Antes que cualquier otra cosa, Paulo Londra es un enigma. Él mismo lo reconoce en "Forever Alone", un hit inesperado de trap anestesiado e inofensivo en el que dice: "Sigo pensando en qué les puedo contestar/ Cuando me preguntan cómo soy en realidad/ Pasa que eso nunca lo había analizado/ Sin conocerme tanto les puedo contar que soy/ Un chico tranquilo sin nada para opinar".
En los últimos meses, este cordobés de 21 años autodefinido como "aburrido, perezoso y dormilón" acumuló más de 2.000 millones de reproducciones en YouTube y se convirtió en el primer artista latino en acomodarse en el top 15 global de Spotify como solista y sin una colaboración.
Es probable que su discurso orgullosamente vacío lo haya ayudado a llegar hasta ahí: mientras los principales exponentes del trap suelen cantar sobre temas polémicos como drogas, sexo y dinero, Paulo ofrece una versión vacunada y ATP del fenómeno, más cercana a Disney que a los suburbios de Atlanta, la ciudad en cuyas calles oscuras y peligrosas surgió el género que le dio al pop su última encarnación.
A la vez, ese camino de conquista no fue perezoso ni dormilón, sino que estuvo hábilmente diseñado en conjunto con el productor colombiano Ovy on the Drums, un joven visionario de la industria que trabajó con Bad Bunny y Karol G y rápidamente convirtió a Paulo en un aspirante a popstar tipo Justin Bieber, con baladas reggaetoneras post "Despacito" como "Adán y Eva" y "Tal vez".
En la época en que los singles reemplazaron a los discos como formato más relevante, Paulo está dominando el juego, y es en esos términos de posicionamiento que Homerun, su primer álbum, cobra sentido: no se trata de una obra con una ambición conceptual, sino de una herramienta más para escalar en los rankings. Desde que en 2014 Billboard incorporó el streaming a la fórmula con la que confecciona sus charts, se estableció que 1.500 reproducciones equivalen a un disco vendido; por eso, los artistas están volviendo a hacer discos largos, que generen más streams. Homerun tiene 18 canciones, incluídos los ¡ocho! singles que Paulo edito en el último año y medio, de la balada melosa "Nena maldición" al trap caribeño de "Dímelo" y más.
En ese sentido, el álbum suena como una oportunidad desaprovechada para establecer la visión de Paulo como artista, que sigue sin aparecer. El enigma Paulo Londra no se va a resolver acá. Ninguno de los temas nuevos del disco está a la altura de los previamente editados, algo que ya se podía percibir en "Solo pienso en tí", el octavo single, una colaboración genérica con Justin Quiles y De La Ghetto que agotaba la fórmula de balada trap de "Forever Alone" (el hecho de que ambos temas estén juntos en el álbum hace aún más evidente la falta de variedad). En "No puedo", otro emo-trap, Paulo incluso repite el flow de "Condenado para el millón", el primer tema que hizo junto a Ovy.
En "Y yo no sé", un reggaetón lento, el cordobés extrañamente canta sobre despertarse en una habitación desconocida y le habla a una "maldita descarada", corriéndose del personaje inocente que interpreta a lo largo de casi todo el disco, que permanentemente les agradece a Dios, su familia y sus amigos (un personaje, por otro lado, que quedó perfectamente definido desde el inicio de su carrera, incluso antes de conocer a Ovy, cuando editó "Relax", su primer tema, en el que decía: "Ahora me siento mejor/ Tengo familia y encima mis bros/ Mirando arriba, diciendo gracias/ Por todo lo que la vida me dio")
El hecho de que, por un lado, Paulo suene forzado cuando se aleja del personaje y, por el otro, ese personaje parezca estar empezando a agotarse y morderse la cola no hace más que opacar la salida de Homerun, un disco lleno de hits que podría meterlo en el ranking latino de Billboard (especialmente con el antecedente reciente de Ocean, de Karol G, producido por Ovy, que logró colarse entre los primeros puestos), pero al mismo tiempo le marca muy claramente los límites a un artista en proceso de expansión.
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