo. Él podía estar tomando algo con un rey en Europa y, a los dos días, comiendo un asado en la villa de Santa Fe.
-¿Cómo viviste tu llegada a Buenos Aires?
-Fue durísimo para todos. Pero era el paso que tenía que dar para que todo lo que está pasando hoy sucediese.
-¿Tu familia te apoyó?
-Mi papá no me apoyó tanto, sobre todo por tratarse de una carrera de tan difícil salida laboral, pero nunca dejé de soñar. A mí me inculcaron que nadie tiene que cortarte los sueños, siempre hay que seguir luchando. Cuando sucedió lo de la serie Monzón, con la producción de Disney detrás, me dije: "Es ésto".
-¿Cómo tomaron tu mamá y tu abuela la mudanza a Buenos Aires?
-A mi mamá le dolió porque soy muy apegado a ella. En cambio, mi abuela Pelusa siempre me apoyó.
-¿Cómo nace la vocación por la actuación?
-Sucedió desde chico, aunque siempre estuve vinculado al deporte, sobre todo al rugby.
-De rugbier a actor. ¿O el actor rugbier?
-La verdad es que no tienen mucho que ver el rugby con la actuación, pero fui un apasionado de ambas cosas. Más allá de eso, siempre supe que, si iba a vivir de algo, era de la actuación.
Para Agustín el desafío es doble. No solo debe abrirse camino en la gran ciudad desconocida por él, y en un medio de dinámica compleja como es el mundo del espectáculo, sino que también debe lidiar con ese apellido tan arraigado en el inconsciente colectivo.
-Tu apellido no pasa inadvertido. ¿No pensaste en seguir una carrera que respete mucho más tu privacidad?
-Me lo he planteado, pero muy por arriba. Antes de venirme a Buenos Aires estaba haciendo los cursillos para ingresar a Abogacía. Mi papá estaba súper contento. De hecho, no estudié para el examen y me saqué diez.
-¿Qué sucede con el peso de tu apellido? ¿Cómo atravesó tu vida cotidiana?
-Me crié súper contenido con respecto a mi apellido. Al no tener ningún tipo de ego, soy un pibe más.
-Para el medio no sos un pibe más.
-Pero para mis amigos sí, y me gusta mostrar eso. Se puede hacer una vida normal con un apellido como el mío.
-¿Qué balance hacés de tu paso por la serie Monzón?
-Mi personaje es Beto, un sobrino de Carlos. Si bien él no tiene contacto directo, apoya a la familia en una situación deportiva puntual.
-¿Existió Beto?
-No, es ficción.
Carlos es la persona que sacó adelante a mi familia. Si no fuese por él, yo hoy estaría en otro lado. Me gustaría sentir, desde adentro, lo que sintió él en su vida
-Imagino que fue una experiencia bastante atípica interpretar a un sobrino de tu propio abuelo.
-Fue muy loco, pero mucho no se me complicó. Sí se me hizo complicado interpretar a Carlos en el casting.
-¿Qué sucedió en esa audición? ¿Te explicaron por qué no fuiste seleccionado para ese papel?
-Tenía 17 años recién cumplidos y la serie arranca desde los 25 de él, así que, por un tema de perfil, no se pudo dar.
-¿Notás similitudes en los rasgos?
-Sí, me veo parecido.
-Hubiese causado mucha repercusión un Monzón interpretando a otro.
-No descarto la posibilidad porque se está hablando de una serie sobre Susana y otra sobre Monzón. Espero tener mi revancha. Estaría copado.
-¿Por qué te entusiasma la idea?
-No soy de preguntarme los por qué. Pero supongo que se debe a que es la persona que sacó adelante a mi familia. Si no fuese por él, yo hoy estaría en otro lado. Me gustaría sentir, desde adentro, lo que sintió él en su vida.
-Una suerte de acto de gratitud.
-Así es. Más allá que es mi abuelo, es una historia muy rica para contar, en todos los aspectos.
-¿Cómo evaluás la factura final de la serie?
-Hay muchas cosas que son modificables. Supongo que, una vez que termine de emitirse la serie, mi mamá hablará. En privado siempre lo conversamos. Nos preguntamos por qué, en la serie, modifican cosas de la vida de mi abuelo, si, de por sí, sin modificarle nada, es muy rica. Hasta hay cosas que le hacen perder la esencia. Ojalá se pueda contar de vuelta, y se pueda contar bien.
-¿Está disgustada la familia con la serie?
-No, disgustada no. Al contrario, está súper contenta. Pero hay cosas que les pueden molestar, cosas que solo los de la familia sabemos.
-Entiendo que tu familia autorizó la realización.
-Sí, pero luego no tuvimos ningún contacto más con la serie.
-¿No tuvieron control sobre los guiones?
-No.
-¿Qué es lo que puntualmente les molestó?
