El actor, productor y responsable artístico de la programación de eltrece anticipa su debut como realizador cinematográfico en 30 noches con mi ex, una “comedia emocional” que se enfoca en la salud mental y que se estrena el próximo jueves
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Una “comedia emocional”. Así define Adrián Suar a la historia que eligió para su debut como director de cine. En la larga conversación que tiene con LA NACION en el SUM del edificio en el que vive en el barrio porteño de Palermo hablará de cómo lleva adelante este nuevo desafío artístico, uno más entre la asombrosa multiplicidad de tareas que lleva adelante al mismo tiempo con alta exigencia y elevado compromiso. Mientras tanto, siente que lleva adelante el desafío de lograr que el público vuelva a los cines para ver películas argentinas, algo que parece haberse extraviado en medio de la pandemia.
Para sobrellevarla viene aplicando desde hace mucho tiempo una fórmula (“Yo sé delegar muy bien”) que también se propuso aplicar desde el primer día durante las siete semanas de rodaje de 30 noches con mi ex con un doble compromiso. En su ópera prima, que se estrena en los cines de la Argentina el próximo jueves, además de dirigir interpreta a El Turbo, un especialista en operaciones financieras (compra y venta de dólares, sobre todo) que acepta por un mes una prueba de convivencia transitoria (con vistas a una futura reinserción social) con la Loba (Pilar Gamboa), su antigua pareja y madre de su hija, alojada desde hace un buen tiempo en una clínica psiquiátrica.
“A veces los personajes buscan a los actores. Ahí está gran parte de la magia del cine. Pilar se adueñó por completo de la Loba, un personaje extraordinario. Es la gran protagonista de la película”, explica Suar. Su mayor desafío fue luchar por no hacer dos películas en una. “Tenía que ir y venir –agrega- entre la comedia y el tema de la salud mental y no quería que nada se me fuera de las manos. Sentí que se podía conseguir un equilibrio entre un tema tan delicado, que se trata aquí con seriedad sin ponerse solemnes, y la comedia. Creo que lo logramos”.
-¿Por qué decidiste estrenar tu nueva película en los cines?
-Porque todos queremos estrenar en cines. Directores, productores, actores. Es lo más maravilloso del mundo. Es otra ceremonia, distinta a la que vivís en tu casa. El encuentro social con un desconocido, compartir las butacas, las escalinatas, el silencio. Podés ver muy bien una película hoy en tu casa, pero el cine es una escala mayor, el arte mayor. Y además Disney, que la distribuye, hace la misma apuesta.
-Tu película anterior, Corazón loco, tenía todo listo para el estreno en los cines en marzo de 2020 cuando llegó la pandemia. Eso te obligó a llevarla a Netflix. ¿Cómo viviste esa experiencia?
-Fue algo muy violento para todos. Nadie estaba preparado para esa situación inédita, insólita y también inaugural. Fue un alivio enorme que Netflix la haya comprado y estrenado. Corazón loco fue en ese momento de 2020 un gran éxito en la Argentina. Tuvimos también la posibilidad de estrenar 30 noches con mi ex en streaming directamente, pero va a ir a los cines. Me encantan las plataformas, abren muchas posibilidades para directores y actores grandes o pequeños. Pero si tengo la opción siempre prefiero estrenar mis películas en los cines.
-Si algo marcó esta pandemia para el cine argentino es que el público que veía cine argentino todavía no volvió a las salas y prefiere las plataformas.
-No sé si será con mi película, pero el público va a volver a las salas de manera masiva a ver cine argentino. Si no soy yo, será otro. No tengo dudas de que Granizo hubiese sido un éxito tan grande en los cines como el que tuvo en Netflix. Y Argentina, 1985 también va a ser un gran éxito de taquilla. Tengo el presentimiento de que 30 noches con mi ex va a convocar a mucha gente.
-Es inevitable que en tu cabeza de productor aparezca el recuerdo de los números de boletería, siempre muy altos, que hiciste con tus películas anteriores. ¿Te preocupa no poder repetirlos?
