Antes del estreno en la Argentina de Extraña forma de vida, un mediometraje ambientado en el Lejano Oeste, el español habló con LA NACION de este proyecto, del futuro del séptimo arte y de sus temores por la crisis que atraviesa un tipo de películas que no pudo recuperarse tras la pandemia
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“He recuperado el brío y la ilusión. Es como si este trabajo me hubiese rejuvenecido”, dice un Pedro Almodóvar cada vez más locuaz y elocuente desde la pantalla en la que se conecta vía Zoom con un puñado de medios latinoamericanos, entre ellos LA NACION. La conversación, extensa y dominada por la enfática voz del director manchego, adelanta la llegada a la Argentina de Extraña forma de vida, su curioso regreso a la pantalla con un western de temática gay que dura apenas 31 minutos.
“Esta película y La voz humana han sido realmente dos caprichos que me he permitido, porque yo empecé mi carrera haciendo cortos y de pronto me di cuenta, hace unos cuatro años, que me apetecía mucho volver a hacerlos”, dice sobre su primer acercamiento al cine del Lejano Oeste, que cerrará este domingo a las 21, en el centro cultural ArtHaus, el primer MUBI Fest Buenos Aires, se estrenará el próximo jueves en los cines (proyectado junto con un reportaje de 50 minutos al director en funciones programadas en todas las cadenas como contenido alternativo) y llegará a la plataforma de streaming especializada en cine arte el 20 de octubre.
Sentado en el escritorio de su estudio en Madrid, Almodóvar ocupa el centro exacto de la imagen y le da la espalda a una compacta biblioteca, en uno de cuyos estantes se destacan, inconfundibles, un Oscar (ganó dos, uno por Todo sobre mi madre como película extranjera y el otro por el guion original de Hable con ella) y el León de Oro que recibió en 2019. “El western es un género que se inventó en el principio del cine. Hollywood inventa la épica americana con la conquista del Oeste en el siglo XIX y después crea una estética para hablar de esos personajes y esas aventuras. Además de ser absolutamente americano es absolutamente masculino y ha dado decenas de obras maestras. Pero tiene una zona inexplorada. Me refiero al deseo entre dos hombres”, relata, como si estuviese abriendo una clase magistral sobre el tema.
“Lo más cercano a Secreto en la montaña”
Extraña forma de vida es el primer acercamiento a un género por el que siempre sintió atracción, pero que todo el tiempo sintió esquivo. “No me estaba inventado un género y yo mismo no estaba inventándome nada, pero sentí que estaba hablando de algo que hasta ahora no he visto en ningún western. Lo más cercano ha sido Secreto en la montaña, pero los personajes de Ang Lee son dos pastores. No son directamente cowboys. O pistoleros”, ilustra.
El primer western de Almodóvar, estrenado mundialmente este año en el Festival de Cannes, habla del reencuentro después de 25 años entre Silva (Pedro Pascal), un prototípico cowboy de origen mexicano, y el sheriff del poblado de Bitter Creek (Ethan Hawke). Como ambos guardan el recuerdo del breve y apasionado romance que compartieron en la juventud, esa pasión reverdece durante una noche. Pero más tarde entendemos las razones de la reunión: el recién llegado quiere proteger a su hijo, a quien el sheriff busca por un asesinato. La atracción mutua se transforma en conflicto.
“Estos dos hombres tienen una segunda intención cuando se reúnen –enfatiza Almodóvar-. No lo hacen con la intención de intimar, pero descubren que sigue en ellos la misma pulsión pasional y erótica de hace 25 años. Cada uno tiene su propósito. Uno dice: ‘yo soy un sheriff y mañana salgo en busca del asesino’. El otro, ‘yo soy un padre y voy a proteger a mi hijo’. Pero los dos prefieren olvidarse de eso en la primera noche, entregarse al alcohol y a la atracción recíproca. Después aparecen las verdaderas intenciones de una reunión que es interesada por parte de ambos. Mucha gente me ha preguntado acerca de cómo seguiría esta pareja. Mi respuesta es: no seguiría. No van a tener un futuro juntos. Los dos tienen una aproximación bastante distinta al tema del deseo”.
