¡Hola! tuvo una entrevista íntima con la actriz en su casa de Parque Leloir, ella habló de todo
Mientras golpea suavemente sus uñas pintadas de dorado sobre la mesa, asegura: "Soy de las pocas que quedan del pasado y la única que se aggiorna al presente". Y así es: en casi 50 años de carrera Moria Casán (67) jamás dejó de ser noticia. Su talento arriba del escenario fue un pase libre al mundo del espectáculo. Pero también influyó su lengua filosa –ella la llama "karateca"– con la que supo marcar la diferencia. "Cuando empecé nadie podía creer que además de mostrar mi cuerpo pudiera hablar", explica. Tal vez por eso, entrevistarla es un desafío. Y a pesar de que el imaginario colectivo cree que Moria no guarda secretos, en una charla sincera, asegura: "Lo que se sabe de mi vida es el show off, si llegaran a conocer todo, se morirían".
–¿Soñabas con ser artista o fue algo que se dio?
–Nunca supe bien lo que quería, pero sabía que no quería casarme y tener hijos. A pesar de que mi padre era oficial del ejército, con mi madre eran bastante piolas y aceptaban que mi pensamiento estuviera fuera del convencional. Yo era buena en el colegio, estudiaba piano, me gustaba la danza. Aunque mi papá, por alguna razón que desconozco, no quería que estudiara baile. Por eso, iba a escondidas a festivales adonde me llevaban mi madre Rosita y mi tía Catalina. Una vez gané un primer premio y, a partir de ese momento, mi padre me permitió estudiar danza porque vio que tenía una vocación.
–Pero terminaste cursando Abogacía, ¿por qué?
–Me anoté cuando terminé el colegio porque tenía familiares abogados. Para mí era fácil seguir esa carrera, era buena estudiando de memoria. Un día un amigo me invitó al Teatro Nacional donde daban Cuando Abuelita no era hippie y me encantó el formato de revista. Después me presentó a Carlos Petit, que se impresionó con mi altura, y me ofreció ir a un casting. Pensé que era un chiste, pero me quedó latente. Dos días después, sin decirle a nadie, fui al teatro. Quería saber de qué se trataba. Llegué tarde, fui a cambiarme con ropa que me prestaron, me marcaron unos pasos e hice la prueba. Después me lookearon y Petit dijo: "Quedó todo genial, usted debuta esta noche".
–Tuviste un comienzo privilegiado entonces…
–Era una nena y enseguida me pusieron como primera vedette. Tengo el taco gastado, la calle Corrientes la viví. No toco de oído. Creo que fui la única que enseguida se hizo famosa, fui la mediática de la época. En ese momento, los programas de entrevistas eran muy pocos. En el teatro de revistas se cosificaba a la mujer pero yo nunca permití que un cómico hiciera de mi cuerpo un remate ni que me agrediera. Aunque muchos creen que mi vida es [Marcelo] Tinelli, la televisión o ser parte de una pelea, tengo casi 50 años en el mundo del espectáculo y jamás me bajé de los escenarios. Mi presente es tan contundente que se come el pasado. Pero el pasado existe.
–¿Hay cosas del medio que te molesten?
–Nada me afecta porque lo que se sabe de mí salió a la luz porque yo lo expuse. La fama es la misma impostora que el éxito y el fracaso. Todo lo que soy es lo que busqué. Siempre fui muy sabia en la construcción de mi esencia y desde siempre me sentí una almita vieja en un cuerpo joven.
–¿Le tenés miedo al paso del tiempo?
–No. Soy muy sana y pienso que el deterioro viene si te sobrepasás, entonces me cuido mucho. Les tengo respeto a las enfermedades. Por eso duermo bien, no tomo remedios… Pero no soy catastrófica, ni me planteo nada acerca del futuro, salvo los contratos laborales. Es lo único que puedo anticipar de mi vida.
SU MEJOR LEGADO
–¿Te hubiese gustado tener más hijos?
–No, yo no quería tener hijos. En eso insistió Mario Castiglione, porque yo era cero Susanita. Estaba muy realizada sin ser mamá... ¡Tenía 40 años cuando quedé embarazada!
No significa que Sofía no fuera deseada. Me encantó tener una hija y este amor que siento por ella es único.
–Sos una madre poco convencional.
–Nunca sentí que tenía posesión sobre mi hija. Jamás le dije que por su culpa dejé de hacer algo, ni ella tampoco a mí. Creo que la rotura del cordón umbilical la hicimos cuando Sofía me pidió a los 10 que le hiciera un cuarto arriba de la casa de los caseros para tener su mundo privado.
–La llegada de tu nieta, ¿te dio otra perspectiva de la vida?
–Con Sofía nunca fuimos muy apegadas. Creo que cuando nació Helenita, ella cambió. Es algo que les pasa a los hijos cuando son padres, hacen un clic. A mí me pasó lo mismo con mi madre. Ahora Sofía me entiende más y se entendió a ella también.
–¿En algún momento te disgustó la idea de que tu hija fuera actriz?
–No, para mí el mundo del espectáculo es maravilloso. Jamás le habría negado hacer algo que ella quisiera. Primero quería estudiar Economía, después ser madre. Y cuando tuvo que decidirse quiso ser actriz. Para mí fue perfecto, hizo una carrera absolutamente separada de ser "la hija de…".
–Sofía está embarazada de su segundo hijo...
