Peligro en la intimidad
Peligro en la intimidad (Bug, EE.UU., 2006). Dirección: William Friedkin. Guión: Tracy Letts, de acuerdo a su pieza teatral. Fotografía: Michael Grady. Con Ashley Judd, Michael Shannon, Harry Connick Jr., Lynn Collins. En inglés. Presentada por Alfa. Duración: 102 min.. Calificación: Para mayores 16 años, con reservas. DVD proyectado en pantalla grande. Nuestra opinión: buena
William Friedkin es un director desparejo, pero siempre –y como mínimo– correcto. Hace más de tres décadas había llamado la atención primero con Contacto en Francia, poco después con El exorcista, a raíz de su tema por entonces todavía provocador y polémico, pero después vinieron tiempos de altibajos, en los que su nombre pasó casi inadvertido ante los habituales consumidores de cine. Es el caso de esta película, estrenada en los Estados Unidos hace dos años, que llega aquí a un puñado de salas en DVD.
Friedkin toma una pieza teatral escrita y adaptada por el cuarentón Tracy Letts, quien a los 26 años, tras trabajar en telemarketing –darse a la bebida y someterse a una cura intensiva en Alcohólicos Anónimos en Tulsa– devino actor y finalmente dramaturgo de éxito, con obras traducidas a más de quince idiomas y un reciente premio Pulitzer en la mochila. Es el caso de Bug ("insecto", por capricho de la distribuidora local convertido en el insulso Peligro en la intimidad), la historia de Agnes (un excelente trabajo de Ashley Judd), una joven mujer recién separada de su marido golpeador (harry Connick Jr.), cuya soledad es atormentada por un drama, que guarda en silencio, ocurrido con su pequeño hijo en un supermercado, finalmente instalada en un motel de Oklahoma.
Allí tiene como amante a otra mujer (Lynn Collins) cuando conoce a un ex soldado (Michael Shannon), con el que vivirá una enfermiza historia pasional (cuyos pormenores es preferible mantener en secreto) en donde la delgada línea que separa la cruda realidad de estos perdedores se cruza una y otra vez al terror de una pesadilla que parece sacada de una de las viejas –y excelentes– películas de David Cronenberg.
Tras unos excelentes planos iniciales, la cámara de Friedkin se mueve con efectiva soltura entre esas cuatro paredes para encuadrar un drama infeccioso que permite múltiples lecturas. Friedkin sabe como sacar partido de un terror si bien físico más de tono psicológico, que pone a prueba a los personajes y también al público. Es fiel a la pieza teatral, incluso en el énfasis que los actores ponen a cada frase, pero gracias a un trabajo cuidadoso mueve la cámara para que no lo parezca.
El problema es que el tema es duro y ese subrayado de las palabras y algunos gestos grandilocuentes que en teatro generan tensión, en cine, de no ser replanteados, a veces generan rechazo. No obstante, la obra de Letts leída por Friedkin resulta más que interesante.
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