Hay mucha elusión y escamoteo en la escena del encuentro sexual entre Silva y Jake. Casi todo está sugerido, no hay nada explícito. ¿Por qué Almodóvar decidió filmarla de ese modo después de haber mostrado tantas veces en su cine de un modo mucho más explícito los encuentros eróticos? “Cuando era joven necesitaba abordar el sexo en mis películas con esa libertad visual. Extraña forma de vida habla mucho del deseo, con lo cual la relación física es muy importante, pero mi modo actual de acercarme a estos temas es muy distinta. He preferido, en vez de desnudar los cuerpos, desnudar la palabra y la mirada de los actores para conseguir el mismo efecto”, justifica.
Resonancias femeninas
La película nace con la voz de Caetano Veloso cantando el tema que le da título: “Elegí esa versión por sobre la de Amalia Rodrigues, que hizo famosa la canción, porque Caetano puede hacerla completa y de modo natural en falsete. Es un hombre que canta con una voz de resonancias muy femeninas. Ese equívoco me venía muy bien. Y de esa manera sostengo además que es extraña la forma de vida que tienen todos los hombres que viven de espaldas a sus propios deseos”.
Pero de inmediato aclara que el título no alude al dolor de esos dos amantes al tomar conciencia de que no podrán estar juntos más que una noche, sino al hecho de que viven solos a ambos lados de un gran desierto: “En esa época y en esas circunstancias se sufría en absoluto silencio. Ni Silva ni Jake son personajes que se guían por el corazón. La película no habla del dolor interior de estos personajes, sino de la actitud bien masculina que cada uno de ellos tiene respecto del deseo homosexual cuando alguno busca el control”.
Cuando surgió la idea de Extraña de vida, dice Almodóvar que ni Jake ni Silva tenían rostro. Pero tenía muy claro desde el principio que el sheriff debía ser una figura “muy anglo”, bien estricta, férrea, impenetrable y endurecida en el aspecto sentimental. Su antagonista viene de México, de una cultura más cálida y expresiva, y su aspecto físico debía ser opuesto al del sheriff.
Una vez avanzado el proyecto, Hawke y Pascal aparecieron en la cabeza del director como primeras opciones para los personajes. “Ethan tenía físicamente la frialdad y el hermetismo que el personaje necesitaba. Y Pedro transmite una calidez natural que a la vez podía resultar truculenta, como queda claro después. Yo no los conocía personalmente, ellos tampoco entre sí. Los llamé, les envié el guion y me dijeron que sí muy rápido. Ahora estoy muy contento porque no concibo la película con otros intérpretes. Desde que empezamos a ensayar hubo entre ellos una química enorme”, afirma el director.
A Almodóvar le gusta creer que el cine siempre habla del futuro por más que cuente historias arraigadas en el pasado. Dice el director de Matador y La ley del deseo que el cine siempre nos refleja, tanto a los personajes de sus películas como a quienes los contemplan sentados frente a la pantalla. ¿Cómo se representa y se expresa en la actualidad esa mirada sobre el futuro? Es lo que ahora mismo están discutiendo en Hollywood los grandes estudios y los guionistas y actores en huelga.
“Hay una enorme incógnita relacionada con la inteligencia artificial y las enormes posibilidades que se abren a partir de ella en el mundo de la creación y el de la interpretación. Todo lo que se decida allí va a ser determinante para quienes trabajan en este medio. Pero mi mayor preocupación, después de la pandemia, es que además de los miles de personas que lamentablemente han muerto en el mundo hay otra gran víctima, que es el cine de autor”, afirma con pesar.
Su miedo por el cine de autor
Dice que ese cine “pequeño en términos de presupuesto, pero ambicioso en todos los demás aspectos” no pudo recuperarse desde 2019 y en España perdió el 70 por ciento de su concurrencia: “Dependía de los cinéfilos, que han dejado de ir al cine. Yo creía que eran la gran esperanza, y me siento parte de ellos, porque sigo yendo al cine cada fin de semana. Pensé que se lanzarían de inmediato a los cines después de aquella larga temporada de cines cerrados por la pandemia, pero desgraciadamente no ha sido así. Todo indica que el cine de autor está en su crepúsculo”.
A este preocupante diagnóstico Almodóvar le suma la llegada de las plataformas, que a su juicio producen mucho pero “le dan poco tiempo al cine en su espacio natural, que son las pantallas grandes”. Desde su mirada, el efecto de ver cine de ese modo es incomparable y no tiene nada que ver con seguir una película desde la pantalla de una PC o un televisor.
