En una extensa charla con LA NACION, y a cuarenta años del estreno del gran programa creado por Juan Carlos Mesa, la actriz repasa la historia del emblemático ciclo y su experiencia junto a un elenco estelar; además se refiere al mal vínculo con el entorno de Ricardo Fort y al “padecimiento” de la belleza
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-Sos una figura muy arraigada en la memoria colectiva, pero se sabe muy poco de vos.
-Se puede mantener la privacidad, a pesar que comencé a los 16 y ya llevo 50 años de carrera.
Adriana Salgueiro ingresa al café del barrio de Las Cañitas y, rápidamente, las miradas se posan sobre ella. Vestida en jogging y zapatillas, luce igualmente espléndida que cuando se muestra producida para cumplir con algún compromiso artístico. Sin embargo, nunca estuvo involucrada en un escándalo ni fue noticia por cuestiones vinculadas a su vida amorosa.
“Debido a las redes sociales, ahora es más difícil mantener la privacidad, aunque se puede tener una vida que le haga honor a eso, a pesar que ser partícipe de un escándalo te da una visibilidad enorme, pero siempre elegí ir lejos y no alto”, sostiene la actriz que conduce diariamente Espléndidos, en la primera noche de Radio Colonia.
Mesa de Noticias
Hace 40 años, la televisión argentina estrenaba Mesa de Noticias, una telecomedia que se convertiría en uno de esos programas de culto que nunca mueren en la memoria colectiva. Adriana Salgueiro participó de las dos últimas temporadas del este exitoso ciclo televisivo, creado por el ilustre Juan Carlos Mesa, y que retrataba la vida cotidiana en la disparatada redacción de un medio de comunicación poco ortodoxo.
-¿A qué atribuís el éxito que tuvo el programa y el arraigo que aún tiene en el público?
-Siento que era un espacio muy familiar, extremadamente sano y muy divertido. Además, era muy actual.
-¿Te siguen recordando tu paso por el programa?
-Permanentemente la gente me menciona a Mesa de Noticias y me recuerda mi personaje. Cuando algún periodista repasa mi profesión, jamás se olvida del programa.
Mesa de Noticias se inscribía dentro de un género, la comedia familiar, hoy en desuso. “Nosotros éramos una gran familia y, aunque parece una frase hecha, era así. Nos divertíamos mucho”, reconoce la actriz. .
-¿Cómo llegás al programa?
-Por recomendación de Cris Morena, a quien le estaré eternamente agradecida. En ese momento, estábamos haciendo juntas las películas de Jorge Porcel y Alberto Olmedo (Rambito y Rambón, Los colimbas se divierten, Los colimbas al ataque), y fue ella quien le sugirió mi nombre a quien era su marido, Gustavo Yankelevich, productor de Mesa de Noticias. No lo dudé un minuto, porque me parecía un programón.
La actriz encarnaba a Adriana Sahumerio, siguiendo la modalidad del autor, quien utilizaba los nombres de pila de sus actores y les modificaba el apellido de manera graciosa. El personaje formaba parte de la redacción, donde compartía la escena con figuras como Gianni Lunadei, Ginno Renni, Leticia Laurenz, Edgardo Mesa, Alberto Fernández de Rosa, Beatriz Bonnet, Silvana Di Lorenzo, Fernando Bravo y la mencionada Cris Morena.
Mesa de Noticias hizo historia apelando a un puñado de personajes queribles que acuñaban frases que, rápidamente, eran adoptadas por un público fanatizado. “Benemérito señor, le pertenezco”, decía el obsecuente Gianni de Lanata, un malvado de poca monta interpretado por Gianni Lunadei, quien cantaba “llegó la hora triste y ridícula, de ser el malo de la película. Ser un cretino, ser un villano, esta es la hora de ser el malo”. El mismo personaje, uno de los más emblemáticos de la historia, les espetaba un despectivo “infeliiiiiiz” o un “Zaaaac”, a quien quería sacar de su camino.
