En una sincera charla con LA NACIÓN, la vedette de 72 años que se reinventó como instagrammer recordó el apogeo del teatro de revista en el que se destacó y repasó sus historias de amor y su infancia en Rosario
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“A mi casa no entra nadie”, dice Adriana Aguirre por teléfono, ante el pedido de ir a hacerle la entrevista allí. Su voz grave y algo ronca transmite la sabiduría y la seguridad de alguien que ha vivido de todo, sabe lo que el mundo espera de ella y no tiene problema en negárselo. Es, curiosamente, la misma voz que tiene desde muy joven, como si ya hubiese nacido con esa sabiduría, conociéndose a sí misma y al mundo: qué puede darle, qué no y qué quiere ella de él.
La cita finalmente tiene lugar en Tilo, confitería donde Aguirre es habitué. “En esa mesa siempre se sienta la señora”, indica un mozo, señalando hacia una que está al fondo, tapada por una mampara que le otorga cierta intimidad.
Llega ataviada con una capa hasta el piso color bordó (es un día de lluvia intensa), una musculosa fucsia y de leopardo, calzas deportivas y zapatillas blancas. “Sos una mujer muy fuerte”, le dijo una vez Carmen Barbieri en su programa hablando sobre su destreza física, que proviene de su formación como acróbata. Y quizás sea esa característica, la fuerza, la primera que llama la atención de la vedette. “Esto no lo formás de la noche a la mañana”, dice orgullosa, mostrando los músculos de sus brazos.
Su infancia y sus primeros pasos como vedette
-¿Cómo era la casa de tu infancia?
-Era una casa antigua, en el centro de Rosario. Mi papá había crecido allí, mi mamá vivía a la vuelta. Se pusieron de novios, se casaron y nos fuimos a vivir ahí. Mi abuela materna no lo quería a mi papá porque decía que no trabajaba y le gustaba mucho la noche.
-¿Era verdad?
-Trabajaba de tanto en tanto, tenía sus changas.
-¿De qué vivían?
-Mi mamá le dijo: ‘Si te casás conmigo, tenés que buscar trabajo’. Y mi abuela paterna le dijo: ‘Tiene razón Aida, o te casás y buscás trabajo o no te casás’. Mi viejo hizo de todo para darnos una buena vida, éramos una familia de clase media baja. Vendía desde profilácticos hasta curitas, después llegó a ser gerente de Remington Rand, lo trasladaron y nos fuimos para Buenos Aires. Yo tenía 14 años.
-¿Desde qué edad tenías el sueño de ser vedette?
-Desde chiquitita. Mi papá era artista plástico como hobby, pintaba al estilo naïf. No le gustaba mucho vender. El arte uno lo lleva en la sangre. Yo hacía acrobacia desde los ocho años. A los 16, me descubre un fotógrafo bajando la escalera de la UBA, donde yo estudiaba abogacía. Me dice que le encanta mi postura. Yo era alta, flaca, 50 kilos, siempre erguida, la colocación de los pies... Es como que él se empastó con mi persona. En realidad mi vocación era actoral, siempre quise lucirme como actriz, empezar y terminar mi carrera así.
-¿Y de ahí qué pasó?
-Me hizo un book y empecé a trabajar como modelo, era el año 1972. En 1973 quedo elegida para ser la novia de Palito Ortega en la película La sonrisa de mamá. El director, después de hacer la prueba, me dijo: ‘Usted tiene algo con lo que se nace, una magia: la cámara la ama’. En 1976 debuto en el teatro Lola Membrives como vedette. Me convocó Carlos Artagnan Petit. Al principio le dije “no, gracias”, porque en mi vida había visto teatro de revista yo, no sabía qué era.
-¿Cómo fue que te convenció para que aceptaras?
-Me dio dos entradas para ir ver a Nélida Lobato. Cuando vi los cuadros musicales que ella hacía, le dije a mi pareja de ese entonces: “Yo esto lo puedo hacer”. Yo ya sabía hacer volteretas en el aire, paralelas asimétricas, anillas, por mi formación de acróbata. No reparé en el sketch porque no me gustaba cómo actuaba ella, pero sí me llamó mucho la atención cuando la vi bajar la escalera al final, con esas plumas de faisán espectaculares y esos corpiños y concheros de Madame Fevrier. De ahí no paré. Yo creo que cualquiera puede lograr su sueño, lo importante es perseguirlo y nunca dejarlo de lado.
