A Ewan McGregor no le preocupa ni su edad ni los cambios que enfrenta
El actor se está preparando para ponerse en el rol de Obi-Wan, que ahora tendrá su propia serie en Disney+
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A Ewan McGregor los 50 le cayeron del cielo. No es que el actor escocés (Perth, 1971) quiera escapar del medio siglo que lleva a sus espaldas. Es que ni su público, ni la industria ni él mismo parecen darse cuenta de su edad. “En Hollywood siempre les parecí muy joven para hacer de padre”, bromeaba hace un tiempo durante una entrevista con motivo de su trabajo junto a J. A. Bayona en Lo imposible. Pero los 50 ya le llegaron (el pasado miércoles) y McGregor los recibió con gusto, poniéndose en forma para comenzar este mes el rodaje de uno de los papeles más contradictorios y famosos de su carrera, el de Obi-Wan Kenobi que da título a la serie que los estudios Lucas están produciendo para Disney+. “Es un regalazo. Algo que no me había ni imaginado y aún menos la ilusión que me iba a generar. Lo digo en serio. Quizás porque ahora me acerco más a la edad que tenía Alec Guinness cuando dio vida a este papel”, comentó en estos días envalentonándose a la hora de echarse años, ya que le separa bastante más de una década de la edad que tenía el actor británico cuando se puso en el papel del último Jedi en los comienzos de esta saga galáctica.
Está claro que la edad no le preocupa y los cambios aún menos. Por que en sus inicios, el escocés más famoso después de Sean Connery que encontró trabajo y fama recién salido de la escuela londinense de Guildhall —donde fue compañero de estudios del otro Bond, Daniel Craig— era el menos indicado para una franquicia como Star Wars. Su marcado acento escocés y la rebeldía de sus declaraciones, especialmente contra las grandes producciones de Hollywood, le acercaban mucho más al rebelde Mark Renton que dio vida en Trainspotting -película que lo puso en el mapa-, que a la figura de Obi-Wan Kenobi que lo transformó en uno de los actores más taquilleros de la industria. Una dicotomía que sigue en su corazón porque si se le pregunta por sus películas preferidas, ninguna de ellas pertenece al universo de Star Wars. The Pillow Book, Big Fish y, por supuesto, Trainspotting son su selección sobre todo por lo mucho que le gustó trabajar con sus respectivos directores, aunque el público le conozca más por su manejo del sable de luz.
Los años también le ayudaron a entender que su trabajo como Obi-Wan Kenobi es mucho más querido de lo que pensó cuando la crítica —y él mismo— vilipendió los episodios I, II y III de la saga que creó George Lucas echando de menos las primeras entregas que se estrenaron en los setenta. “Ahora conozco a la generación para la que hicimos esas películas, que no era la mía. Los jóvenes que realmente están enamorados de mi trabajo, ahora verán la serie”, admitió ilusionado con esta nueva vida para su personaje. El secreto que envuelve la producción no le permitió comentar más de una trama con la que está mucho más implicado. El rodaje será similar al de The Mandalorian, en ese espacio llamado The Volume donde se amplían digitalmente las localizaciones. Y, a juzgar por la encargada de la serie, Deborah Chow, especialista en rodajes de acción, es lógico que McGregor se esté poniendo a punto. De ahí sus fotos en Instagram junto a su entrenador personal, Tony Horton, sacando músculo. Un cuerpo diferente al que durante años no tuvo reparos en enseñar de frente y desnudo en películas como Velvet Goldmine, pero donde los 50 no pesan.
La vida del protagonista de Moulin Rouge también dio muchas vueltas en lo personal. Lo suyo fue durante años una troupe; donde iba él, iban todos, su entonces esposa Eve Mavrakis, y sus cuatro hijas, Clara, Jamyan, Anouk y Esther. “Sé mucho de ser padre, tengo una relación única con mis hijas”, solía decir. Ahora no quiere hablar del tema. Tras 22 años de matrimonio, McGregor se separó de Mavrakis en 2017. La noticia coincidió con la publicación de unas fotografías en las que se veía al actor besándose con su compañera de rodaje en la serie Fargo, Mary Elizabeth Winstead. El actor aprovechó su victoria en los Globos de Oro para dedicarle la estatuilla a su esposa y su familia —”que siempre estuvieron a mi lado estos 22 años”, dijo— y también a su nueva compañera. “Nunca me he sentido mejor”, afirmaría meses más tarde abandonando toda presencia en las redes ante los ataques recibidos, tras su separación tanto de desconocidos como de sus propias hijas. El divorcio le costó caro también económicamente, con una pensión mensual a su hija menor por encima de los 12.000 euros y de unos 30.000 euros al mes a su esposa.
Pero dinero no le falta, quizás sí tiempo entre tanto rodaje, pero justo antes de la pandemia McGregor tuvo de nuevo la oportunidad de hacer una de las cosas que más le gusta: encontrarse a sí mismo sobre su moto. Esta vez fue para la serie documental Long Way Up gracias a la que cruzó 13 países, desde Usuahia a Los Ángeles, pasando por la tierra de sus ancestros, Chile. “Tenemos esa rama chilena en mi familia. Creo que fue mi tatarabuelo, escocés, quien se fue a Chile a finales del siglo XIX para ayudar en la construcción del ferrocarril. Allí se casó, tuvo un hijo y cuando se murió el hijo regresó a Glasgow, pero cuando quiso traerse a su madre, creo que se murió en la travesía. Algo triste”, comentó tras ese viaje personal con el que se preparó para los próximos 50.
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