Adriana Castro fue actriz de casualidad, trabajó con Darín, vivió un romance con Rodolfo Bebán y luego, dejó todo y se fue a Canadá
La vida la llevó a hacer una publicidad y de ahí saltó a la televisión; vivió en Toronto y luego en Italia; reinventó su carrera varias veces, y ahora hace terapia holística
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Hace 22 años que Adriana Castro no trabaja en televisión y se gana la vida como profesora de educación física, reikista y terapeuta holística. Se metió en el medio de casualidad, cuando la aceptaron en una publicidad porque sabía nadar y muy bien. Luego, una cosa llevó a la otra y Castro terminó formando parte de los programas Pizza party, Mi otro yo, Socios, La familia Benvenutto, Vivo con un fantasma, De corazón, Como vos y yo, Hola Papi y La hermana mayor. Los médicos de hoy fue su último trabajo en televisión. Debutó en teatro de la mano de Rodolfo Bebán y trabajando se enamoraron y vivieron una intensa relación de tres años. Además fue tapa de revistas cuando se casó con un sodero.
En una charla con LA NACIÓN, Castro recuerda su experiencia como artista, cuenta que vivió en Canadá e hizo radio, que en Italia bailó folclore y tango, explica por qué se dedica ahora a la terapia holística y revela que le gustaría volver a trabajar en el medio, pero le da miedo. “Soy profe de educación física y en todos estos años estudié reflexología en España, diferentes terapias de masajes y una técnica que se llama abdomen detox, para desbloquear órganos y emociones y hay muy pocos que sabemos hacerlo en la Argentina. Sin darme cuenta, elegí dos técnicas chinas milenarias que se siguen usando; es un trabajo artesanal porque no uso máquinas, y todo es con las manos. Un amigo siempre me dice ‘las mil vidas de Adriana’. Y un poco de razón tiene”.
-¿Buscaste vivir en Canadá y en Europa o se dio?
-Se dio. Me casé con Pablo, el sodero, en 1999 y en 2003 nos fuimos a Canadá porque lo asaltaban demasiado, a mano armada; en un año seis veces. Teníamos una banda de rock y cantábamos covers y temas propios y cuando no hacía novelas, nos íbamos de gira. Le salió un contrato por dos años en construcción y nos fuimos. En Toronto me convocaron para conducir un programa de radio y salíamos en radio América de Toronto, los sábados y domingos todo el día. Fue una experiencia muy linda y me daba orgullo que la conductora de la radio hispana fuera argentina; el dueño me pidió que hablara en neutro y me explicó que los hispanos que vivían allá no nos querían mucho a los argentinos. La verdad es que fue doloroso eso. También me sugirió que dijera que era uruguaya y le dije que no, que no iba a renegar de mi tierra, porque soy lo que soy y me formé en la Argentina y él me estaba eligiendo por algo. Nos gustó Toronto y nos iba bien, pero nos separamos y en 2006 me fui a Italia. Él sigue en Canadá, se volvió a casar, tiene hijos, y seguimos en contacto.
-¿Y qué hiciste en Italia?
-Fui a hacer un curso de perfect shape, una técnica que creó una italiana y se la enseñaba solamente a profesores de educación física. Pensé que estaba bueno tener una herramienta más antes de volver a la Argentina. Italia me gustó, hice amigos y me propusieron quedarme. Como no tenía apuro en volver, me quedé, y en un momento crucé a España a estudiar reflexología. Siempre sumo y uso todo lo que sé en las sesiones para mis pacientes. Iba y venía de Italia a España, di cursos de reflexología, fui personal trainer, hice espectáculos de tango y folclore, bailé en las calles de Roma y realmente me emocionaba escuchar, por ejemplo, Perfumes de carnaval de Peteco Carabajal. Viví en San Benedetto del Tronto, a seis cuadras del mar.
-¿Por qué regresaste al país?
-Sentí que ya era tiempo de volver. Fue en 2010, y me acuerdo que mi hermano Juan, que también es profe y terapeuta, me sugirió que volviera a la tele, al teatro. Porque volví a empezar de cero, vine solita con mis valijas, como Rosa de lejos (risas). Pero me daba miedo no tener continuidad porque necesitaba mantenerme. Tenía ganas de conducir porque es algo que siempre me rozó de cerca. Una vez me llamó Mario Pergolini para acompañarlo en Hacelo por mí, pero en Canal 13 no me dieron permiso.
-Entonces nunca volviste al medio...
-No, en 2010 ya empecé a dedicarme a lo que sigo haciendo hoy, pero en el medio me fui a San Luis, en 2012. Como profe de educación física me especializo en chicos con autismo y síndrome de down y también aprendí el método Son Rise (es un programa centrado en el desarrollo de las habilidades de interacción social de niños y adultos con autismo), así que me convocaron para hacer equinoterapia. Estuve dos años y fue una experiencia maravillosa, pero no terminé de adaptarme, quería hacer otras cosas y me volví. Y desde 2015 estoy acá, solita en la vida. No tuve hijos; no pudimos.
