Adriana Varela, sobre sus amores: "Tuve elecciones buenas y otras de miércoles"
Adriana Varela se enmarañó con los Beatles en su Avellaneda natal y llegó hasta Police y Prince. ¡Basta para mí!, cantó y cuando ya no había más nada que hacer allí, se topó con el Polaco -no hace falta aclarar que es Goyeneche- y otra historia hizo nacer. "Tenía que descontracturar al tango, porque es un género que exige tensión por sus características rítmicas y literarias", explica a LA NACION, mientras transita la cuenta regresiva hacia el concierto vía streaming que la volverá a conectar con sus seguidores de todo el mundo. Este sábado 17, a las 22, por la plataforma de Argentina Show Live, la cantante hará un repaso por parte de su repertorio y transitará aquellas partituras de Carlos Gardel, Enrique Cadícamo, Homero Manzi, Aníbal Troilo y Cacho Castaña, así que seguramente no faltará aquello de "Y con acento cordial fue diciendo medio chocho: ´este mozo es el Morocho y este, Pepe, el Oriental´".
En escena, la acompañará su trío de exquisitos maestros conformado por Marcelo Macri (piano y dirección musical), Horacio Avilano (guitarra) y Walter Castro (bandoneón). Con recopilación similar a la de este show, Adriana Varela se presentó en escenarios como el Liceu de Barcelona, el Teatro Real de Madrid, el mítico Chaillot de París, el Plaza Condesa de México y el soberbio Teatro Colón de Buenos Aires. "Quiero sentir a la gente como si estuviera en el living de mi casa, creerme que el público está ahí", augura la cantante que debutará en las ligas virtuales impulsada por el contexto pandémico: "Gracias al streaming vamos a estar en todo el mundo, pero tengo tantas ganas de subirme a un escenario". Sin embargo, y a pesar de la extensión del confinamiento, no sufre el encierro, casi un hábito incorporado para equilibrar la balanza que tiene un platillo atestado de viajes, maletas y sueños en hoteles: "Soy muy casera. Más allá de los viajes de gira, a mí me gusta estar en casa, así que no padezco demasiado el encierro, aunque estoy preocupada, como todos".
Pero yo sé
El tango tuvo señoras ilustres. De Azucena Maizani a Libertad Lamarque, de Tita Merello a Ada Falcón. Nelly Omar, Virginia Luque y la canyengue Beba Bidart, sin obviar a las muy vigentes Susana Rinaldi y María Graña. La Varela es la más relevante entre las cantoras de su generación. La piba de Avellaneda llegó para romper lo establecido con sonidos propios y padrinazgos célebres. Irrumpió con una forma de hacer que la diferencia del deber ser: "Yo no ensayo", reconoce sin pudor alguno.
-¿Por qué no ensayás?
-Es una elección de alguna manera similar a la del jazz. No es que improviso, para nada, pero el encuentro con los músicos se convierte en más interesante y, cuando se produce, una está ahí jazzeando o fraseando, eso también puede lucirse. Lo vivo así y mi banda también.
-¿Ni siquiera ensayás cuando te conocés con un músico en busca de un entendimiento?
-Pocas veces...
Ríe sabiendo que lo suyo es rupturista y hasta podría generar la indignación de colegas minuciosas. No es que ella no lo sea, está claro que su arte emerge poderoso. Recorre el mundo con poco ensayo, pero ninguno de sus fanáticos lo nota porque sobre la escena aparece esa voz carraspeada segura de lo que tiene para decir: "Me sucedió estar en el Congreso de la Lengua del año pasado, donde me presentó Joaquín Sabina, y canté acompañada por la Orquesta Sinfónica de Córdoba. Llegué poco antes del show desde otra provincia, donde había realizado un concierto la noche anterior, y ensayé con ellos medio tema. El director me miraba atónito, estaba preocupadísimo. ´Quedate tranquilo´, le dije. Ya sabía cómo era la introducción, no necesitaba más".