Otras de las frases que todo el mundo adoptaba y repetía eran: “Cómo me considera”, dicha por Alberto Rosales (Alberto Fernández de Rosa) cuando sus jefes lo ninguneaban; “Qué bochorno”, era la forma con la que Beatriz Sanguedolce (Beatriz Bonnnet) se refería ante algún papelón y Edgardo Mesa vociferaba “Presencia”.
Ginno Renni, en su popular personaje de Gino Foderone de la Salsiccia, acuñaba varios latiguillos simpáticos como “¡Assassino!” y “Pasta cuccinatta”. Cris Morena, que interpretaba a la ascensorista Cris, permanentemente gritaba “¡Segundo!”, el piso donde quedaba la redacción. En medio del caos generalizado, el director Juan Carlos Mesa se resignaba con un “Qué día, señor, qué día”.
-Con Cris Morena conformabas un tándem perfecto. ¿Cómo era el vínculo entre ustedes?
-Éramos carne y uña, nos llevamos siempre brutal.
-Hoy, ¿tienen vínculo?
-La vida nos llevó por caminos diferentes, nuestro trabajo es así, pero admiro profundamente su talento.
Si bien Mesa de Noticias era un ciclo apto para todo público -un sello en la pluma del escritor, guionista y humorista Juan Carlos Mesa- cada tanto alguna picardía se inmiscuía en los libretos, gags que hoy pueden ser leídos como naif.
Una de esas “audacias” tenía como protagonista al personaje de Gianni Lunadei, quien solía apelar a unos anteojos llamados “Trasnuden” y que le permitían ver a las chicas del staff en paños menores, habilidad de la que era “víctima” una joven y bellísima Adriana Salgueiro.
“No me molestaba para nada cuando Gianni (Lunadei) hacía ese personaje, porque, ese tipo de comportamientos estaba naturalizado. Era un momento divertido y hoy podría ser tomado como un juego de niños”, reconoce Adriana Salgueiro. Si bien es cierto que nada de lo que sucedía podía ser tomado como escabroso, lo cierto es que hoy esa “broma”, evolución social mediante, no podría realizarse.
-¿Cómo era trabajar bajo el mando de Juan Carlos Mesa?
-Era un sol, todo lo que tenía de grandote, también lo tenía de inteligencia, bondad, generosidad. Recuerdo que, si le comentabas algo que te había pasado ese día, él lo agregaba en el libreto.
-¿Te acordás de alguna situación puntual que fue llevada a la ficción?
-Tengo millones de anécdotas. Una vez, llegué tarde porque había pinchado una rueda y él no dudó en agregarlo al libro. Escribía en el momento, los actores nos aprendíamos la letra y grabábamos.
-Mesa, ¿era muy estricto en cuanto al respeto de la letra?
-No era para nada exigente, sino muy generoso, te permitía crear. Es más, se divertía mucho con nuestros agregados.
Tal era el éxito del programa que tuvo su correlato teatral, haciendo explotar la taquilla de la Calle Corrientes, colmando la sala del viejo teatro Astros: “Hemos hecho funciones a sala llena a las diez de la mañana”.
A la hora de seguir pensando en las incontables anécdotas que vivió en las grabaciones, recuerda aquella vez en la que Gianni Lunadei, para que no se tentaran más y pudieran cumplir con una escena, que también compartían con Leticia Laurenz, no tuvo mejor idea que pegarse el libreto en el pecho para que las actrices pudieran leer la letra. “También jugábamos con chascos, éramos como chicos”.
Cuando le tocaba intercambiar un diálogo con Cris Morena era habitual que no pararan de reírse: “A veces salíamos duritas, conteniendo la respiración frente a cámara, porque era la única forma de no tentarnos y terminar con la escena”.
La camaradería se complementaba con cierta lógica de estudiantina, acaso el gran secreto que se irradiaba en el público. “Trabajábamos muchas horas, pero con diversión absoluta. Nunca hubo una pelea, celos ni envidia entre nosotros y eso tiene que ver con Juan Carlos Mesa, la cabeza del programa”.
Enfoque
-Todo un modo de enfocar una carrera y que te ha dado buenos frutos.
-He tenido épocas buenas y otras malas, hice muchos éxitos y enormes fracasos. En definitiva, sigo trabajando.