-¿Te tocó resignar cosas para poder cumplir tu sueño?
-No. Lo único que no fue una resignación sino que es algo que nunca se me dio, es no haber podido tener un hijo. Es un hecho muy triste, muy feo. Nunca pude con ninguna de las parejas que tuve y todas tenían hijos, así que fue mía la cuestión. Dios quiso ese destino, pero también me dio otras cosas.
-¿Y sentís que tus padres te acompañan desde el más allá?
-Sí, los siento. Dentro de los ángeles creo que están ellos. Soy una persona de mucha fe. No le tengo miedo a la muerte, no le tengo miedo a los imponderables, creo que hay un día y una hora que el señor designa cuándo va a ser. Siempre me entrego en manos de Dios.
Apogeo y caída de la revista porteña
-¿Cómo ves el género de la revista hoy?
-Inexistente. La verdadera revista porteña nació en un cabaret de Francia llamado Le Moulin Rouge a fines de 1800 y después apareció otro cabaret llamado Lido, que era un music hall, al que asistían hombres solamente, para ver a las bailarinas de cancán darse vuelta y mostrar el culotte, ese tipo de cosas. Quien lo trajo a la Argentina fue Carlos A. Petit y ahí se produce la simbiosis, el encaje.
-Entonces hoy, ¿qué pasó?
-Hoy sigue habiendo maravillosos music halls en el mundo, como los de Lido, Le Moulin Rouge y el Stardust de Las Vegas, con unas producciones de millones de dólares. Nosotros acá teníamos inversiones de 3 o 4 millones de dólares hasta fines de los 90, pero cuando empieza la caída económica argentina, con la devaluación del peso, ya era imposible invertir en dólares esa cantidad de dinero. La revista de los 80 y 90 tenía 18 cambios escenográficos, 50 maquinistas trabajando dentro, subiendo y bajando los trastos, 60 personas en escena, de las cuales 10 bailarinas eran las Bluebell Girls que venían de Londres, 10 bailarines hombres, figuritas, medias vedettes, cinco cómicos, dos o tres de primera línea, elencos maravillosos.
-¿Creés que también puede haber decaído el interés del público en el género?
-No, es una cuestión puramente económica. Si hoy se llegara a hacer una revista de esa naturaleza, la gente paga lo que sea. Porque si la gente hoy exprime el bolsillo y paga 13.000 o 14.000 pesos para ir a ver a Martín Bossi, que se mueve con la nada misma, pagarían 30 dólares o 30.000 pesos tranquilamente por ver una puesta de esta naturaleza. En mis espectáculos yo le hago un homenaje al género, en donde cuento todas estas cosas, porque yo soy la historia viva de la revista porteña.
-¿Por qué pensás que la revista fue vista siempre por el sector más intelectual como un género menor?
-Porque el intelectual argentino tiene un pedo en la cabeza, es un tema de este país. En otros lados no es así.
Su nueva faceta como instagrammer (y su proyecto de abrirse un OnlyFans)
-¿Cómo nació este nuevo contacto con tu público a través de las redes sociales?
-Estoy desde el año 2019 o 2020 y he crecido muchísimo. Tengo 378.000 o 379.000 seguidores, algo así. Por ser figura pública, tengo el tilde azul.
-¿Lo monetizás, ganás plata con eso?
-No, tengo ganas de meterme en OnlyFans para monetizar la cosa porque la gente me pide fotos por privado. No sé si voy a empezar por los pies, tengo que hablarlo con mi community manager. Sí me caen contratos por Instagram, como el video de Ca7riel y Paco Amoroso; la película de Luis Ortega, donde hago un personaje muy delirante junto a Roly Serrano; un tema que voy a grabar ahora con Pochin, un cantante uruguayo, para quien también grabé ya un videoclip junto a Ricardo García, Marcelo Polino, Pradón y otros, y fotografías, desfiles de moda, etcétera.
-¿Y canjes?
-No hago canjes, quiero ganar plata. Negocios. Canje no me interesa. Quiero vender lo que tengo, deshacerme de cosas, no quiero que me regalen más ropa, basta.
-¿No sos apegada a los objetos?
-Me desapegué de los objetos. Era muy apegada a los objetos, a la ropa, pero me regalaron y me siguen regalando tanto, y me quieren regalar más, que digo “no, gracias, no tengo interés, un beso grande”.