“La situación es bastante precaria. Quiero creer que no es irreversible, pero los jóvenes que van al cine han decidido ver otras películas, no el cine de autor. O por lo menos no verlas en pantalla grande. Quiero creer que en algún momento un joven descubrirá la capacidad de hipnosis que tiene una película vista en una pantalla mucho más grande que el salón de tu casa y después contagiará eso a sus compañeros, para que todos descubran de nuevo lo que es el cine proyectado en una gran pantalla. Se están perdiendo un gran placer y un tipo de éxtasis que espero recuperen cuanto antes”, cuenta, a mitad de camino entre la desazón y la esperanza.
Ecos de Burt Lancaster
El cine clásico y de autor del que el Almodóvar más cinéfilo disfrutó toda la vida incluye varias de las obras maestras legadas por el western. De sus autores cita a John Ford (La diligencia, Más corazón que odio, El ocaso de los cheyennes) y Howard Hawks (Río Bravo, Río Rojo), pero a la vez revela que sus influencias específicas para Extraña forma de vida tienen que ver con otras obras y otros realizadores.
Dice por ejemplo que el hijo de Silva, el villano de esta historia, va vestido exactamente igual a Burt Lancaster en Veracruz, de Robert Aldrich. Que el sheriff Jake está muy pensado a partir de El último tren a Gun Hill, de John Sturges. Y que la estampa de Pedro Pascal puede compararse a la que luce James Stewart en Horizontes lejanos, de Anthony Mann. Pero en términos de influencia, Almodóvar alude sobre todo a los westerns de Sam Peckinpah, sobre todo La pandilla salvaje.
“También está el western europeo, cuyo cánon fue creado por Sergio Leone. Nosotros filmamos esta película en dos decorados que Leone hizo para su Trilogía del Dólar, con Clint Eastwood. En sus manos eso que se llamó el spaghetti western dio muy buenos resultados, Leone reinventó el western con esos súperprimeros planos y la música de Morricone, pero luego se hicieron en España cientos de ellos, y la mayoría eran muy malos”, detalla.
Almodóvar cuenta que tiene dos guiones terminados y listos para filmar, uno en español y otro en inglés. “Quiero hacer las dos películas, con lo cual los próximos tres años los tengo cubiertos con los rodajes y la promoción. Después, no sé lo que va a ser de mí. Tengo en claro lo que quiero hacer, pero la vida siempre nos sorprende. Lo único seguro es que seguiré haciendo el cine que me gusta, con la libertad y la independencia que siempre tuve. Cuando escribo me siento la persona más libre del mundo”, reconoce.
¿Parte de una trilogía?
Tiene además escrita la continuidad de este western gay que queda trunco a los 31 minutos. “Yo he escrito lo que seguiría, pero no creo que lo haga y no sé si abordaré este tema de nuevo”, explica. Pero al mismo tiempo dice que le gustaría hacer un nuevo corto que completaría la trilogía abierta con La voz humana y Extraña forma de vida: “Estoy pensando en contar una historia sobre viejos amantes. Hay una canción de Jacques Brel con ese título que me gustaría usar como música de fondo si llego a hacerla”.
Eso sí, admite que no tiene esa misma libertad en su vida cotidiana, donde piensa más las cosas y no se porta de una manera “tan arrojada o valiente como cuando escribo”. Solo se contiene por completo y se maneja con especial cuidado con un par de temas, como la pederastia: “He hecho una película sobre el tema como La mala educación –concluye-, pero nunca llevaría a un niño a rodar una escena delicada, siempre contaré este tipo de historias desde otro lugar”.
El otro temor de Almodóvar es dañar a las personas que tiene más cerca como fruto del espíritu autobiográfico que tienen su obra. “No es que todo sea así, pero yo hablo mucho de mí, de un modo indirecto, en todas mis películas –dice antes de la despedida, en tren de confesión-. Yo he vivido en sus decorados y en todas esas situaciones. Y por eso mismo a veces temo que pueda estar haciendo algún mal a quienes me rodean, porque también surgen elementos inspirados en ellas. Yo nunca querría herir a las personas de mi círculo más cercano, pero en mis guiones necesito siempre libertad completa. Los que escribimos para el cine somos personas peligrosas”.
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