-Decías que antes que nada, sos profesora de educación física, ¿cómo se dio la oportunidad de ser actriz?
-Sí. A los 10 años supe que quería estudiar educación física porque nuestro profe, Eduardo, era genial y hacía todo con mucha pasión. Ya trabajando como profe en una escuela de mi barrio, Villa del Parque, surgió la oportunidad de hacer una publicidad de una leche cultivada porque estaban buscando a una nadadora y durante años yo competí para el club de mi barrio. La verdad que no me interesaba, pero fui y quedé. Siempre digo que soy una paracaidista. Enseguida salió otra publicidad de café en Uruguay y fue un disparador para más publicidades. Hasta que un día me llamó Juan Carlos Mesa y así entre a Pizza party, con Emilio Disi y Dorys del Valle. Yo nunca había estudiado teatro ni nada, aunque luego hice cursos de clown y otras cosas. Después hice Mi otro yo con Ricardo Darín, que era una comedia sobre una millonaria y su chofer.
-Una suma de casualidades...
-Tal cual. Después me llamaron de Los Benvenuto, para hacer de novia de Guillermo Francella. Me divertía, era un juego lo que hacía y aprendía mucho. Rodolfo Bebán me llamó para la obra Intrusos, para un personaje que entraba en el segundo acto y ninguna actriz de renombre lo quería hacer. Acepté y trabajé con Bebán, Gianni Lunadei, Roberto Catarineu, Perla Caron y Maurice Jouvet. Rodolfo era viudo hacía dos años, yo también estaba sola y después de tres meses, nos enamoramos.
-¿Cómo fue esa relación con Bebán?
-Hermosa. Estuvimos tres años juntos, me llevaba 27 años. Era un tipo con mucha personalidad. Después hicimos otra obra juntos, ya en pareja: Todos los años a la misma hora. Él la había hecho de joven con Thelma Biral. Recorrimos todo el país, en gira. Fue una relación muy sana, muy linda. Él me decía que nos habíamos enamorado por todo lo alto, y que si teníamos que separarnos, que fuera igual. Y así fue. Vivimos dos años juntos, con sus tres hijos más chicos. Tuvimos una relación hermosa. Después hubo un desgaste natural y un día él me dijo que sabía que estaba para irme, pero que no lo hacía porque no me separaba solamente de él sino de cuatro personas. Tenía razón porque fueron mi familia durante todo ese tiempo. En una de las giras por Córdoba, fuimos al Uritorco con Rodolfo. Me encanta el senderismo y venía de escalar el Aconcagua; me faltaron solamente cien metros, pero me bajó el azúcar y tuve que bajar. Decía que fuimos al Uritorco y la pasamos muy bien y un tiempo después volvimos con dos de sus hijos. Casualidad o no, cuando falleció Rodolfo (el 13 de agosto de 2022) yo estaba en el Uritorco. Ahí me enteré de su muerte y fue muy fuerte porque siempre nos quedó ese viaje como algo muy especial. Me dio una emoción muy fuerte. Una persona me dijo que no fue casualidad que yo haya estado en ese lugar. Fue hermoso todo con Rodi, hasta el final. Siempre me separé en buenos términos con mis parejas. Mi primer marido, Gaby, también es profe de educación física; el segundo fue Pablo, el sodero.
-¿Hoy estás enamorada?
-Estamos intentando algo con un amigo de la infancia, Omar. Es mi amigo del alma y tenía miedo de que pasara algo más y esa relación se estropeara. Cuando falleció mi mamá, hace siete años, me acompañó muchísimo.
-¿Es verdad que hiciste tus primeros trabajos como Adriana Artacho?
-Artacho es mi apellido, el de mi papá, pero al principio usé el apellido Andreu, el de mi primer marido, que era el sobrino de Gogó Andreu, Gabriel Andreu. Pensé que no podía llamarme Adriana Artacho porque daba para la cargada, como me pasó en la escuela toda la vida. Él me sugirió que me llamara Adriana Andreu y así fue, pero después me separé y lo cambié a Castro, que era el apellido de mi mamá. Un día (Ricardo) Darín se enteró que mi apellido era Artacho y estábamos haciendo Mi otro yo, y entró al estudio a los gritos: ‘Artacho’ (risas). Me dijo que nadie se iba a olvidar de mí, si en una marquesina en calle Corrientes decía Adriana Artacho.
-¿Te gustaría volver a trabajar como actriz?
-Lo artístico está en mí siempre; en estos años escribí canciones para niños y adultos. La artista está viva y sigo creando. Lo que me asusta de volver al medio, es la no continuidad. Me gustaría hacer un programa que tenga humor, noticias, entrevistas y tips de bienestar que aprendí en todos estos años.
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