Esta mujer de ojos imponentes hizo de todo. Programas de televisión para toda la familia, como Mesa de Noticias, e innumerables comedias teatrales. Fue parte de éxitos como Matrimonios y algo más y de películas de tono popular que fueron éxito de taquilla. Fue la conductora que Marcelo Tinelli eligió para reemplazarlo durante un verano con la versión femenina de VideoMatch y no se privó de incursionar en el mundo de la radio, como le sucede actualmente. “Lo único que no hice fue teatro de revistas, porque no quise, no me sentía cómoda. Tampoco hice clásicos como William Shakespeare o Anton Chejov, eso me faltó”.
-Nunca es tarde.
-Ante una propuesta, jamás digo que no de entrada. A esta altura, los desafíos están buenísimos.
-¿No hay miedos?
-Pienso antes de aceptar, de todos modos, hice el reality Corte y Confección (eltrece), que no era para mí, no la pasé bien, pero la culpa no fue del programa, sino una responsabilidad mía, no me supe adaptar.
-¿A qué le decís que no?
-A nada, me gusta lo que hago y, por otra parte, no me puedo dar el lujo de no trabajar.
Salgueiro vive a metros de la Avenida del Libertador, en el departamento de arriba de la exmodelo Mora Furtado, otra de las vecinas famosas de su edificio.
-Se suele afirmar que del fracaso se aprende. ¿Es una frase hecha?
-Es una frase hecha, queda mejor que reconocer que se fracasó de manera horrible. En teatro, si la obra fracasa, se dice que es culpa del productor y, si es un éxito, se lo adjudican los artistas.
-¿Qué te gustaría hacer en teatro?
-Estoy detrás de un libro escrito por una mujer, sería mi primer unipersonal, pero no puedo adelantar nada más.
Orígenes
“Tuve una infancia muy normal. Fui una nena y una adolescente muy buena, jamás hice una travesura, por eso nunca me retaron. Marcelo, mi hermano, hacía lío por los dos”.
-¿Siempre tuviste la vocación por la vida artística?
-No, yo quería ser médica clínica. En algún momento pensé en especializarme en oncología, pero me di cuenta que no me lo iba a bancar.
A los 16 años hizo su primera tapa de revista, el puntapié azaroso para comenzar una carrera con mucha demanda. En un boliche, la productora María Miguens, al verla, le propuso hacer las fotos para una codiciada portada. “Lo hablé con mis padres, quienes se asustaron un poco, pero no les pareció mal. En la escuela, en cambio, no gustó mucho”.
Aquellos comienzos en el mundo del modelaje, “un juego”, como ella define, le permitieron emanciparse económicamente. En 1978 llegó su primer trabajo como actriz de televisión en El Loco Chávez, “duró sólo cinco capítulos, porque la dictadura lo levantó”. A pesar de lo breve de la experiencia, a la que llegó porque los productores la vieron en la tapa de una revista, Salgueiro allí encontró la semilla de su vocación. “Me dije ´es esto´”.
Cuestión de belleza
“Nunca tomé conciencia, porque soy muy crítica conmigo misma, siempre me encuentro un defecto”, explica la actriz cuando se le propone pensarse en función de ese patrón estético, cultural y social llamado “belleza”.
-¿Qué te devolvía el espejo?
-Prolijidad y armonía.
-Sin embargo, poseés los rasgos determinantes de lo definido como belleza. ¿Tiene algo en contra?
-Sí, te encasilla. Más de una vez, les he dicho los productores que puedo caracterizarme, que podría interpretar a una señora que vive en la Villa 31, pero no me ven así.
-¿Cómo te ven?
-Me convocan para hacer de “señora paqueta”.
Rescata al director Ernesto Medela, quien la llevó a transitar una zona diferente en la obra Éramos tan amigas, junto a su colega Claribel Medina. “No importaba el vestuario ni el maquillaje, sino la interpretación. Ahí demostré un perfil dramático, me sentí muy cómoda y me salió muy bien”, se sincera, aunque reconoce que le da pudor decirlo.
-La subestimación que se ejerce sobre la belleza, ¿aún existe?