-Mi mamá me contó que cuando Amílcar Brusa lo lleva, por primera vez, al Luna Park, a hacer una especie de casting, al Luna llegaban los grosos y no un pibito de Santa Fe desconocido y en el que nadie confiaba. El chico se moría de hambre, lo llevan al Luna y era una locura. O cuando fallece Lalo, el hermano de mi abuela, se ve que mi abuelo se pone un saco y camisa. Él no tenía nada, estaba desnudo prácticamente. Mi abuela me contó que tenía un solo pantalón y que, yéndose a buscarla, saltó una reja y se le rompió. Anduvo con el pantalón roto durante semanas. O se muestra que estaban en una casa con ollas, bacha. Eso no fue así. Mis abuelos vivieron en la calle, ni siquiera era calle, era de tierra. No tenían vasos, sino dos latas de durazno. Como a la mesa le faltaba una pata, usaban de pata una pierna de él porque era largo. Hubiese estado buenísimo que se contasen esas cosas, hubiésemos tenido la mejor en contarlo. Pero la producción nunca se contactó con nosotros.
-No hay pudor en desnudar esas intimidades.
-Al contrario. Yo me crié con eso sin que sea un tabú. De hecho, hay mucha gente que vive así debido a la situación actual.
Reconstruir la historia
-Susana Giménez fue uno de los grandes amores de tu abuelo, ¿cómo fue tu encuentro con ella?
-En cuanto la vi sentí que tenía afinidad con ella. Era como que ya la conocía. Es muy copada.
-¿Pudieron presentarse y conversar antes de salir al aire?
-No. Después de la entrevista sí pude agradecerle que le haya regalado la peluca a mi mamá.
-Las preguntas con las que la sorprendiste, ¿estuvieron chequeadas por la producción del programa?
-No, no estaba armado. Me preguntaron por dónde iba a ir la cosa, pero no me consultaron sobre las preguntas. Me dijeron que confiaban en mí.
-¿Cómo la ven a Susana Giménez en tu familia? ¿Qué opinión tienen de ella?
-Re bien. Yo me crié con la familia reconciliada. Aquel gesto de la peluca es lo primero que recuerdo de ella. Pelusa, incluso, fue al programa y se reconciliaron en vivo.
-A pesar de haberla conocido recientemente es una persona muy vinculada al historial de tu familia, ¿qué significa ella para vos?
-Susana es como una tía postiza.
-¿La sentís así?
-Sí.
-¿Te gustaría trabajar con Susana?
-Sí, me encantaría hacer un sketch.
-¿Viste La Mary, la película que ella protagonizó con tu abuelo?
-La ví una vez. Cuando se hizo la remake, mi mamá me prohibió que la viera porque era chiquito. La vi después, por mi cuenta, con mis amigos, cagándome de risa.
-En el rodaje de ese filme nació el romance entre ellos. ¿Tu familia la perdonó a Susana?
-Obvio.
Femicidio
-Es inevitable que te pregunte por el asesinato de Alicia Muñiz. ¿Cómo sobrellevás llevar un apellido ilustre, pero que también tiene un femicidio en su historial?
-Es la parte oscura. Al criarme en otro contexto, el tema del trágico accidente de Carlos queda aparte, no por descartarlo, porque hay una mujer de por medio fallecida y hay que tener todo el respeto, pero creo que esto pasó hace más de treinta años y mis generaciones anteriores, la de mi mamá y mis tíos, son las que pasaron el mal momento. Por eso se esforzaron en criarnos rodeados de amor y de respeto como estoy criado yo. Fueron cicatrices que ya sanaron y por eso no está tan bueno volver a abrirlas. Me crié con la familia reconstruida y me quedo con el presente. Más allá del comienzo de mi carrera, que es muy bueno, me quedo con que puedo ver al hijo de Alicia, a Maxi Monzón.
-¿Tenés vínculo con él?
-Sí, es mi tío. Mi mamá también tiene vínculo con él porque son hermanos y se llevan como hermanos. Ahí tomo conciencia de lo que sucedió y veo cómo pudieron reconstruir todo y sacar adelante a la familia. Por eso estoy yo acá, para demostrar que el apellido Monzón sigue en pie y en lo más alto.
-¿Hay una intención de reivindicación de tu parte?
-No tengo esa intención. Quiero disfrutar y hacer mi carrera lo más linda posible.
-Hoy la sociedad está atravesada por un proceso de cambio de paradigma en cuanto a las cuestiones de género, los derechos de la mujer y el rechazo a todo tipo de manifestación de violencia. Vos, desde tus 18 años, ¿repudiás lo que hizo tu abuelo? ¿Cuál es tu mirada puntual sobre el hecho?
-Es un tema sobre el que no me gusta hablar ni recalcar más, sería abrir una herida y eso a mi mamá le puede hacer mal. No tengo intención de eso. Prefiero dejarlo de lado, con todo el respeto del mundo. Es un tema muy particular y yo no soy el indicado para hablar.
-Desde ya, tampoco tenés por qué acarrear con un suceso que es totalmente ajeno a vos.
-Muchas veces me aconsejan que no tengo que aclarar nada por los pecados de los que me antecedieron.
-¿Cómo es tu vínculo con Maxi?
-El mejor.
-¿Se ven seguido?
-Más o menos, igual que con el resto de mis tíos. La última vez que compartí un asado con él fue en febrero. Estaba mi mamá, mi sobrinito. Me quedo con esa realidad.
-Cuando aparece una imagen de tu abuelo, ¿qué te genera?
-Para mí es natural, aunque, muchas veces me he sorprendido. Por ejemplo, en el documental Furia, me impactó verlo con Susana bajar de un avión y con la camisa abierta. De todos modos, estoy enfocado en mi carrera, en lo que construyo yo, para que el día de mañana mis nietos digan: "Es un campeón".
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