-Vuelvo a tener el nervio de hace dos años, cuando estrené por última vez. Pero estoy tranquilo y seguro de que la película va a gustar. Claro que me gustaría meter de nuevo todo el público que tuvieron otras películas mías. Pero hay que tener en cuenta todo el contexto. Ojalá podamos llegar a los 400.000 espectadores. La película no te va a defraudar. Esto es comedia y un poco más, muy distinto a lo que venía haciendo con Corazón loco, El futbol o yo y Me casé con un boludo. Es una comedia emocional, con el humor que la gente puede esperar de mí, pero a la vez parada en el tema de la salud mental, un tema que siempre me inquietó.
-¿Por qué?
-Llevo haciendo muchos programas alrededor de este tema. Locas de amor, Vulnerables, Tiempos compulsivos. Desde hace tiempo tenía en la cabeza un guion, entre la idea de comedia de pasar un mes con una ex y el tema de la salud mental.
-¿Tenés alguna conexión personal con estos temas? ¿Te tocó vivir experiencias cercanas relacionadas con la salud mental?
-Ni a mí ni a nadie de mi familia, pero conozco amigos que pasaron por esta clase de experiencias. Uno convive todo el tiempo con ellas. Basta con ver lo que pasa todos los días en la Argentina, estamos todo el tiempo al límite de vivir alguno de estos problemas.
-El tema de la salud mental además es una de las grandes secuelas que dejó la pandemia.
-Nunca sabés cuándo puede detonar en tu interior alguna dificultad de ese tipo. Hay que hablarlo muy bien para que no genere estigmatización y eso me inquieta. Por eso quiero llevarlo a la ficción.
-¿Y por qué elegiste justamente esta historia para tu primer trabajo como director?
-Hace tiempo que tenía ganas de dirigir. Y me sentía seguro en este caso porque 30 noches con mi ex es una película de personajes, sobre todo el que encarna Pilar, el más importante de todos porque expresa la dificultad en materia de salud mental. En cuanto a dirigir, no es algo nuevo. Ya lo hice con todo el trabajo de estudios durante la primera temporada de Vulnerables, junto a Daniel Barone. Además estuve muy bien rodeado, con Luis Bernárdez como asistente, con Juan Vera, el Chango Monti en la fotografía, Mercedes Alfonsín en el arte. Gustavo Bermúdez me acompañó durante las siete semanas de rodaje y me apoyó mucho con su mirada. Si tenés cierta experiencia, sabés lo que hay que hacer y no entrás en un caos que no puedas manejar dentro de un set, seguro que podés dirigir.
-¿Qué es lo que no debería faltarle a un director de cine?
-Sentido común. Dar en la tecla de lo que necesita la escena es mucho más importante que saber dónde poner la cámara. Hay que saber de antemano de qué trata la escena, qué necesita y qué le conviene incorporar para que tenga y mejor destino. Y también estar atento a todo lo que encontrás cada día. A veces uno llega con determinadas ideas y de repente un actor te sorprende y te cambia la mirada que tenías sobre cierta escena, que necesita otro ritmo u otra pausa. Dirigir es fundamentalmente un acto de fe.
-¿Pensaste en Pilar Gamboa desde el primer día?
-Tenía varias actrices en la cabeza y Pilar era una de ellas. Hasta que alguien la mencionó expresamente y me dije, ¿por qué no? Es como un bolillero. A veces cae el número correcto y a veces no. En este caso salió el que tenía que salir.
-No es difícil reconocer en el Turbo, tu personaje, al Suar que aparecía en las películas anteriores. Pero más maduro, más contenido.
-En este papel tenía que pararme en un lugar diferente. Mucho más atento a esta mujer con problemas mentales en medio de una historia amorosa que no se cerró. Hay muchas situaciones divertidas, pero hace rato que no jugaba tantas escenas más dramáticas, con mucha más verdad.