-¿Cómo salió?
-Fantástico.
-Esa espontaneidad es un valor, pero también un riesgo.
-Diría que es vértigo. Hay gente que se siente más segura ensayando mil veces. Yo, en cambio, no me quiero aburrir de la música.
-El exceso de ensayo, quizás, mecaniza. ¿Ese también sería un riesgo posible?
-Cuando eso sucede, llegás al escenario y lo hacés de memoria. En cambio, yo siento mucho más la interpretación con mi manera, por eso los pibes tienen que ser muy grosos para seguirme. Además, te juro, nunca canto igual, es un incordio, pero es una característica mía, inevitable como mi fraseo. Para un músico seguir a un cantor o cantora que frasea es muy vertiginoso, pero muy copado también.
Los "pibes" a los que se refiere son sus músicos. Los tuvo y tiene de los buenos. Son los que acompañan esa posibilidad de interpretar el clasicismo de un repertorio que muchas veces bucea en los primeros años del siglo XX, pero que suenan resignificados sin perder su esencia. Rockea los tangos como nadie y, sin embargo, siguen atravesados en su ADN. Pero el rock está ahí y la Varela siempre vuelve para rescatar aquello que la formó en esa casa baja a pocas cuadras del Riachuelo: "Hace algunos años saqué Avellaneda, un disco de rock en homenaje al lugar donde nací y viví hasta los veintidós. Es allí donde mamé esa música y, a los once años, comencé a escuchar a los Beatles". Avellaneda es una joya oculta. "Sobre la palma de mi lengua vive el himno de mi corazón, siento la alianza más perfecta que en justicia me une a vos". Y sí, en ella suena a tango aquello compuesto por Miguel Abuelo y Cachorro López. "Ese disco me lo pagué yo, fue un homenaje a la gente que escuchaba de chica". Buceando en su discografía aparece Rafael Varela, el hijo que está preparando su disco debut: "Es músico, director musical, arreglador, canta y toca un huevo". Julia, la otra heredera, siguió los pasos de su madre: "Es una gran cantora, pero la envidio porque lo hace cuando se le da la gana. Es profesora de canto, muy progre".
Varela pareciera navegar en esas aguas compartidas donde la correntada del río ingresa en el océano. Algo de eso hay en su mixtura: "Cuando a un rockero que se cantó un tango le preguntás qué sintió, te va a decir que el cuerpo le tembló. El flamenco, desde otro lugar, también es tensionado y apasionado. En cambio, cuando cantás rock se produce una longitud que, no digo que sea más libre, pero sí es diferente".
-¿Qué te sucedió a vos cuando te involucraste con el rock?
-Tuve que ir más tranca, que no es lo mismo que híbrida. Ensayé algo, pero mi hija, que me fue guiando, me dijo que era muy vaga.
Maquillaje
El apellido Varela es el artístico de esta mujer que se dedicó hasta los treinta y largos a ser una destacada fonoaudióloga especializada en afasia. Beatriz Adriana Lichinchi, tal su verdadero nombre, se involucró también con los estudios de psicología y profundizó en el inabarcable mundo de la lingüística. "Me quedé con el apellido del papá de mis hijos", dice en referencia al tenista Héctor Hugo Varela, quien siempre la motivó a cantar: " Es mi gran fan".
-¿Tenés vínculo con él?
-Sí, me llevo bien.
Mujer que no le teme a los desafíos, lo suyo siempre fue ir al frente en busca de lo que necesitaba personal y laboralmente. Cuando tuvo que dar un giro, no se fue por la tangente, sino que le hizo frente a esa nueva necesidad. Con el diario del lunes, podría decirse que fue una auténtica mujer empoderada en tiempos donde algunas libertades no estaban tan bien conceptuadas. Aunque no hace tanto, en aquella sociedad hablar de empoderamiento o sororidad no formaba parte del cotidiano: "Estamos todos diciendo lo mismo y, quizás, no es tan verdad. Empoderarte es una palabra muy grande, sentir que una está empoderada es una certeza bastante grosa. En mi caso, la palabra poder, en cuanto a lo personal, fue medio inconsciente. Digo esto pensando en mi elección de vida, porque yo me empoderé de mí misma. Alguna vez me dije: ´Quiero ir para allá´ y fui, me costó un huevo y medio y no hablo de cantar, sino de sobrevivir.