-¿Los perfumes te gustan?
-Sí, pero me los compro. El que me gusta a mí, no el que me quieren regalar. Uso perfume francés, un poquito acá detrás de cada oreja y ya se huele.
Sobre sus amores
-¿Cuándo fue la primera vez que te enamoraste?
-Jovencita. Tenía 17 años aproximadamente. Yo vivía con mis padres en Villa Urquiza y fue de un muchacho que vivía cerca, a la vuelta, Norberto. Obviemos el apellido. Norberto fue mi primera pareja, mi primer novio, mi primer amante, mi primer amor. Era igual a Julio Iglesias, y yo siempre fui fanática de los cantantes, de él a Paco Amoroso, ¿viste?. O a Ricardo (García), que imitaba a Sandro.
-Te tira por ahí...
-Sí, siempre busqué los parecidos como los imitadores. La gente me decía: ‘qué buen mozo es tu novio, igual a Julio Iglesias’.
-Cuando tu carrera empieza a despegar, ¿estabas con él o ya te habías separado?
-No, seguí con él durante mi carrera de modelo, algunos trabajos en cine y hasta el teatro de revista. En el año 1980 nos separamos, en pleno éxito mío.
-¿Te pasó con algún hombre que sentiste que no se bancó estar al lado tuyo por ser una mujer tan fuerte, tan pujante?
-Sí, me pasó con dos. A uno de ellos lo justifico: el que siguió a Norberto, no te voy a dar el nombre. Entiendo que no le daba el piné, la personalidad, para estar a la altura. Me hizo perder dinero con una mala inversión, pero no pasaba por ahí la cosa porque el dinero va y viene. Una mujer con tanto temperamento como yo, que desde jovencita soy autosuficiente para todo, desde manejar un auto hasta tener mi chequera y arreglar mis propios contratos porque nunca necesité un manager, era como muy fuerte para los hombres.
-El otro, ¿quién fue?
-El otro fue el que le siguió a ese, o sea, mi tercera pareja. Era de afuera del mundo del espectáculo, duró un año y siete meses nada más porque era un encontronazo atrás del otro. Con el tiempo me di cuenta de que era un tema de no poder manejarme. Él quería que me quedara con él en esa mansión en Vicente López alucinante, pero que era como una jaula de oro para mí. Yo quería lo mío: mi carrera, mi vida, mi trabajo, mi todo. Él me iba a buscar al teatro y ponía la música fuerte adentro del auto, un BMW de última generación, para llamar la atención, para decir acá estoy yo, soy millonario. Mucha demostración de dinero, lo que no tiene nada que ver conmigo, porque no pasa por ahí, a mí nunca me pasó por el dinero porque yo soy autosuficiente.
-¿Por dónde te pasa?
-Me pasa por la emoción, por el sentimiento, por el enamoramiento, por ahí. Mirá que en este momento yo podría tener el hombre que quisiera a mi lado. Ricardo y yo somos compañeros de vida, hace 30 años que nos conocemos, 28 que estamos juntos pero no somos pareja. Sí trabajamos juntos, vamos de un lado para el otro juntos.
-¿No habían vuelto?
-Estamos juntos, estamos juntos, pero eso no significa que hagamos el amor, ni ahí, no tiene nada que ver con eso. La pareja requiere eso. Llegamos a ser familia.
-¿Cuál fue la mayor decepción que viviste en el amor?
-Creo que fue la tercera pareja que tuve, el hombre del auto, porque él volvió arrepentido a buscarme con su BMW corriendo a 180 kilómetros por hora, con 45 millones de multas. Me vino a buscar hasta Mar del Plata con un oso de regalo enorme, yo estaba trabajando. Nos sentamos en los sillones de un departamento que yo había alquilado. Me dijo: “Es una mierda este departamento, ¿quién te lo limpia?”. Y yo pensaba: “dejame vivir en paz”. Le dije que no había vuelta atrás y siguió insistiendo como un año más, hasta que después no supe más nada. De ahí lo conocí a Ricardo.
Ricardo García: el amor, la separación y los accidentes que los volvieron a unir
-¿Cómo lo conociste a Ricardo?
-Lo conocí en un hotel que él tenía en la Recoleta. Fabricaba y exportaba perfumes, hizo mucho dinero en su época. Empezamos a salir y enseguida se vino a vivir conmigo. Él me quería deslumbrar, llevarme a vivir a otro lado, pero a mí después de haber viajado por el mundo, no hay nada que me deslumbre. Fue el amor lo que nos unió desde el primer día. Después todo se fue transformando, pasaron cosas.
