Goldy Legrand y el vínculo simbiótico con Mirtha, su hermana gemela
La muerte de Silvia Legrand significa para su hermana Mirtha el desgarro de su otra mitad. Eran una para la otra. Así fue siempre, desde que nacieron en Villa Cañás, provincia de Santa Fe, hace 93 años. De gran parecido físico, por tratarse de gemelas, cada una construyó una vida muy diferente. Mirtha, la estrella de la familia, siempre se apoyó en su hermana y en José Martínez Suárez, su hermano fallecido el año pasado. En ellos encontraba la palabra justa, la reflexión precisa. Con Silvia el vínculo era más que estrecho. Silvia era, realmente, el cincuenta por ciento de la diva. Acaso porque su temperamento difería enormemente del de la reina de los almuerzos televisivos. Silvia jamás discutía con Mirtha y era la única autorizada para decirle verdades por más crudas que sonasen. Así fue en lo laboral y en lo personal. Si Silvia opinaba, Mirtha asentía. Tal es así que, antes de cada emisión en vivo, Goldy llamaba a La Chiqui por teléfono y le auguraba buena suerte. Tres horas después, era Mirtha la que llamaba para recibir la opinión de su hermana sobra el programa realizado. Silvia tenía muy buenos modos, jamás ofendía con sus dichos, pero era implacable a la hora de dar sus críticas. Mirtha siempre tomaba nota de esa evaluación sincera, sin dobles intenciones, sin competencia. Y si la reina madre de la televisión argentina es prodigiosa en su memoria, su hermana Silvia aún más. "A cualquier hora la llamo para consultarle un nombre, o recordar una situación. Ella siempre se acuerda", decía la estrella de eltrece.
Aunque se retiró joven, y no compartió tantos trabajos con su hermana como se cree, Silvia siempre gozó de un nombre propio por su carrera como actriz y por ser la hermana de una de las grandes divas argentinas que no dudaba en mencionarla una y otra vez, dando muestras de un verdadero amor fraternal. Aquel apodo, que la acompañó desde los primeros años de vida, la coronó públicamente, acaso más que su nombre artístico y, desde ya, que el que figuraba en su documento: María Aurelia Paula Martínez Suárez. Goldy nació en una charla de Juana y José, sus padres, sobre el piso damero del almacén de ramos generales de la familia. Silvia pesó más que su hermana, por lo tanto, fue bautizada coloquialmente como Goldy. A Mirtha, de considerable menor talla, el apodo no podía ser otro que el de "Chiquita".
En los actos escolares de la escuela pública de Villa Cañás a la que concurrían, Mirtha se destacaba por su actitud, llamaba la atención. "Yo pedía que me hicieran el moño más grade", confesó más de una vez. Todo lo contrario que Silvia, quien prefería un lugar más sobrio, pasar inadvertida. "A mí me divertía treparme a los árboles, los juegos de los chicos. No digo que no me atrajera actuar en los actos escolares, pero no tanto como a Chiquita", explicó en una entrevista radial en un viaje a su ciudad natal.
Silvia y Mirtha debutaron juntas, como extras, en una película protagonizada por Niní Marshall. Eran tiempos en los que vivían en el barrio porteño de La Paternal con Juana, la abnegada madre que hizo frente a la viudez desde joven con la prematura muerte de su marido. Y, si bien se las asocia artísticamente, cada una desarrolló proyectos por separado. Eso sí, antes de la firma de un contrato, una consultaba a la otra.
Vida interior
En 1944, Silvia se casó con Eduardo Lópina, un oficial del Ejército. Tuvieron dos hijas mujeres: Gloria y Mónica, de estricto perfil bajo. Reservada como pocas, Silvia nunca habló demasiado de su vida matrimonial. Algunos indiscretos han afirmado que su esposo no veía con buenos ojos su carrera de actriz y que la confinó a abandonarla prontamente. Otros, más benévolos, explican que fue la propia Silvia la que decidió abocarse a esa vida familiar que le generaba más satisfacciones y placer que estar pendiente de una carrera demandante. Acaso su personalidad poco tenía que ver con las luces del espectáculo, con aparecer en los medios de comunicación y, mucho menos, que se hablé por demás de su resguardada privacidad. Lo cierto es que su vida personal fue casi un misterio. Jamás se la veía acompañando a su hermana a eventos público y no concurría a reuniones del ambiente artístico con su marido, fallecido en 2005.