-El giro que impulsaste en tu vida resulta inusual y llamativo, además de muy sano.
-Yo vivía en Castex entre Cavia y Salguero, no vengo del arrabal. No soy careta, no te voy a decir que vengo de un lugar que no es, pero me despojé para seguir mi intuición, aunque no sabía bien para qué, no sabía que iba a cantar tangos.
-La sensación de algo por venir.
-Una intuición. Me largué a esa búsqueda con dos niñitos a los que no los podía conformar con una lechuguita. No les podía decir: "Coman esta lechuguita porque mami está siguiendo su intuición".
-¿Qué te decían los familiares y los amigos?
-Mi entorno más cercano pensaba que me había brotado, que estaba loca y pienso que en un punto no estar en el camino de lo "normal" es un poco una locura. Seguí esa locura y me salió bien. Eso es usar el poder y no entregarlo. No es un mérito, es una decisión. Quizás podría haber tenido más plata, no soy una mina rica, tengo mi departamento y punto. Como toda la clase media sobrevivo, tengo más fama que plata. Es más, jamás firmé con una discográfica multinacional. Insisto, no entrego mi poder y eso es lo único que puedo decir de la palabra empoderar.
Garganta con arena
"Comencé con el tango a los 35, cuando estuve en el programa de Badía. Llegué a él porque había cantado en un boliche en Olivos incentivada por un amigo que me dijo: ´¿Por qué no cantás ahí como lo hacés en tu casa?´".
-¿Cómo te fue en ese primer show?
-Hubo unas cien personas, el boliche se llenó de conocidos.
-¿Cómo llegás a Badía y Cía.?
-Un amigo grabó un casete de canuto y otro amigo se lo llevó a Badía. Al poco tiempo me llamaron para invitarme a cantar en el programa con la orquesta de Oscar Cardoso Ocampo.
"Canuto". Aflora esa jerga más cercana a Avellaneda que a Castex y Cavia. Argot porteño, profundo, sentido. Aquella tarde de sábado, presentada por Juan Alberto Badía, cantó "Tanguito de Almendra" de Alejandro del Prado y despertó la atención de varios. "Luego se contactó Pablo Ziegler, que le había enviado una grabación mía a Piazzolla. Cuando Astor me escuchó dijo: ´Ésta es la voz de María de Buenos Aires´".
-No se concretó ese proyecto.
-Astor se rayó, lo quería hacer lírico, lo cual implicó que no fuera un éxito grande en ningún lado, al punto tal que no se estrenó en París.
Con Astor Piazzolla el idilio no prosperó. Había otros galanes esperándola. Tenía 37 años cuando cantando en el mítico Café Homero la descubrió Roberto Goyeneche. Esa noche arrancó el romance. "Al lugar que yo vaya, venís vos", le impartió el prócer nacido en Saavedra fanático de Platense a diferencia de su nuevo crédito, siempre fanática de Independiente. "Canté con él hasta que partió".
-¿Cómo fueron esos últimos días?
-Estuvo 48 días internado en el Anchorena y yo estuve los 48 días ahí. Recuerdo que Susú Pecoraro me vio en el sanatorio y me dijo: "Vos sos mi personaje en Sur".
Adriana Varela descubrió al Polaco en aquel film de Pino Solanas: "La alquilé porque no la había visto en su estreno en cine. Me senté en la orillita de la cama, como hacen los chicos cuando les gusta algo. Miraba al Polaco y no podía creerlo. Fue el mensajero. No hubiese podido nunca comprender el tango sino hubiese sido por él". Epifanía que, como todas, cambia el curso de los acontecimientos. "Me dije: ´Ésto es rock and roll´. En realidad, no era eso, sino que, lo que a mí me había pasado con el rock, me estaba pasando con el tango. Fue una iniciación". Acaso una lógica hermanada con su desarrollo profesional ya que "como fonoaudióloga y terapeuta, siempre estuve buscando identidad".