-Los tiempos cambiaron y ya no se piensa que una chica linda es hueca, algo se avanzó.
-También es otra época en torno a los límites y a situaciones que estaban naturalizadas y eran un atropello hacia la mujer.
-Es cierto que estaba naturalizado mucho de lo que hoy se juzga, pero debo reconocer que pude haber tenido mucha suerte o, como me decían, imponía respeto. Está bueno, pero también te limita, porque, de pronto, puede haber gente que no se te acerca porque te tiene miedo, y no lo digo en torno a cuestiones de pareja solamente, sino a algo más general.
El amigo excéntrico y millonario
“A pesar de no haber ido ni a su velorio ni a su entierro, la muerte de Ricardo Fort fue muy dura de asumir”. Si las partidas de sus padres y de un amigo de juventud la marcaron fuerte, no menos traumático fue el duelo por el fallecimiento del empresario Ricardo Fort, a quien Salgueiro acompañó en algunos delirios artísticos que la llevó a trabar una gran amistad, a pesar de sus caracteres tan diferentes.
-¿Por qué no te acercaste a despedirlo?
-Preferí hacerlo en mi casa, me parecía muy careta estar en un lugar donde nadie me quería.
-¿Por qué lo decís?
-Ricardo (Fort) me quería tanto que la gente que estaba a su lado entendía que yo era una competencia. Ante eso, para qué ir a su velorio, si él ya no estaba. No me interesaba sacarme una foto para que todos vieran que asistí, preferí la crítica, encender una vela y llorarlo en casa. No hablé una sola palabra con nadie.
-¿Te acordás la última charla con él?
-No, pero, seguramente, estaríamos peleando simpáticamente por algo, tuvimos una gran relación.
-Ricardo Fort era un excéntrico, una figura algo extraña, y a vos se te percibe muy racional. ¿Dónde conectaban?
-Éramos el yin y el yang.
-No lo dudo.
-Yo era la paz que él necesitaba tener, complementaba su locura. Conectamos de una manera muy especial, él podía llamarme a las tres de la mañana llorando, porque estaba con algún mal de amores o por algo que le había sucedido, y me iba a su casa a esa hora para consolarlo. Era una persona muy sensible, nos mirábamos a los ojos y era como vernos el alma. Ricardo (Fort) me brindó su cariño y me hizo conocer una vida que, para mí, era Disneylandia, porque la vida de millonaria no era la mía.
-¿Cómo era esa vida?
-Todo lo que la gente supone, es así, muy divertido. Además, cuando trabajamos juntos, me ha pagado un muy buen sueldo.
-De su círculo cercano, ¿quiénes no te querían?
-Su entorno…
-Gustavo Martínez, su mano derecha, ¿te quería?
-Creo que no, nunca me detuve demasiado en eso, pero lo percibía.
-¿Tenés vínculo con sus hijos?
-Cuando trabajé con Ricardo (Fort), eran muy chiquitos, pero teníamos muy buena relación, jugaba con ellos, aunque el padre quería que estuviera solo con él, era un nene más.
-¿Tenía conciencia de la gravedad de su cuadro de salud y de su posible muerte?
-Sí, él hizo un decreto de su muerte.
-¿Por qué?
-Me decía que se iba a morir joven, algo que me enojaba muchísimo, pero él lo sentía así y así sucedió.
Descendencia
-¿Te hubiera gustado ser madre?
-Claro, hubiese sido hermoso. Me sucedieron muchas cosas que tienen que ver con eso. En primer lugar, hubo un tiempo en el que fui madre de mi madre, cuando ella enfermó y quedó postrada durante años siendo muy joven. Antes, no había tenido una pareja con la que hubiese querido ser madre y, cuando mamá falleció, ya tenía cuarenta años, que no eran los cuarenta de ahora, y sentía que no era una edad lógica para quedar embarazada. Cuando conocí a Alejandro (Arelllano), Lautaro, su hijo, que entonces tenía cinco años, me hizo sentir mamá, fue un chico adorable y hoy es un hombre precioso. Por otra parte, tengo dos hijas del corazón, a quienes conocí a través de las redes sociales. Tienen 30 y 27 años, nos hablamos todos los días y me dicen “ma”.
