La actriz británica murió, tras un accidente de esquí en Canadá; tenía 45 años
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“No soy bueno sin trabajo y no quería entrar en la depresión”, contó en una oportunidad Liam Neeson. El actor siempre subraya que el cine lo salvó de un espiral autodestructivo luego de la muerte de su esposa, la actriz Natasha Richardson, con quien tenía uno de esos vínculos que pocas veces vemos en la industria del cine: sólido, de perfil bajo, sin escándalos, fuerte ante cada embestida, como los conflictos al inicio de su romance. Por lo tanto, cuando la actriz falleció, la luz de Neeson se apagó y fue invadido por un dolor infinito que parece notársele en el rostro. No sucumbió a la depresión, pero siempre reconoce que espera ver entrar a Natasha por la puerta. Toda una postal de una tristeza perenne.
Este jueves se cumplen 12 años de la muerte de la actriz británica, quien nació en un mundo de artistas. Natasha era nieta del director Sir Michael Redgrave y la actriz Rachel Kempson, sobrina de los hermanos actores Corin y Lynn Redgrave, hija de la actriz Vanessa Redgrave y del realizador Tony Richardson, y hermana de la también actriz Joely Richardson. “Como no conocía otra cosa, en ese momento me parecía normal. Cuando era chica, no me interesaba el trabajo de mis padres, creo que suele pasar que solo te preocupás por tu infancia, lo cual es un poco triste, porque en mis 20 falleció mi padre, a quien nunca le pude preguntar nada sobre su trabajo. Después de su muerte, empecé a ver todos sus films, que en los 60 fueron revolucionarios para el cine británico”, le contó en exclusiva a LA NACION Joely sobre cómo fue crecer con su hermana en una casa rodeada de artistas.
No faltó mucho para que Natasha también se sume al grupo y lo hizo nada menos que de la mano de su padre, en La carga de la brigada ligera, en 1968, el comienzo de una prolífica carrera que incluyó títulos como la versión cinematográfica de The Handmaid’s Tale, la emblemática comedia de los 90 Juego de gemelas, la extraordinaria Una mujer llamada Nell de Michael Apted, donde trabajó con Neeson, y la comedia romántica Sueño de amor. Asimismo trabajó con su madre nada menos que un año antes de su muerte en la película Pasión al atardecer de Lajos Koltai -ya lo había hecho previamente en La condesa blanca de James Ivory-, y en la obra teatral Pequeña música nocturna.
Fue en teatro precisamente donde deslumbró en las puestas de Anna Christie y Cabaret, por la cual se llevó el premio Tony por su interpretación de Sally Bowles. Su último trabajo sobre las tablas fue con un rol icónico: el de Blanche DuBois en Un tranvía llamado deseo. En ese espacio tan preciado para ella fue donde conoció a Liam Neeson y en un momento turbulento de su vida, donde estaba en un matrimonio sin amor, con un conflicto interno que ya no podía ocultar.
Como Fred Astaire y Ginger Rogers
Cuando le preguntaban a Neeson sobre su vínculo con Richardson, él casi siempre respondía con una analogía acorde a su cinefilia: “Somos como Fred Astaire y Ginger Rogers”. Dupla indisoluble, fusión perfecta, uno conectado con el otro y viceversa. Ambos se conocieron en Broadway, en los ensayos para la obra Anna Christie. Sin embargo, en ese momento, en el año 1992, la actriz estaba casada con el productor Robert Fox. “Conocí a Liam en un mal momento, pero obviamente me enamoré”, llegó a manifestar. El sentimiento, claro, fue mutuo. “Su cabello caía en cascada. Lo recuerdo. Eso era muy, muy atractivo. Nunca había vivido ese tipo de situación de química explosiva. Ella y yo éramos como [Fred] Astaire y [Ginger] Rogers. Tuvimos ese maravilloso tipo de baile: danza libre en el escenario todas las noches”, aseguraba Neeson.
Lo que sentía era tan ineludible que Richardson le pidió el divorcio a Fox ese mismo año, hizo las valijas y partió a Polonia donde Neeson estaba filmando La lista de Schindler. Desde ese momento, su relación avanzó a pasos agigantados. En 1994 se casaron en su casa de Nueva York, siempre con ese perfil bajo que los caracterizaba como pareja, y en 1995 y 1996 les daban la bienvenida a sus hijos, Micheál y Daniel. Lejos de la prensa, disfrutando de la vida en familia y de su trabajo, Richardson se sentía plena en su cotidianidad, con esa armonía que transmitía su rostro. Todo dio un vuelco en 2009, cuando emprendió un viaje a Québec, Canadá.