-¿Considerás que continuás la poética de Goyeneche?
-Siendo ahijada del Polaco, lo que se produce es una sucesión discipular.
-Tenés mucho de él.
-Siempre canté así, por eso me eligió.
-A eso me refiero, tenían una empatía notable tanto en la música como en la vida.
-Te voy a contar algo: nuestras charlas no eran sobre lo que todo el mundo piensa.
-¿No?
-Nuestras conversaciones eran sobre lenguaje. Yo había estudiado lingüística y él había hecho un curso de gramática por correspondencia. ¿No es genial?
-¿Sobre qué hablaban?
-Todo el tiempo estábamos pensando en el significado y significante y de todo lo que tenía que ver con ese mundo. Me decía: ´Mirá lo que puso Homero Expósito acá, mirá lo que dice´. Disfruté mucho de esas charlas impresionantes con alguien que sabía sobre lenguaje.
El "Garganta con arena" de Cacho Castaña se acomoda perfecto en la sintonía de la cantante. "La gente está aplaudiendo, y aunque te estés muriendo, no conocen tu dolor". Varela le da sentido. Es un homenaje de la discípula al Polaco, su Polaco, desde la composición de aquel amigo que la bautizó "La Gata" y ella se dejó bautizar. "Parece una atorranta cuando canta, parece que se deja y no se deja". La mina de Avellaneda inspiró a Cacho y aquellas melodías, que el autor le dictó al hijo de la cantante por teléfono en una escena con pudor, se convirtieron en una carta de presentación. "Parece medio loca y que provoca, porque el tango en su boca es un gemido". Lo es.
Corazones perversos
-Teniendo en cuenta que el tango de la primera mitad del siglo pasado está atravesado por una ideología machista, ¿cómo elegís repertorio? ¿Qué te interesa tomar de ese acervo?
-El tango es edípico y por eso es machista, porque como la mamma no hay.
-Entonces...
-Las minas no podemos con eso porque no somos incondicionales como la mamá. Eso también es un paisaje que yo cuento. Las historias, los relatos, tienen que ver con nosotros y no son para ocultarlos sino para mostrarlos. Desde ya, elijo qué me gusta y qué no: Edmundo Rivero cantaba "34 puñaladas", que era lo que le encajaba el tipo a la mujer y yo no te lo canto ni loca. Pero si canto los que tienen que ver con una denuncia, como sucede en "Muñeca brava". Las canciones son paisajes literales, internos, costumbristas. Es una cuestión antropológica la que se encara con cada tema.
-Buscando en cómo era ese hombre y esa mujer sometida, ¿se puede pensar el hoy?
-No en cómo era, sino en cómo es, no ha cambiado mucho la cosa.
-A vos, ¿cómo te ha ido con el amor?
-Cuando una mina atraviesa una crisis, siempre comienza siendo afectiva. Ahí arranca la crisis de identidad: ¿Quién soy? ¿Para qué estoy acá? ¿Sigo casada? Las minas hacemos esa ruptura, mejor dicho, esa fractura. Yo decidí hacerla porque fui quien decidió separarse.
-Antes y después de ese matrimonio, ¿el saldo es positivo?
-Tuve elecciones buenas y otras de miércoles, de estas últimas hubo varias. Algunas mujeres tienen un poquito más de suerte porque no se empoderan. No es mi caso. Como buena taurina, soy independiente, pero muy fiel, aunque no por mérito.
-Entonces, ¿por qué sos fiel?