-¿Las conociste a través de las redes?
-Sí, eran seguidoras, después empezaron a venir a todos mis estrenos, aparecían sorpresivamente y pagaban sus entradas.
-¿Son hermanas?
-No, Yamila vive en General Belgrano y Rocío es de Rosario. Son ubicadas, muy amorosas. Al principio, las llevaba a eventos y decía que eran mis sobrinas, hasta que un día les dije en broma que las iba a adoptar y me respondieron con un “¿por qué, no?”. Tenemos una relación hermosa.
A sus 39 años, doce meses antes del fallecimiento de su madre, conoció al productor Alejandro Arellano, su marido desde entonces. “A esa edad había decidido que no iba a cambiar de vida. Estaba muy contenta y cómoda en mi ´huevo´, como le decía a mi precioso departamento. No dependía de nadie y, cuando quería estar con alguien, lo hacía sin compromiso, así era feliz”.
-Venías de alguna pareja algo compleja.
-Hubo una pareja muy compleja, a la que borré por completo.
Adriana Salgueiro prefiere no nombrar a Sergio Velazco Ferrero, el animador con quien entabló una relación durante cuatro años y con quien también compartió el trabajo televisivo en programas como Venga a bailar y La gran ocasión.
-Se los percibía algo incompatibles, como dos polos opuestos.
-Pero debo decir que, profesionalmente, aprendí muchísimo con él. Del resto, prefiero no hablar…
-¿Padeciste violencia?
La actriz corta de cuajo el tema. “Hay hijos que leen y escuchan y no me gusta herir a nadie. Una vez, conté algo, mi verdad, y si herí a alguien, pido disculpas. A partir de esa vez, decidí no hablar más”.
-¿Tenés trato con algún hijo de Velazco Ferrero?
-No.
Reconoce que estuvo de novia con el actor Fernando Lúpiz y con otros señores ajenos al ambiente artístico, pero, desde hace veintisiete años, comparte la vida con Alejandro Arellano: “Es una pareja hermosa, cuando mamá lo conoció, ya estando enferma, dijo ´ahora me puedo ir tranquila, porque Adriana encontró al hombre de su vida´. Somos un equipo, tiramos para adelante juntos en muy buenos momentos y en otros que no fueron tan buenos, seguimos pasándola bien y hemos decidido envejecer juntos”.
-¿Cómo se conocieron?
-Él era el productor de Proyecto Casino, un programa en el que yo trabajaba, junto a Dady Brieva y el Chino Volpato. Fue un ciclo hermoso, pero duró poco, aunque sirvió para que lo conociera a Alejandro. A los quince días de conocernos, estábamos viviendo juntos. Te dije antes que a mi casa no entraba nadie, sin embargo, él entró y no nos separamos más, es una historia fabulosa.
-Dijiste que el hijo de tu pareja, te hizo sentir madre. ¿Tenés relación con su madre?
-La vi una sola vez y hablamos en dos oportunidades, pero tengo mucho respeto por ella. Cuando Lautaro era chiquito, ella le permitió que me quisiera y eso no lo hacen todas las mujeres. Es más, alguna vez dijo “si Lautaro la quiere tanto, Adriana debe ser una buena persona”. Cuando Lauti tenía cinco años y, de pronto, estábamos solos, si me preguntaban yo decía que era el hijo de mi marido, hasta que una vez me pidió que no dijera eso, porque él tenía dos mamás. Es un chico muy especial.
-Tres personas te han elegido como madre.
-Es lindo, no sé qué es lo que transmito.
-¿Con tu marido intentaron ser padres?
-Si se daba, se daba, Dios no habrá querido, tenía otra misión para mí.
-¿Con qué soñás?
-Sólo deseo que mi vida siga siendo como es actualmente, con la misma paz y la misma salud. Sería desagradecida si dijera lo contrario, conseguí lo que quería, vivir feliz y rodeada de gente maravillosa y sana.
-Y que aparezca un clásico, que Shakespeare se acerque a vos.
-Ponele…
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