Perdidos en Buenos Aires
Más que nunca, cafeterías, perfumerías, cines y demás negocios porteños ofrecen sus productos con nombres en inglés. Todo un desafío para los hispanohablantes
Si uno se acerca al mostrador en una de estas cafeterías donde no hay mozos y se atreve a decir: "Hola, buen día. Un café con leche, por favor", un joven cajero responderá cancheramente que lo que se pretende, en realidad, es un latte. "No tenemos café con leche, pero te puedo ofrecer un latte con un shot de café." Aunque uno acepte sin más, nada terminará ahí. "¿En qué size? ¿En qué medida?", puede que pregunte el empleado. Y no vale contestar: "En una taza", porque el muchacho seguirá preguntando. "¿Te referís al tall? Entonces, un latte con shot de café tall. ¿Algo para comer?" Si uno pide "una de esas galletas con chocolate", el muchacho aclarará: "Te referís a las cookies con yocolet chips". Y puede que uno se resigne: "Sí, quiero un latte con un shot de café tall y una cookie de chocoleit chips".
Cada día, los residentes en la ciudad de Buenos Aires y alrededores están siendo acostumbrados intempestivamente a repetir ciertas palabras extranjeras que, sin embargo, en el castellano más castizo tienen una encantadora traducción. Si no, que alguien explique qué tiene de malo decir pochoclo (o, en las provincias, pororó), un producto con el que, con variaciones, se repite la historia del café con leche: "Disculpame, ¿qué size de pop-corn querés?" En algunos cines, más de uno se sintió desterrado en su propio país al no entender que el pochoclo se retira en el mostrador debajo del cartel que dice pick up.
Esta cotidianidad tiene casos más extremos, como en algunos puestos (¿o stands?) de maquillaje (¿o make-up?) en shoppings (¿o centros comerciales?). Ahí son puestas a prueba hasta las bilingües más astutas. Antes de entrar ahí, a toda la que busque un corrector de ojeras le conviene saber que tiene que pedir un concealer.
Por el cada vez más extenso barrio de Palermo, en tanto, a la entrada de los negocios se multiplican los carteles con la frase ring the bell (o, dicho más fácil, tocar timbre). ¿Acaso eleva el nivel y la calidad de la mercancía que se ofrece en el SoHo porteño?
Más preguntas: ¿los cupcakes son madalenas?, ¿los muffins son madalenas?, ¿las madeleines son madalenas? Cuesta entender filosóficamente sus diferencias sustanciales.
Gracias a Shakespeare
En otro nivel ahí está el water, ese recipiente que usualmente se encuentra en los baños argentinos con el nombre más popular de inodoro. Pero es que decir esta palabra es como decirle rojo al colorado. Gracias a Shakespeare existe el inglés para refinarse.
La tendencia de palabras extranjeras se impone también en el área inmobiliaria. Por ejemplo, en un terreno baldío que ocupa casi media manzana porteña, donde antes habían casas que superaban el siglo, ahora se puede leer en un cartel de dimensiones supersónicas que ahí va a construirse un edifico urban, chic, design…, sarta de palabras que, en ese orden, carecen de sentido hasta en el idioma de origen.
El barrio de Las Cañitas (o Cañitas, para los íntimos) es otro punto de influencia, con parroquianos de lo más glam y top hablando de lo in y lo out, sentados en un restó gourmet boutique, listos para pedirle al camarero: "Sorry, te pedimos una greek salad con bacon, unas chicken wings y unas rips con barbacue, please". El empleado ya conoce los códigos del lugar y escuchar estas palabras no lo matan de espanto.
Qué sería de Buenos Aires sin este vocabulario porteño-sajón, que convierte a sus moradores en el fiel reflejo de una ciudad trendy, una ciudad cool.