La actriz, quien falleció en 2020 y estaba alejada de su vida artística desde hacía décadas, fue un puntal en la vida de su famosa gemela; dedicada a su familia, jamás desatendió el vínculo con sus amigos y algunos colegas
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Hace exactamente tres años, en horas de la tarde, Mirtha Legrand despertaba de su siesta con le peor noticia. Su hija Marcela Tinayre, sentada a los pies de la cama, le insinuaba aquello que no quería escuchar. “Tía Goldy se descompuso”, le dijo la madre de Nacho y Juana Viale. Rápida de reflejos, Chiquita le preguntó: “¿Murió?”.
Previamente, Marcela le había pedido a Elvira, la fiel asistente de la diva, que apagará televisores y radio, y le quitara a Mirtha el celular que solía estar en la mesa de luz, ya que no deseaba que el disgusto de la muerte de su hermana llegara a sus oídos a través de los medios de comunicación o desde la frialdad de un pésame por mensaje telefónico.
El 23 de febrero de 1927, María Paula Aurelia Martínez Suárez, tal el verdadero nombre de Silvia, fue la primera de las gemelas que dio a luz doña Juana, la maestra de Villa Cañás que era una autoridad del pueblo. Segundos después del nacimiento de la niña, la partera le dijo a la madre “señora, haga fuerza que viene la segunda”. Eran tiempos donde no existían las ecografías y la sorpresa no fue menor. La diferencia de peso de las bebas generó el apodo que las acompañarían de por vida. Goldy, una sofisticación de “gordita”, y Chiquita.
Una muerte inesperada
El 1° de mayo del 2020, Silvia Legrand había amanecido normalmente en su casa de la localidad de Olivos, al norte de la ciudad de Buenos Aires. Junto a ella, su fiel asistente de muchos años la acompañaba en la cotidianidad de lo que sería una jornada matizada con los llamados telefónicos que le realizaba a su hermana gemela.
Luego del almuerzo, la mujer de 93 años se recostó, como lo hacía todas las tardes, para dormir su siesta. Un descanso del que no volvió a despertar. Durmiendo, la actriz, retirada de su oficio artístico desde hacía décadas, falleció sin sobresaltos, en paz. “Paro cardíaco” fue el escueto parte médico.
Goldy, el apodo con el que la llamaban todos y que había dejado atrás al formal Silvia, era sumamente querida por su familia y por la colonia artística. “Vos la querés más a mi hermana que a mí”, le solía remarcar Mirtha Legrand a Susana Giménez, quien, al enterarse de la triste noticia, no dudó en salir al aire en Telefe Noticias para homenajearla. Aquella noche, se pudo escuchar a una Susana Giménez devastada, llorando en público, algo infrecuente en ella.
Mientras Gloria y Mónica Lópina, las hijas de Silvia Legrand, hacían los trámites del funeral, Mirtha Legrand vivía su tarde más dolorosa en el living de su piso de la Avenida del Libertador. Hasta allí llegó corriendo su amigo, exproductor y vecino Carlos Rottemberg, quien junto con Marcela Tinayre y Nacho Viale trataron de persuadir a Mirtha, ya que era inviable que pudiera despedirse de su hermana. Eran tiempos pandémicos y las restricciones en nuestro país eran muy estrictas. Además, con el Covid acechando impiadoso, no era conveniente que la conductora estuviera en contacto con demasiadas personas.
“Voy a ir a despedir a mi hermana, tengo el derecho de hacerlo”, bramó Mirtha elevando la voz enérgicamente. Hubo que calmarla buscando que no se descompensara. El dolor era grande, la situación social extremadamente anómala y Chiquita, aunque en perfecto estado de salud, no dejaba de ser una mujer de 93 años, razones suficientes para protegerla e impedirle salir de su casa, algo que ella, inteligentemente, luego entendió.
Tiempo después, la conductora reconoció con dolor: “Me mostraron una foto del cajón en el cementerio y lo único que pensé es ´ahí está mi hermana´”.
Con nombre propio
Si bien su retiro prematuro de la vida artística hizo que se la llamara “la hermana de Mirtha”, lo cierto es que Silvia Legrand fue una actriz que había logrado trascendencia propia. Su debut se produjo junto a su hermana, cuando las gemelas fueron extras en el film Hay que educar a Niní, protagonizado por Niní Marshall y estrenado en 1940.
