Paul McCartney y su segunda noche en River: el encanto intacto y la emoción de un público que siempre lo espera de vuelta
A cinco años de su última visita, el Beatle les regaló a sus fans argentinos una segunda fecha de celebración a través de su extensa carrera, reafirmando su lugar como leyenda musical
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Si bien pasaron apenas un poco más de 30 años entre la primera visita de Paul McCartney a la Argentina -allá por 1993- y la de este mes, la expectativa y la emoción de ver a un beatle sobre el escenario siguen igual de intactas. Algunos tuvieron este fin de semana el privilegio de verlo por primera vez, otros ya conocen su humor, sus gestos, guiños, diálogos, y probablemente no fueron al show con la expectativa de grandes sorpresas, sino buscando la experiencia emocional de reencontrarse con su ídolo y escuchar en vivo clásicos desde la voz de su creador. En cualquier caso, la incertidumbre de nunca saber si habrá una próxima hace aun más sagrado el guardar en la memoria las postales inolvidables de atestiguar una leyenda de la música como si fuera la última.
Su querido bajo Hofner lo espera en escena, superpoderoso. Suenan al aire los primeros acordes inconfundibles de “A Hard Day’s night”, el público enloquece y comienza un viaje de casi tres horas que llevará a los presentes a través de más de treinta canciones. Entre ellas, los grandes pilares del repertorio serán aquellas de sus comienzos con los “Fab Four” y de Wings, y la lista tendrá apenas algunos mínimos cambios en comparación con la que hizo el sábado, aunque obviamente repetirá algunas humoradas y guiños hacia los asistentes, como su promesa de hablar en español, que cumplirá bastante bien a lo largo de la noche. “Estoy muy feliz de volver a verlos”, expresa entre “Junior’s Farm” y “Letting go” -esta con la sección de vientos en la platea, el trío Hot City Horns, mezclado entre el público- y antes de dar paso a la enérgica “Drive my Car”.
A medida que avanza la velada, el show va tomando tintes de una verdadera clase magistral de rock, con la solidez y versatilidad de una banda que ya tiene sus pasos bien de memoria, y que da el marco perfecto para que Sir Paul se luzca: hace más de veinte años lo acompañan Rusty Anderson y Brian Ray en guitarras, Wix Wickens en teclados y Abe Laboriel Jr en batería. Con un riff potente y sostenido, la lista sigue con “Let me Roll It”, donde el músico inglés cambiará bajo por guitarra y hará un pequeño tributo al “Foxy Lady” de Jimi Hendrix, para luego pasar al piano, ponerse más romántico y dedicarle “My Valentine” a su esposa Nancy Shevell, presente en el Monumental.
Vuelve a cambiar de instrumento en “I’ve just seen a face”, donde se calza una guitarra acústica mientras se proyectan imágenes de The Cavern, donde todo empezó. “Hace mucho tiempo en Liverpool, mi ciudad natal, había cuatro chicos que querían hacer un disco. Esta es la primera canción que grabaron los Beatles”, relata, intercalando inglés y español, antes de dar paso a “In Spite of All the Danger”. “Después nos fuimos a Londres y trabajamos con George Martin, con él hicimos nuestro primer álbum, dentro del cual está este tema”, continúa, refiriéndose a “Love me Do”, que pertenece al debut de la banda Please Please Me y que con su icónica melodía de armónica enloquece una vez más a los fans. A lo largo de la noche, se hace evidente que los clásicos de los “Fab Four” son los que más encienden al público cada vez que suenan y el viaje nostálgico a través de canciones y fotos de archivo hace que la audiencia se enamore todavía más - si eso es posible- de la histórica banda.
En un momento más íntimo del show, en el que parece quedar a solas con quienes lo fueron a ver, se eleva en una plataforma con visuales durante “Blackbird” y le dedica a “su querido hermano” John “Here Today”. Como parte de ese homenaje, hace lugar para “Now and Then”, la novedad que estrenó en vivo hace unos días en Uruguay y que fue rescatada, completada y lanzada tan solo un año atrás, con ayuda de la Inteligencia Artificial. “Gracias John por haber escrito esa canción”, dice en voz alta, como si Lennon fuera uno más de los presentes.
“Che boludos, ¡Son lo más!”, pronuncia, en un intento por dar su mejor versión de un español “argento”, sin perder nunca el humor y ganándose aun más el cariño de quienes fueron hoy a su ceremonia, aunque no sea necesario. Vuelve a su instrumento predilecto para regalar una poderosa seguidilla entre “Jet” y la psicodelia de “Being for the Benefit of Mr. Kite!”, para luego volver a suplantar el sonido de su fiel compañero por otro con la misma cantidad de cuerdas: un ukelele que le obsequió George Harrison. A él también le dedica un sentido homenaje con “Something”, aquella entrañable canción de amor compuesta por su colega, de la cual hace su propia interpretación, empezando a solas y dejando luego que se sume la fuerza de su banda. Así como lo hizo hace un rato con John, le agradece haber escrito aquel clásico y, de nuevo, como en todo el show, hace que cada Beatle esté hoy ahí presente con él.
El tramo final es una larga oleada de hits y uno de los momentos de mayor clímax del show, que empieza con “Band on the Run” y “Get back”, sigue con el emotivo himno universal de “Let it be” -que hace caer algunas lágrimas-, y la explosiva “Live and Let Die”, y culmina con el clásico e infinito coro al unísono de “Hey Jude”.
Es verdad que la voz de Paul refleja el paso del tiempo, pero a sus 82 años demuestra una vitalidad envidiable, transmite su disfrute en cada instante y sigue dando vida a la música de una de las bandas más grandes de la historia. Es verdad, también, que más allá de cómo se halle su habilidad vocal, lo que más les importa hoy a los presentes es la fortuna de poder coincidir con él en la misma línea de tiempo, deseando que pueda seguir compartiendo su magia muchos años más.
Antes de irse vuelve un rato más al escenario para hacer cantar un poco más a John con “I’ve got a feeling”- a través de un montaje que se logró con la ayuda del director Peter Jackson-, le dedica “Birthday” a todos aquellos que estén cumpliendo años y cierra con la triada “Golden Slumbers”, “Carry That Weight” y “The End”, con su icónica frase “Al final el amor que recibís es igual al amor que das”. El amor de Paul se da a través de su música, y su público se lo devuelve. Ahora sí se despide de verdad con un “Hasta la próxima” y deja abierta la esperanza de un público que siempre lo va a estar esperando de vuelta.
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