-¿Empieza otra etapa en tu vida artística con este debut?
-Puede ser. Seguramente voy a empezar una carrera como director. Me gusta mucho esta faceta y creo que tengo algo para aportar en este género de comedias emocionales, hechas de personajes y vínculos fuertes, algo que vengo haciendo desde hace muchos años en la tele.
-Pero una cosa es una ficción televisiva, semanal o diaria, y otra contar en el cine una historia que se abre y se cierra en 90 minutos.
-Es cierto que el cine no tiene revancha como la tele, pero fue una experiencia muy tranquila, muy normal. Yo sabía que cuando me decían “una toma más”, era una más. Y además teníamos un código entre todos. Si algo no funcionaba, íbamos al VAR con Gustavo Bermúdez y Juan Vera [risas]. Por suerte tengo una personalidad que me predispone a evitar el caos. Lo hago cuando actúo, cuando produzco y cuando dirijo.
-¿Cómo se consigue ese control?
-Yo sé delegar muy bien. Al filmar cada escena ya tenía hecho y repasado todo el trabajo previo con mi asistente y con el director de fotografía. Cuando llegaba solo me tenía que concentrar en la actuación. Lo único que me importaba en ese momento era lograr el timing que buscaba para cada escena. En ese sentido, la película no necesita más de lo que tiene. No esperen virtuosismo técnico, belleza visual o acción. Una película necesita que esté bien contada, bien iluminada y que te conmueva. Mi intuición me dice que la gente se va a reír y también a lagrimear.
-¿Qué cine ves habitualmente?
-A mí me interesa ese cine que cada vez se hace menos, con personajes fuertes, mucha realidad. Me gustó mucho Historia de un matrimonio, con Adam Driver y Scarlett Johansson. También disfruto viendo películas de suspenso, thrillers.
-¿Te animarías a dirigir un thriller?
-No me lo imagino ahora, pero podría. Si estoy a la altura, eso sí. Hay que tener muy buen ojo para este tipo de historias. No cualquier director puede filmar bien el suspenso.
-¿Hacia dónde va el cine argentino desde tu mirada?
-Yo lo veo muy bien. Cada tanto hay un recambio y aparece una camada enorme y nueva de talentos independientes que la rompe. El cine independiente, que es muy bueno acá, además de a poco empieza a mezclarse muy bien con el cine comercial. Ya no existe el prejuicio de antes, esa división que había en otros tiempos. Hay películas buenas y malas en el cine comercial y el cine independiente.
-Llevás mucho tiempo haciendo cine y también te involucrás desde Polka con los nuevos formatos narrativos pensados para plataformas.
-Hay series recientes como Iosi, el espía arrepentido y Santa Evita que tienen un gran nivel cinematográfico. Ese es el camino. Las plataformas tienen presupuestos que la TV abierta ya no consigue y llegaron para quedarse. En los próximos años será una costumbre el mix entre el cine y estos nuevos formatos, con muchas variantes en el medio. Se vienen tiempos muy interesantes y hay que estar a la altura de ellos.
-Reed Hastings, el CEO de Netflix, predijo hace muy poco que a la televisión lineal no le quedan más de 10 años de existencia. Ese es el mundo en el que creciste como creador y productor, y en el que seguís hoy. ¿Qué pensás?
-No tengo tanta sabiduría como para pronosticar, pero lo mismo decían de la radio y sigue ahí. Yo pienso al revés y le auguro una larga vida a la televisión abierta. Creo que de aquí en adelante nos vamos a ayudar mutuamente con las plataformas. Ellas van a necesitar siempre de la TV abierta. Estamos en un proceso de conocer, probar, cambiar que todavía es muy prematuro. Lleva muy poco tiempo. La TV abierta sigue siendo atrayente para la gente. A lo mejor no puedo retener a la audiencia tanto tiempo como antes, pero sigue funcionando.
-¿De qué manera?