Luego, en 1941, formaría parte de Novios para las muchachas y El más infeliz del pueblo, con Luis Sandrini, y La casa de los cuervos, donde acompañó a Amelia Bence. Ese mismo año, volvió a compartir un set con su hermana Mirtha, cuando ambas se pusieron al frente de Soñar no cuesta nada, dirigida por Luis César Amadori.
Hasta 1962, Silvia Legrand continuó desarrollando su carrera cinematográfica tanto junto a su hermana como de manera independiente y fue una década después cuando volvió a los sets para rodar su último trabajo en el film Juan Manuel de Rosas, donde interpretó a Mariquita Sánchez de Thompson bajo las órdenes de Manuel Antín.
También en la televisión, la actriz formó parte de diversos ciclos, entre ellos el recordado Carola y Carolina, una comedia policial donde compartió el protagónico junto a Mirtha y que salió al aire por Canal 13 durante la temporada 1966.
Las razones por las que Silvia Legrand se retiró joven de su carrera artística nunca fueron del todo claras. Si bien públicamente, se encargaba de confirmar que se trataba de una decisión tomada con convencimiento para dedicarse a criar a sus hijas, lo cierto es que siempre se creyó que fue su marido, el militar Eduardo Lópina, fallecido en 2005, quien no veía con buenos ojos la vida pública de su mujer.
Retirada de su carrera, Goldy no solía participar de eventos sociales ni asistir a estrenos de teatro. Jamás aceptó la invitación de su hermana para formar parte de sus legendarios almuerzos televisivos, lo cual hubiese generado un importante pico de rating. Aunque en los últimos años, Silvia tenía facciones diferentes a las de su hermana, mientras se mantuvo activa artísticamente, el parecido con su gemela era asombroso.
El viaje final
En marzo de 2018, Mirtha y Silvia, junto con su hermano, el director y teórico del cine José Martínez Suárez, fallecido en 2019, viajaron a Villa Cañás, la ciudad santafesina que los vio nacer.
Invitados por el Club de Leones local, recorrieron aquellas calles que los vieron nacer, participaron de diversos homenajes y realizaron unas cuantas entrevistas. En aquel viaje, Goldy mostró algunas dificultades para trasladarse. De hecho, en algún acto público, permaneció sentada mientras Mirtha estaba de pie.
“Recuerdo cada uno de los nombres de los vecinos y puedo decir de memoria qué había en cada cuadra”, solía decir la mujer, fanática de su terruño y que, al igual que sus hermanos, jamás se olvidó del lugar donde nació.
El golpe por la muerte de Josecito, “lo mejor de la familia” -como solía describirlo Mirtha- fue muy duro para las hermanas, quienes nunca se recuperaron del todo de aquel momento tan triste que marcaba el comienzo de la descomposición de la familia.
Silvia Legrand fue una madre y abuela dedicada a los suyos. Una hermana pendiente de la vida y la carrera profesional de sus hermanos. Amiga ocupada y el centro de las reuniones familiares, gozaba siempre de muy buen humor. Solía enviarles tortas a sus amigos en el día de sus cumpleaños y nunca faltaba la palabra de aliento a quien la estaba pasando mal. Coqueta como su hermana, vestía elegantemente, aunque con más sobriedad que Mirtha.
Ella jamás renegó por no haber continuado su vocación artística y siempre acompañó la carrera de su hermana siendo un bastón en las sombras. Si Mirtha puede hacer gala de una memoria prodigiosa, Goldy redoblaba el mérito, siendo material de consulta permanente por la diva televisiva. Cuando quería enviar un saludo o preguntarle algo a algún invitado de los programas de su gemela, enviaba un mensaje a la producción que era todo un guiño para Mirtha: “Dice Paula, de Olivos...”. La Chiqui sabía de quién se trataba, ante aquel mensaje camuflado con el nombre real de su hermana.
Aquel 1° de mayo del 2020, acaso haya sido el día más triste de Mirtha Legrand, quien, si bien ya había padecido las muertes de su marido Daniel Tinayre, su hijo Danielito y su hermano José, esta muerte implicaba mucho más. Era la pérdida de ese otro yo que la había apuntalado a lo largo de 93 años. Silvia Legrand eligió no ser diva. Así murió. En silencio. Con bajo perfil, como había vivido.
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