Adriana Brodsky: su difícil infancia, el peso de ser una sex symbol y su sueño de formar una familia
La actriz, que está haciendo temporada en Carlos Paz, reflexiona sobre su vida, la pandemia, su carrera y su encontronazo con la popularidad y con una etiqueta que nunca imaginó, la de sex symbol
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Cuando Adriana Brodsky era chica soñaba con formar una familia y ser bailarina del Teatro Colón. La fama la sorprendió casi por casualidad, cuando tenía 25 años y conoció a Gerardo Sofovich.
Durante años fue toda una sex symbol y trabajó con los más famosos capocómicos hasta que se enamoró del Tata Yofre, tuvo a sus hijos Agustina y Javier, y vivió en el exterior. Hace algunos años, y de a poco, la actriz volvió a trabajar y hoy protagoniza Mi mujer se llama Mauricio, la comedia que a partir del próximo sábado 8 retomará sus funciones diarias (de martes a domingos) en el Teatro Candilejas 1 de Villa Carlos Paz. De ese presente y pasado, habla con LA NACION.
-¿Cómo es volver a hacer temporada, encima en pandemia?
-Estamos con unos protocolos que parecen de la NASA, ni siquiera nos juntamos a comer con el elenco, tratamos de no estar con gente, de saludar de lejos y estar con barbijo hasta el momento de llegar al escenario. Todo muy estricto. Ni puñitos hay.
-¿Cómo pasaste estos últimos dos años?
-No tuve depresión pero sí estuve muy triste. Muchos amigos se fundieron, otros se fueron del país y tengo amigos que se han suicidado. Imaginate el recuerdo que me dejará esta pandemia... Mi hermano tuvo Covid y estuvo muy grave pero se recuperó, por suerte; tiene dos millones de vidas y siempre sale a flote (ríe). Durante cuatro días estuve con la persiana de mi casa baja porque no hacía más que rezar por mi hermano. Cuando se mejoró me di cuenta el estado de angustia que tenía.
-¿A qué echaste mano para que la depresión no te ganara?
-A tratar de sobrevivir, como hice siempre y si no estás preparada, de todos modos aprendés que la vida es una lucha constante y que la felicidad no viene del cielo sino que tenés que trabajarla. Tenés que crear tu propio cielo en este infierno. Trato de tener una vida sana, buena actitud y una fuerza interior bestial porque si uno no lucha por uno, nadie lo hará; los demás están ocupados de luchar por ellos mismos. Hay que hacerse cargo de uno mismo. Aunque la pandemia sigue, pudimos volver a trabajar. Esta es mi cuarta temporada de Mi mujer se llama Mauricio, una producción de Aldo Funes que hicimos en Buenos Aires, en Mar del Plata, de gira y ahora en Carlos Paz, con un elenco hermoso: Iliana Calabró, Pablo Rago, Gonzalo Urtizberea, Alejandro Muller, Matías Ale, Nerina Sist y yo. Mi personaje es el mismo, pero mis esposos van cambiando: Germán Krauss, Diego Pérez, Carna, ahora Pablo Rago. Me adapté a todos porque los matices de mi personaje tienen que ver con las directivas de Ernesto Medela, y con Rago, en este caso. Realmente estoy muy contenta.
De sex symbol a mamá
-Tuviste una carrera despareja, con años de mucho trabajo y otros en los que no hiciste nada, ¿fue una elección?
-Fue por un montón de razones. Durante muchos años viví en el exterior (cuando estaba casada con el Tata Yofre) y cuando volví, las propuestas laborales eran iguales a las anteriores y todas tenían que ver con una sensualidad que no estaba dispuesta a mostrar. Ya me sentía muy mamá, estaba en otra etapa de mi vida y no quería volver a mostrarme sexy. Entonces decidí hacer un programa de turismo que se llamaba El parador y duró nueve temporadas, en las que recorrí el país y me divertí muchísimo, no tenía que producirme exageradamente, me sentía yo misma. Otras veces que no trabajé fue porque no tenía propuestas. Por otra parte, entiendo que no soy una persona mediática, y eso a veces incide. Pero no es mi estilo, no me gusta confrontar delante de una cámara y me hago cargo de las decisiones que tomo.
-Alguna vez contaste que empezaste a trabajar en televisión a los 25 años, ¿qué hacías antes?
-Trabajo desde los 14, era la ‘che pibe’ de todas las oficinas de Buenos Aires. Hacía lo que fuera necesario, desde limpiar un estante hasta servir un café o escribir una carta, en ese entonces a máquina. Necesitaba ayudar en casa porque trabajaba mi mamá solamente, y mi hermano es un año más chico que yo.
