A 21 años de la muerte de Arturo Maly, el recuerdo de su amigo Patricio Contreras: " Era como un niño, tenía un humor travieso
Falleció hace 21 años y era un actor muy dúctil a pesar de que se recuerdan especialmente sus villanos. Sus amigos aseguran que era como un niño, tierno y seductor.
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“Lo queríamos mucho a Arturo. Era como un niño, seductor. Tenía un humor travieso que desmentía el aspecto de hombre serio que presentaba”, dice Patricio Contreras sobre su amigo Arturo Maly. Y tiene razón porque Maly fue el villano de decenas de novelas y películas, con roles recios, mirada penetrante, muchas veces despreciable. Pero quienes lo conocieron destacan su alegría, su humor y su amabilidad. Murió hace 21 años en un día patrio, el 25 de mayo de 2001, en Morteros, provincia de Córdoba, donde estaba haciendo una gira con la comedia Sinvergüenzas.
Había nacido el 6 de septiembre de 1939 en Buenos Aires y hasta los 30 años se ganó la vida como pudo, mientras estudiaba teatro en el Conservatorio de Arte Dramático, donde se recibió en 1963. Debutó siete años más tarde, en Esta noche… miedo, un unitario de suspenso, con elenco rotativo, y a partir de ese momento no paró de trabajar, sobre todo en cine y televisión.
Se animó a todos los géneros, aunque los productores insistían en darle personajes de villano. Su primera película fue Gente en Buenos Aires, en el ‘74, y le siguieron muchas otras, entre ellas Los gauchos judíos, Este loco amor loco, No habrá más penas ni olvido, Noches sin lunas ni soles, Cuarteles de invierno, El caso Matías, Tacos altos, La cruz invertida, Últimos días de la víctima, Contar hasta diez, La clínica del Dr. Cureta, Carlos Monzón, el segundo juicio, Campo de sangre, La fuga, que se estrenó unos días antes de su muerte, y Ciudad del sol, su última película, en el 2001.
Un niño seductor
Patricio Contreras fue uno de sus más queridos amigos. “Sólo trabajamos en un par de películas, pero en los ‘90 formamos un grupo con José Pablo Feinmann, Juan Cosín, Aldo Braga y otros amigos. Nos juntábamos una vez al mes a cenar en algún restaurante del centro, y ahí empezamos a gestar un proyecto de teatro que finalmente no pudimos concretar. Imaginábamos una historia que tenía que ver con el momento que vivíamos en esos años, porque la realidad argentina siempre es generosa en mantenernos alerta todo el tiempo. El poder siempre es un tema que cambia de vestimenta pero no pierde la fuerza. Quedó como recuerdo bello, deseable, que añoro”, le cuenta Contreras a LA NACION.
“Nuestra amistad nació en la noche porteña. A veces íbamos a buscar a Feinmann al teatro de la comunidad armenia, en Palermo, donde el solía dar sus cursos. Por ahí íbamos a escuchar la clase, previo a la comida, y hablábamos de (Jean Paul) Sartre, (Friedrich) Nietzsche, y después nos íbamos encantados a comer a una parrilla. Fue una relación muy linda”, se emociona. Y agrega: “Era un tipo de una gran ternura, todo lo contrario a lo que proponía físicamente y en sus roles. Con un gran sentido de la amistad. Es una persona a la que extraño mucho. Siempre pienso en él y en algunos amigos claves de la época cuando acontecen cuestiones que conmueven al país y al mundo, e imagino cómo hubieran reaccionado, cuáles serían los chistes que haría tal o cual, y siempre está Arturo entre ellos. Lo queríamos mucho a Arturo. Era como un niño, seductor, tenía un humor travieso que desmentía el aspecto de hombre serio que presentaba. Y como actor siempre fue muy singular, primero porque tenía un aspecto aristocrático, interesante, que podía ser de perverso, de mal bicho pero también de un personaje noble”.
Hizo mucha televisión: Las cosas de los Campanelli, El teatro de Norma Aleandro, Hombres en pugna, Alta comedia, Celeste, Rosa... de lejos, Las 24 horas, Los especiales de ATC, Compromiso, Tiempo cumplido, Socorro quinto año, La bonita página, Atreverse, Por siempre mujercitas, Nano, Como pan caliente y Muñeca brava. Amor latino fue su última novela, en el 2000.
Viviana Saccone fue su compañera en Celeste y tiene un recuerdo del actor. “Yo era muy jovencita, recién empezaba a trabajar y miraba todo con mucho asombro. Y Arturo era un actor súper consagrado. Lo tenía como actor dramático, muy serio, y en cambio era muy gracioso. Era como un chico jugando, muy divertido, con un enorme sentido del humor. Me sorprendió porque pensé que me iba a encontrar con una persona seria, callada, aburrida. Era tan lindo, tan lleno de alegría. Alguien con una hermosa energía”, recuerda la actriz.
Segundo Cernadas también trabajó con Maly, en su caso en Muñeca brava. Aunque no compartieron muchas escenas, lo guarda en su memoria: “Hacía del padre de Facundo Arana y era un tipo muy gracioso que en todas las escena tiraba chistes. Muy buena persona, realmente muy agradable”.
El villano más tierno
No le gustaba que lo encasillaran y sobre sus papeles de villano, el mismo Maly reflexionó alguna vez en una entrevista en Sábado bus: “Creo que me llaman para hacer de malo porque es económico y les ahorro, tal vez, pensar en otros actores. Dicen: ‘Este hombre ya lo tiene hecho’. Pero he hecho otros papeles y muchas comedias. Sin embargo, curiosamente en el inconsciente colectivo quedan esos papeles. Habría que preguntarse por qué”.
Su primera obra de teatro fue en 1968 y se llamaba América Hurrah!, dirigida por Carlos Gandolfo, y le siguieron Sucede lo que pasa, con dirección de Alberto Ure; Cyrano de Bergerac, por Osvaldo Bonet; Marathon y Los siete gatitos. Estaba haciendo una gira con la comedia Sinvergüenzas cuando la muerte lo sorprendió en Morteros, Córdoba. Había llegado la noche anterior y ese día sus compañeros, Diego Díaz, Toti Ciliberto, Gonzalo Urtizberea, Juan Palomino, Eduardo Cutuli y Esteban Prol, lo esperaban para desayunar. Nunca llegó porque sufrió un paro cardíaco mientras estaba en su habitación. Pudo pedir ayuda y fue traspalado a un hospital, pero murió al mediodía. Tenía 62 años. Dijeron que había tenido otros episodios cardíacos en los últimos meses y hasta que se había desmayado en una oportunidad.
De perfil bajo, Arturo Maly nunca hablaba de su intimidad. Estaba casado con la vestuarista Marta Klopman y tenía dos hijos, Exequiel y Alejandro.
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