-Tomemos el caso de la 1-5/18. No fue un éxito grande, pero se mantuvo en 10,5, 10,8 de rating todo el tiempo. Me hubiese gustado hacer 14, 15 puntos, que es mi nuevo desafío y quiero hacerlo con la segunda parte de Argentina, tierra de amor y de venganza (ATAV), que estamos rodando ahora. Todos los días La Voz argentina y ahora también Marcelo Tinelli hacen 11, 12 puntos diarios. Igual que Guido Kaczka. Hoy, 11, 12 puntos significan que mucha gente te ve. Vamos en camino de coexistir con las plataformas. El primero de nosotros, de Telefe, convivió con Paramount+. A lo mejor, mañana una novela de Polka hace lo mismo. Convivencia en lugar de canibalización.
-En esta nueva etapa pospandemia ya te acostumbraste a hacer una sola ficción por temporada.
-Sí. Ahora estamos grabando la segunda parte de ATAV, que saldrá este año o el que viene. Todavía no lo sabemos. Y ya estamos pensando en la próxima porque trabajo así, con siete u ocho meses de anticipación. Mientras tanto hacemos muchas cosas con Disney. Trabajamos con HBO en la serie de María Marta García Belsunce el año pasado. Más que en cantidad, tratamos de ganar en calidad. A veces sale, a veces no. Hay que tratar de estar a la altura. Van a quedar los que lleguen a eso. En tiempo y en calidad para producir.
-Parece que todo fuera posible, que las plataformas rebosan de proyectos para los próximos meses o años. Pero vos estás hablando al mismo tiempo de una decantación. No todos van a quedar, solo los que estén a la altura.
-Estamos viviendo un momento de recambio que me obliga a estar a la altura, para seguir demostrando que estoy vigente. Y para eso voy a necesitar de mayor calma, mayor reflexión. Aprovechar todo lo que te dan los años. Después de los 50 uno percibe que la vida te puede dar cierta sabiduría relacionada con la experiencia y el aprendizaje de los errores cometidos. Con errores y aciertos, a esta altura puedo mostrar que tengo una manera propia de hacer y de entender la ficción.
-¿Cuál sería, a grandes rasgos?
-Contar ante todo una buena historia. Que tenga una buena trama, que cumpla con la premisa de los tres actos, que tenga buenos personajes y puntos de giro, que pueda atrapar a la gente. Eso es lo que me planteo frente a la hoja en blanco. A veces sale, a veces no. Pero creo que tengo buen ojo y buen gusto para hacer lo que hago. Estoy muy orgulloso de muchas de las cosas que hago, creo que me salieron muy bien.
-¿Cuánto tiempo llevás como gerente de programación de eltrece?
-Desde 2001.
-¿Qué vemos hoy en la grilla de un canal abierto en la Argentina? ¿Lo que diseña y elabora una dirección artística o lo que impone una realidad marcada por la estrechez?
-Lo que yo busco ante todo, en la medida en que se pueda y las cuentas cierren, es tener una ficción y un ciclo de entretenimientos como el que hace Marcelo Tinelli ahora. El formato es muy bueno, lo mismo que La voz Argentina.
-Ese tipo de programas nació y funciona muy bien en casi todo el mundo a partir de una sola emisión semanal. Acá se hizo costumbre programarlo todos los días, con el riesgo latente de un desgaste prematuro en todos los casos.
-Es cierto, es muy argentina esa costumbre. Pero fíjate que estos programas tienen duración corta. La temporada de Canta conmigo ahora va a ser de tres meses a lo sumo. Y si funciona bien, a lo mejor hacemos una segunda temporada. Arrancó en julio y va a terminar antes del Mundial. Yo lo veo muy bien a Marcelo. El programa día a día se va haciendo más sólido. De los 100 jurados seguramente 30 van a ser más conocidos que los demás. Pasó lo mismo con El hotel de los famosos, que también va a volver. Algunos nombres se hicieron más populares que otros. Los realities tienen eso de la fama explosiva.