-¿Y tu papá?
-Se fue de casa cuando éramos muy chiquitos y recién lo conocí a las 12. No llegamos a generar un vínculo porque lo vi dos veces más y a mis 17 años, falleció.
-También conociste a un medio hermano que era tu fan, ¿llegaste a tener un vínculo con él?
-Si tuve el mejor vínculo que pude tener, a pesar de que fue por corto tiempo porque él falleció. Pero fue intenso y amoroso, pudimos hablar de todo y querernos. Fue maravilloso.
La sorpresa de la popularidad
-¿Cómo llegaste a la televisión?
-Cuando empecé a trabajar como promotora aparecieron muchas propuestas para hacer comerciales y desfiles. Era insólito porque para mí, trabajar en los medios era algo imposible y jamás se me había cruzado por la cabeza ser modelo, actriz, famosa, sex symbol, nada de eso. Mi mamá me acompañaba a algunas entrevistas porque en ese momento el medio era una especie de tabú. Trabajé en la agencia de Juanita Bullrich y todo era increíble: viajar a Brasil para hacer un comercial, ser protagonista de esto y lo otro. Descubrí un mundo nuevo porque en un día de trabajo ganaba más que mi mamá en cuatro meses. Por una de esas casualidades de la vida, un día dejé fotos en un estudio para un casting para una película, y me olvide el book. Lo encontró un representante de actores, Carlos Bianchi, de quien todavía soy amiga. Me llamó, me preguntó si tenía representante de actores y me presentó a Gerardo Sofovich, que a los cinco minutos de la entrevista me dijo: ‘Estás contratada’. Así arranqué en La peluquería de Don Mateo con Jorge Porcel, Rolo Puente, María Rosa Fugazzot, Luisa Albinoni, Noemí Alan, todos grosos y yo era una paracaidista, que no conocía nadie. En dos meses hice cien tapas de revistas y fue una explosión porque, además, se juntó con una publicidad de una marca de televisores que fue censurada.
-¿Para vos no era importante ser famosa?
-Mi objetivo de vida no era ser famosa sino tener una familia y ser bailarina del Teatro Colón, pero estudiar era muy costoso y no me daba el cuerpo para hacer las dos cosas. A partir de ahí trabajé durante años de lunes a lunes en temporadas, desfiles, comerciales, presencias. Hacía todo porque no creía lo que estaba viviendo y pensaba que no iba a durar. La vida me dio cosas que nunca imaginé que iba a tener.
-¿Alguna vez añorás ese momento de tu vida?
-Recordar esos momentos me produce una alegría enorme, pero estoy preparada para los años que vienen, tengo los pies sobre la tierra y sé que el tiempo pasa para todo el mundo y hay que disfrutar los momentos felices. A veces pienso que me gustaría volver a los 30 años pero con la experiencia que tengo hoy. Llevo mis recuerdos en mi corazón.
Olmedo y el sueño familiar
-Todas las mujeres que trabajaron con Olmedo hablaron siempre muy bien de él, ¿cómo fue tu experiencia en un momento en el que, quizá, se naturalizaban algunos abusos?
-Era otra época en la que se naturalizaban algunas cosas si vos lo permitías. Con Olmedo nunca nadie tuvo ningún problema porque era una de las personas más respetuosas que conocí. A veces la gente se confunde y cree que porque hacía un sketch donde me pasaba la mano por la cadera, me faltaba el respeto. Nada que ver.
-¿Alguna vez pasaste un mal momento con alguna persona del medio?
-Sí, pero supe manejarlo porque me sé defender sola. Para mí nunca fue difícil ponerles límites a los hombres.
-Lograste cumplir el sueño de una familia…
-Sí, mi familia son mis hijos Agustina, que es diseñadora gráfica, y Javier, despachante de aduanas y comercio exterior, mi hermano, mis sobrinas. Tengo un familión hermoso. Mi triunfo son mis hijos porque hasta hoy me dan alegrías y tenemos una relación muy linda.
-¿Se ven los cuatro como familia, con el Tata?
-No, lo importante es que se vean ellos. Siempre fomenté la unión y no la separación.
-Muchas veces contaste que hace años que no te enamorás, ¿tenés ganas de conocer a alguien?
-Para mí las cosas son mágicas e impensadas. Me separé de mi ex, tuve una relación que no fue buena, y después apareció gente, pero no estuve abierta a la magia. No me ha pasado todavía, sinceramente. Soy una persona solitaria y muy elitista; en mi círculo de amigos hay personas a las que amo porque tienen valores humanos maravillosos. No me hago amiga de todo el mundo, pero sí soy buena compañera y muy sociable.
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