Durante muchos años, Silvia vivió en un caserón en Martínez, muy cerca de la costa del Río de la Plata, pero, ya desde hacía bastante tiempo habitaba en un chalet en Olivos, para que la distancia con sus hermanos, que vivían en Palermo, fuese menor. Era común verla haciendo sus compras en la zona o ir hasta el atelier de su coiffeur de muchos años sobre la Avenida Del Libertador.
Más que una hermandad
A pesar que su marido no era muy afecto a compartir momentos con sus cuñados, el vínculo de Silvia con sus hermanos era siempre más que fluido. Generalmente era Mirtha la que invitaba a su casa. Y allí iban Silvia y José, sin sus parejas, para disfrutar de la mesa recordando los tiempos aquellos de la infancia en Villa Cañás, de las tardes en el cine Dante, de los paseos hasta Rosario, la gran ciudad cercana que los maravillaba con sus teatros. En los últimos años, Mirtha repetía el ritual. Luego de animar sus almuerzos de domingo, partía rauda del estudio de Palermo para recibir, en su piso de Avenida Del Libertador, a un puñado de amigos y a sus hermanos, quienes se sentaban a ambos laterales de la diva.
En agosto de 2018, se celebraron los cincuenta años de Almorzando con Mirtha Legrand. Para la ocasión, Goldy hizo una excepción a su estricto ostracismo y grabó, con voz en off, una poesía que habían aprendido los hermanos de pequeños. La emoción fue mucha. Aquel "querida hermana" de Silvia quebró a Chiquita. Fue toda una rareza dado que, desde su joven retiro laboral, jamás se sentó en la mesa más famosa del país. No por que no la invitasen, sino porque ella prefería seguir en el ostracismo. Alimentando su misterio.
Paradójicamente, a pesar de su retiro siendo muy joven, Silvia siempre mantuvo un gran vínculo con el mundo del espectáculo. "Susana la quiere más a Goldy que a mí", dijo Mirtha, más de una vez. "La amo, la llamo siempre, le pregunto cómo está", contó Susana cuando acompañó a las gemelas en algún festejo de cumpleaños. Goldy era muy atenta y servicial. Siempre estaba al tanto de alguna dificultad de salud de sus excolegas, o si atravesaban por malos momentos económicos. Ahí estaba el llamado, la palabra de aliento y la ayuda material. Así era. Sus charlas con Coca, viuda de Juan Carlos Calabró, podían continuarse por horas. Era muy amiga de sus amigos.
En marzo de 2018, Silvia visitó Villa Cañás junto a sus hermanos. Fue la despedida a esa ciudad que la vio nacer. "La vida no es como uno quiere", decía como un mantra que le daba sentido a su longeva existencia. Mirtha tomó prestada tal afirmación.
Hoy, mientras dormía su siesta diaria, luego de haber conversado telefónicamente con su hermana gemela, Silvia murió. Goldy y Chiquita eran una sola persona. Simbióticas. Iguales y diferentes a la vez. Su partida dejó diezmada el alma de su hermana a la que le costará mucho recuperarse de la pérdida de su otra mitad. Silvia Legrand se fue con perfil bajo, como fue su vida.
Otras noticias de Silvia Legrand
Más leídas de Personajes
In fraganti. Paul Mescal: amores, coqueteos y conquistas de un Gladiador
Elogios, abrazos y un “piquito”. El celebrado reencuentro de Leonardo DiCaprio y Kate Winslet, a 27 años del estreno de Titanic
"El dolor fue real”. Denzel Washington: su cambio físico, la ayuda que recibió de Lenny Kravitz y una impensada confesión
"Destruido para siempre". La contundente respuesta de Pampita a García Moritán y el nuevo paso que dio en su relación con Martín Pepa