-Es que cuando un tipo me ocupa la cabeza, no me entra otro. De todos modos, en pareja no soy sometida. Soy leal, pero no sometida. No digo a todo: "Tenés razón, qué divino", entonces hay gente a la que le va mejor, pero, quizás, con sometimiento.
-¿Te arrepentís de haber contado que fuiste pareja del actor Juan Darthés?
-No. Es más, aclaré que viví casi cuatro años con él. No me arrepiento de haberlo contado.
-A nivel público no se sabía.
-Nunca hablé de mis afectos. También fui novia de Hugo Midón. Mi pareja con él es una medalla que me cuelgo, no solamente por quién era Hugo, sino porque era un tipo divino. Me la pasé bárbaro con él. Es más, Hugo escribió, mientras estaba conmigo, Vivitos y coleando. Salvo ellos, no estuve con nadie más del medio.
-¿Cómo reaccionaste cuando se hizo pública la denuncia de Thelma Fardín contra Juan Darthés?
-No lo podía creer.
-¿Cómo era Darthés en aquellos tiempos en los que fueron pareja?
-Era un pibe más joven que yo, de barrio. Lo conocí como un buen tipo, pero después no coincidimos en muchas cosas y decidí abrirme. Fue duro para él. La verdad es que nunca me imaginé que podía irle la marcha por ahí. Por lo menos, en la época en la que estuvo conmigo no escuché nada de eso, le pasaban otras cosas que no eran bonitas, pero no era eso.
-¿Qué otras cosas que no eran bonitas le sucedían?
-Problemas como tiene cualquiera...
-¿Por ejemplo?
-Tenía problemas con su cuerpo y con su autoestima, pero eso es común en cualquier persona.
-¿En qué momento fueron pareja?
-Estuvimos juntos hasta mediados del ´92. Cuando iniciamos la relación, él, que vivía en Temperley con sus padres, se vino a vivir conmigo. Conocí mucho a su familia, íbamos a visitarla en tren. Fue un vínculo y chau.
Epílogo
-La sociedad suele marcar cronologías arbitrarias. Pasar determinadas barreras de tiempo es condenatorio. En tu caso, a los 35 cambiaste el rumbo de tu vida drásticamente y seguiste tu deseo.
-A mis hijos siempre les dije: "El deseo es lo único que te salva de la locura". La pulsión de vivir te la da el deseo, a mí me marcó mi camino, no le hice caso ni le pedí permiso a nadie. Mis viejos estaban muy enojados. "¿Cómo esta mina que estaba casada con el tenista, la fonoaudióloga reconocida, se va a cantar tangos? ¿Estamos todos locos?" Y sí, estaba loca. Hoy, mis viejos están chochos y está todo bien.
-Dar ese salto requiere valentía.
-Hay que ser más inconsciente que valiente. Pero no inconsciente de tirarte de la cornisa... es raro explicarlo, hay que hablar de pulsión, de algo que no se puede evitar.
Esa pulsión concretada tuvo y tiene ribetes inusuales. Si para muestra basta un botón, para entender las hazañas de Varela hay que remontarse a 1994 cuando Quincy Jones la convocó para representar a la Argentina en el Concert of the Americas, que se realizó en Miami. Allí, compartió escenario con Liza Minnelli, Arturo Sandoval, Celia Cruz y Daniela Mercury, entre otros artistas. "Éramos todos iguales, no se hacían diferencias. En esa época, estaba enamorada de Quincy y no entendía cómo me había elegido si yo no era tan conocida. En un momento, le pregunto por Nastassja Kinski, que era su pareja, y me pide que me dé vuelta. Giro y la veo a ella llorando. Estaba muy emocionada porque bailaba tango con mis discos, gracias a una recomendación de sus amigos que le dijeron que yo era lo más genuino del momento".
-Varela, no es muy normal tu carrera.
-Es muy loca y medio mágica.
Loca y mágica como la vida de la percanta que se viste de negro, la mina que le huye al strass y rockea el tango como nadie. La Varela de Avellaneda, aunque haya vivido en Castex y Cavia.
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