–Una vez a la semana como en su casa o almorzamos juntamos. Pasamos mucho tiempo juntas. Todavía no la acompañé a ninguna ecografía, pero a la próxima voy a ir. Si es varón se va a llamar Dante y si es mujer, Roma.
–¿Esperabas ser la abuela que sos?
–No me imaginaba de ninguna manera. No sé cómo me ve ella: debo ser una especie de tótem divertido porque la diferencia de las dos abuelas es sideral. Yo soy como un Mickey Mouse con lolas, un parque de diversiones. Helena es una santa, buena, divertida. Cuando viene a mi casa, juega con los perros, nos mentemos en la pileta o viene a verme al teatro. Es amorosa.
–¿Se parece a vos?
–Es un personaje. Cambia de novio todo el tiempo, ahora tiene uno nuevo. Dice que se separó porque le "causaba problemas". Tiene 5 años y habla de separación. En la última ecografía de Sofía, la acompañó y dijo que estaba muy "conmovida". Tiene un lenguaje increíble.
–¿Qué creés que ve la gente cuando te ve?
–A primera vista me ven como una autoridad. Después, cuando me conocen, relajan. Quizá doy una imagen agresiva y no me doy cuenta... Pero soy genuina, jamás hago poses ni tengo dobles lecturas. Aunque las mujeres somos laberínticas, yo prefiero la simpleza. Por eso, tengo pocas amigas mujeres.
"Creo en el amor a mI misma"
–¿Cuán difícil fue el amor en tu vida?
–En realidad, yo me apasiono, no me enamoro. El amor me parece edulcorado y mentiroso. En nombre del amor se hacen las peores guerras y la gente utiliza la palabra "amor" de una manera tan banal que lo detesto. Cualquiera te dice que te ama. Yo me apasiono y me entrego, pero si alguien me dice "Te amo", le pego. Creo en el amor a mí misma, como Oscar Wilde. No es que sea una egocéntrica recalcitran te, pero el amor a uno mismo es lo que te permite amar sin poseer a los demás. El tema de la media naranja, convencional, con baladas, es una cosa que no soporto. Tuve muchos amores compulsivos que me hicieron sufrir. Esto que pienso ahora lo aprendí porque lo transité.
–Entonces, viviste el tipo de amor que tanto odiás hoy.
–Me tocaron hombres muy celosos y yo también lo era. Por suerte, lo solucioné. Viví cosas muy duras y atravesé el sufrimiento, pero nunca me instalé en él. Yo tuve todos los estados civiles: casada, soltera, separada, divorciada… ¡Otra que Liz Taylor! A pesar de ello, siempre estoy preparada para recibir algo mejor.
–¿Qué pensás del matrimonio?
–Es una institución en la que no creo. Me casé una sola vez por Civil y por Iglesia [con Juan Carlos Bojanich], el mismo día del cumpleaños de mi padre, que odió y no vino. Y no fue nada pomposo. Fuimos a la iglesia a la mañana, yo sin traje de novia, estaba toda de negro con una mini, bucaneras y una pamela. No tengo ni fotos de ese día...
–Hace cinco años que estás de novia con Bruno Spinetto.
–Bruno es un tipo muy especial, muy bohemio. Pinta, es divertido, tiene un gran sentido del humor, es muy inteligente y nos llevamos muy bien. Pero vivimos separados. En el verano tuvimos un distanciamiento, pero lo resolvimos. Si bien no estamos juntos durante la semana, hablamos por teléfono horas y me visita los fines de semana.
–¿Cómo te llevás con la hija de Bruno?
–Bien, pero no estoy mucho con su familia. No mezclamos, nos gusta mantener la intimidad con nuestros hijos para que nadie invada esa conexión. Creo que con Bruno nos respetamos mucho nuestros tiempos y momentos. Igual, es un águila, un GPS humano y está muy atento a mí.
MUJER ORQUESTA (Y ESTRELLA)
–¿Hay algo de lo que te arrepientas?
–Nunca. Aunque puede que tenga un principio de arrepentimiento cuando recuerdo a algunos que estuvieron en mi vida. Pero entiendo que si algo no resultó, fue culpa de los dos. Me hago cargo y borro a la gente que no me importa.
–¿Tenés asignaturas pendientes?
–Tal vez hacer una película dramática, que en algún momento me lo ofreció Daniel Tinayre pero tras su muerte, la propuesta quedó trunca. Pero todo lo que tengo ganas, lo hago. Las cosas se me dan porque las pienso muy fuerte. Por eso creo que no tengo asignaturas pendientes. Viaje, viví, actué, tuve amores... Nunca podría decir "hasta acá llegué" o "me tomo un año sabático porque estoy cansada". ¡Ni loca! No porque sea adicta al trabajo sino porque creo que uno puede meditar mientras trabaja. Es mi modo de vida.
–¿Cómo te resuena la frase: "Unos nacen con estrella y otros estrellados"?
–Entiendo tu punto. Creo que no nací con estrella sino con el firmamento entero que me hizo algo excepcional. Soy una mujer de gran protección con el Universo, que siempre juega a mi favor. Creo que soy una elegida.
Texto: Paula Galloni
Fotos: María Teresa de Jesús Alvarez
Producción: Rodolfo Vera Calderón
Maquillaje: Matías Callegari para Correa Estudio
Agradecimientos: Laura Noetinger, Breeder’s,
Maxi Cardaci y Galo Soto.
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