-¿Te sorprendió el éxito teatral que estás viviendo actualmente gracias a Inmaduros?
-Sí, me sorprendió mucho. Lo disfruto muchísimo. Vamos por las 140.000 personas. Todos los días llenamos. Entiendo que la dupla con Diego Peretti es muy atractiva y la obra funciona muy bien. No tiene otra pretensión que hacer reír. Es una comedia liviana, pasatista, que toca temas de la actualidad, los cincuentones, el “machirulismo”, la deconstrucción, el feminismo, pero todo con un paso de comedia. Y es una obra de autores argentinos. Vale la pena hacer ese intento.
-¿Haber ganado experiencia y reflexión con los años te puede llevar a no ocupar tantas responsabilidades y hacer menos cosas de aquí en adelante?
-Yo estoy acostumbrado desde que tengo veintipico a trabajar así. Tengo pocas virtudes, pero una de ellas es saber delegar bien y organizarme para disfrutar lo que hago. Llevo adelante mi trabajo con mucha responsabilidad, pero si no disfruto haciéndolo todo puede derivar en un dolor insoportable. Cada cosa genera sensaciones diferentes. En el canal hay mucha más adrenalina, quizás me angustio un poco más. Hago teatro un año, descanso el siguiente y vuelvo. Hacer una película me lleva dos meses. Siento que voy hacia un momento de mi vida que será un filtro que me va a llevar cada vez más a la dirección. Y sobre todo a concretar mi sueño pendiente, que es el armado de una escuela de producción. Quiero formar productores, armar ahí un pequeño estudio de TV, convocar allí a autores, directores, dramaturgos. Quiero hacerla bien federal, dar unas veinte becas al año por ejemplo. Yo tengo mi experiencia y tengo mucho para dar y compartir. Ya llevo hechos 80 programas de televisión.
-Hablaste de la adrenalina y cierta angustia que nace de un trabajo de mucha responsabilidad en eltrece. ¿Nunca sentiste cansancio, ganas de dejar, la sensación de ciclo cumplido?
-Estoy unido a ese canal desde los 14 años. Es mi casa. Yo podría un día no trabajar más como director de programación y quedarme ahí para siempre ad honorem como asesor hasta que me dé la cabeza. Hay algo muy emocional que me une a eltrece, como me pasa con Polka. Podría trabajar en otro lado, pero mi corazón va a estar siempre ahí. No veo nunca un cierre. Siento que no me voy a ir nunca de ahí.
-Por último, ¿cómo ves a la Argentina en este momento tan complicado?
-Al mundo lo veo mal, estamos en manos de gente muy rara, en medio de una guerra. No hay estadistas, personas dispuestas a unir. Y en cuanto a la Argentina, la clase dirigente de una vez se tiene que poner los pantalones largos. El kirchnerismo y Juntos por el Cambio están todavía lejos de la gente. A mí no me gusta Milei, me parece ideológicamente peligroso, pero acertó al definir a la clase dirigente como una casta. Dejemos de lado el terrorismo de Estado, a la extrema derecha y la extrema izquierda. ¿Cómo puede ser que en todo lo demás, lo más importante, diez o quince medidas básicas y políticas de Estado, no se pongan de acuerdo y le hagan creer a la sociedad que eso no es posible? Es un cuento, yo no les creo. Mientras tanto siguen haciendo desde hace años lo mismo. Después de hablar de lo que hay que hacer maquillando las palabras, cuando se apaga la cámara empiezan a ver qué caja le toca a cada uno para sacarle todo lo que sea posible.
-Frente a esta situación, con las posibilidades de proyección internacional que ofrecen tus proyectos, ¿pensaste alguna vez en instalarte fuera de la Argentina?
-No podría vivir en otro lugar. Me siento cómodo en mi país. Siempre me fue muy bien, estoy agradecido. Me enoja saber que tenemos de todo, talento de sobra, y no podemos mejorar.
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