-¿Qué es lo que más te dolió de la separación que tuvieron?
-Se rompió nuestra pareja en 2019. A él le pareció normal irse a vivir con otra mujer estando legalmente casado conmigo. Me sentí herida en mis sentimientos, que eran reales hasta ese momento y de ahí en más entendí la situación. Pidió perdón, dijo que se equivocó, volvió, se ocupó muchísimo de mí cuando tuve un accidente, dos años después, en 2021. Nosotros reconstruimos una vida, nos consideramos familia. Si a él le pasa algo, yo estoy ahí pendiente. Si a mí me pasa algo, él está ahí pendiente. Nunca dejamos de trabajar juntos, sin embargo, porque la gente compra el combo.
-¿Qué te pasó en 2021?
-Estuve sin poder caminar tres meses por una caída que tuve en el teatro, en Mar del Plata. Caí sentada, peso muerto. La prótesis del glúteo izquierdo se rompió y migró hacia la pierna, me hicieron una operación. Llenaron un vaso con todo lo que yo tenía en la pantorrilla de gel cohesivo, que es el interior de la silicona.
-En televisión contaste que tuvieron un accidente de auto con Ricardo y eso te hizo decir: “tenemos que volver a estar juntos”.
-La gente interpretó estar juntos con volver a ser un matrimonio, pero en realidad me refería a que hasta ahí cada uno vivía por su lado y luego nos fuimos a vivir juntos. Cuando tuvimos el accidente, que nos dimos vuelta con el auto en septiembre de 2022, ahí dije: son demasiadas señales como decir ‘chicos, ustedes son familia, déjense de joder y quédense juntos’.
-Has dicho que fuiste infiel en una sola ocasión y que fue por curiosidad. ¿Alguna vez la curiosidad te llevó a algún lugar en el que dijiste: “de acá cómo salgo”?
-No, no, no, solo la infidelidad. Yo no traspaso límites que no me gustan ni me interesan. Sé bien claro lo que quiero. Sé que esto no y esto sí. Me interesaba una persona y tuve un touch and go un fin de semana: un viernes, un sábado, un domingo y me volví. Ida y vuelta en avión. Era una persona sumamente poderosa, gobernador de una provincia, pero fue eso nada más.
Su biblioteca, su tesoro
-¿Tenés muchos libros?
-Uff, tengo una biblioteca increíble, si la gente supiera todo lo que yo leo...
-¿Qué te gusta leer?
-Mirá, el libro de cabecera mío es El hombre mediocre, de José Ingenieros, que es lo que somos y nos representa fielmente, y Sobre héroes y tumbas, de Ernesto Sabato. También es un muy buen libro el de Adriana Schettini, La vida de Leonardo Favio, lo he leído varias veces. Pero mi gran libro es la Biblia.
-¿Sos de leer la Biblia?
-Sí, el libro más grande de todos, dicho por los teólogos de todas partes del mundo. Cuenta la historia de los tiempos, me parece el libro mejor escrito. Tengo varias versiones: en griego, en inglés, en arameo. En arameo lo encontré en una librería en la calle Corrientes, entré y de pronto estaba la Biblia escrita en arameo, la pagué con tarjeta. Y en griego por la mamá de Ricardo, que era griega, nacida en Salonia. Era de ella. Esa la tengo expuesta en la entrada de mi casa en una consola.
Territorio sagrado
-¿Sos melancólica? ¿Sos de mirar mucho para atrás?
-Para nada. Mi vida lo demuestra. Yo me pongo las anteojeras como el caballo y le pego para adelante. A Ricardo siempre le digo que vive en el pasado. ‘Lo que perdí, lo que dejé...’. Yo soy la antítesis. No soy Europa que vive del pasado, con las ruinas, soy Nueva York, siempre en construcción y para adelante.
-Dijiste que a tu casa no entra nadie, ¿ni amigos?
-No, solamente la señora que limpia, que tiene que ser alguien de muchísima confianza.
-Alguna gente podría tener la percepción de que sos alguien a quien le gusta mostrar más su intimidad...
-Mi casa, no. Mi intimidad real, no. Tengo muy dividido la Adriana Aguirre persona, de la figura pública. La figura pública es una cosa y yo soy otra.
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