El final menos pensado
Mientras Neeson se encontraba de rodaje -el actor estaba filmando en Toronto el thriller de Atom Egoyan, Chloe-, Richardson decidió viajar a Québec con sus hijos. El 16 de marzo, mientras estaba tomando una clase de esquí para principiantes en el centro exclusivo Mont Tremblant, cayó por una pendiente y sufrió un golpe en la cabeza. Si bien en un comienzo la lesión no parecía ser grave porque ella misma no quiso ser atendida e incluso bromeó con su instructor sobre su mal desempeño, a la dos horas del golpe empezó a sentir un constante dolor de cabeza por el cual pidió atención médica. Finalmente, fue trasladada primero al hospital de Montreal, donde entró en coma, y luego al Lenox Hill de Nueva York, donde su cuadro empeoró aún más. La actriz padecía de muerte cerebral.
"Conocí a Liam en un mal momento, pero obviamente me enamoré"
Natasha Richardson
“Hablé con ella y me dijo: ‘Oh, cariño, me caí en la nieve’. Así es cómo lo describió”, recordó tiempo después Neeson sobre su última conversación con su esposa. Al arribar al hospital, se sentó a su lado y le dedicó unas palabras conmovedoras. “Fui con ella y le dije que la amaba. Le dije: ‘Amor, no vas a volver de esto. Te golpeaste la cabeza. No sé si podés oírme, pero eso es... Eso es lo que pasó. Y te traemos de regreso a Nueva York. Toda tu familia y amigos vendrán”, le expresó el actor a su amada Natasha, quien murió a los 45 años, a causa de un “hematoma epidural accidental causado por un golpe brusco en la cabeza”.
El 18 de marzo, el portavoz de la familia confirmaba la peor noticia. “Liam Neeson, sus hijos, y toda la familia están sorprendidos y devastados por la trágica muerte de su amada Natasha. Ellos están profundamente agradecidos por el apoyo, amor y rezos de todos y piden privacidad durante estos tiempos difíciles”. En la actualidad, si uno repasa la filmografía de Neeson, tras la muerte de Richardson, notará que es muy extensa. Como él mismo lo ha contado, el cine y sus hijos fueron su refugio para no caer.
“Eso es lo extraño del dolor: no podés prepararte para eso. Creés que vas a llorar y terminar con todo de una vez. Uno hace esos planes, pero nunca funcionan. Te golpea en medio de la noche, bueno, por lo menos a mí me golpea en medio de la noche. Entonces, salgo a caminar. Hay momentos, ahora, en nuestra residencia de Nueva York, en los que escucho que se abre la puerta. Ella siempre dejaba caer las llaves en la mesa y una parte de mí espera que me diga ‘¿hola?’, como solía hacerlo cada vez que llegaba. Cada vez que escucho que se abre la puerta sigo pensando que voy a escucharla y, entonces, el dolor me golpea. Es como una ola”, describió el actor, a quien nunca se le conoció una pareja luego del fallecimiento de Natasha.
Un especial homenaje
En 2018, uno de los hijos de Natasha, Micheál Neeson, decidió cambiar su apellido. Desde ese momento en adelante, pasó a llamarse Micheál Richardson, en homenaje a su mamá, quien murió cuando él tenía 13 años. “No fue porque quería evitar la fama de su padre, que es enorme. Quería mantener a su madre cerca de él”, explicó la abuela del joven, Vanessa Redgrave.
"Hay momentos, ahora, en nuestra residencia de Nueva York, en los que escucho que se abre la puerta. Ella siempre dejaba caer las llaves en la mesa y una parte de mí espera que me diga ‘¿hola?’, como solía hacerlo cada vez que llegaba"
Liam Neeson
Neeson, por su parte, se abocó a su carrera, y mencionó lo importante que fueron sus hijos para levantarse de la cama todos los días. “Simplemente no quería, especialmente para mis hijos, estar revolcándome en la tristeza o en la depresión”, remarcó el hombre que parece siempre estar sostenido por la luz de esa mujer “con ese cabello que caía en cascada”. Por su compañera de vida. Por su Ginger Rogers.
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