Patricia Palmer: "Todos, actrices y actores, pasamos por situaciones de acoso"
A la mendocina, hija de un anarquista catalán, Patricia Alejandra Palmada casi la tuvo que obligar el director Alejandro Doria a adoptar un nombre artístico. Era 1982, el canal ATC y el programa Chantecler. "Estaba feliz porque me presenté a audicionar para un bolito y quedé. Pero una de las actrices, Noemí Morell, se casaba y no podía estar. Era un papel más importante y me lo propone Doria con la condición de que me cambiara el nombre. Le dije que no, mirá la insolencia, e igual lo hice. Después, me recomendó un representante y esa vez lo escuché aunque pedí que me dejara el Patricia", dice Palmer, la actriz de teatro y televisión con un currículum artístico que el mainstream ignora: es psicóloga, autora, directora y dueña de una sala del off, El taller del Ángel, donde también enseña.
"Cumplí un sueño adolescente. En Mendoza, habíamos arreglado con nuestras manos un taller mecánico para convertirlo en sala; nos dirigía un maestrazo, Carlos Owens. Y pusieron una bomba en el '71, explotó el teatro con uno de nuestros compañeros adentro. Fue un dolor muy grande y siempre quise volver a eso, recuperar un lugar libre y generoso, como es éste", dice sobre su teatro de Palermo, con el que empezó en otro barrio en 1985, y donde no es raro que ella misma abra la puerta. "Nunca tuve subvenciones -continúa-, no quiero, trato de despegar de las ayudas políticas porque eso tiene un costo y yo soy muy anarco, la libertad no tiene precio. Cuando no tengo trabajo afuera, se complica un poco mantenerlo, los servicios aumentaron mucho, está duro. Pero es mi único lujo, yo no uso pieles, joyas ni autos caros."
Mujeres que cocinan con huevos es la obra que vuelve a presentar este año. La escribió hace cinco, cuando la imagen de una mujer en la televisión, muy desfigurada pero que hablaba con una calma que no se correspondía con su cara, le disparó el deseo de contar historias de mujeres y de violencia doméstica pero sin bajar línea ni perder el humor. Las protagonistas, surgidas de un casting en el que buscó cuerpos de mujeres reales, son Mariana Fraga, Olga Mancini, Gabriela Occhipinti y Susy van der Mell. Con la excusa de la clase de cocina, estas cuatro amigas con perfiles diferentes se contarán intimidades de la convivencia y la búsqueda de la satisfacción.
Antes de decidir dirigirla, fue a José María Muscari a quien le había pedido esa tarea pero su agenda no lo pemitió. Poco después fue él quien la llamó para actuar en Falladas (2016), la comedia donde interpretó a una psicóloga muy poco convencional y divertida que, para muchos, fue una revelación: "Con Francella y Brandoni, con Germán Krauss, con Bredeston y Nora Cárpena, con Darío Vittori, hacía tanta comedia que en un momento quise que me conocieran por otros papeles. ¿Viste lo que pasa con los deseos cuando son fuertes? ¡Nunca más me llamaron para comedia! Todos roles trágicos. Hasta Juana la loca, de Pepe Cibrián por el que gané el Ace (2012), el único unipersonal que hice en mi carrera y por más personaje que sea, el cuerpito es tuyo. Y otra vez, el deseo se cumplió y apareció Falladas".
También en 2016 fue su última aparición en la televisión conLa leona, la tira producida por Pablo Echarri y Martín Seefeld que ganó varios premios Martín Fierro, donde interpretó a la mamá de la protagonista Nancy Dupláa. Sobre los comentarios políticos que levantó en su momento la ficción, Palmer dice que fue una experiencia irrepetible: "Un elenco único, un regalo; yo no soy kirchnerista y nunca nadie me preguntó nada, se trabajó con armonía y respeto en todo sentido y eso que se tocaban temas polémicos, basados en una historia real, la de Alcoyana", dice la actriz indiscutiblemente parecida a Cristina Kirchner: "Hasta Mirtha Legrand lo dijo en uno de sus Almuerzos, donde estuvimos invitadas la entonces senadora y yo. Sin duda, es un gran personaje para interpretar".
Si bien en los ochenta fue parte de grandes éxitos de Alberto Migré como La cuñada (1987) y Sin marido (1988), fue en 1995 con la tira Dulce Ana (basada en Pobre Clara, de Carmen Daniels), dirigida por Hugo Moser, que consiguió popularidad. "Era la antiheroína total, mucho antes que Betty, la fea", dice la actriz que tuvo que convencer a Alejandro Romay, el mítico director de canal 9 para que le diera el papel: "Me habían propuesto hacer una telenovela donde mi personaje era una chica de 20 años virgen. Ya tenía 38 y se lo dije a Romay. Quería hacer Dulce Ana pero él decía que no era para mí. Entonces lo fui a ver disfrazada, con el pelo para atrás, las cejas gruesas, me encorvé un poco, con anteojos culo de botella. Me anuncié como alguien de su juventud en Tucumán que lo quería saludar, le hablé medio tartamuda y estuvo unos minutos que no entendía nada. Todavía me acuerdo su carcajada cuando se dio cuenta. 'Es tuyo', me dijo. Nada le gustaba más en la vida que descubrir actrices y galanes". Oportunidades que la actriz no olvidó. En 1997, el Zar le pidió el favor de ayudarlo en el traspaso del canal al grupo australiano que lo había comprado. No se negó a tanta confianza y asumió durante ese año, la gerencia artística. "No me gustaba ese tipo de trabajo -reconoce- pero le debía mucho."
No tiene el mismo recuerdo de otros sujetos del medio artístico que en sus comienzos le ofrecieron trabajo en ficciones juveniles a cambio de sexo. Palmer lo cuenta sin eufemismos aunque prefiere no dar nombres porque "ya están muertos y no tiene sentido lastimar a la familia": "Todas las actrices pasamos por algún tipo de acoso. A veces directo y grosero; otras, la mayoría, naturalizado, el manotazo, el comentario fuera de lugar, donde tenías que 'cinturear' como podías. A los actores jóvenes también les pasaba parecido con los productores gays pero todavía no lo cuentan".
Abuela y madre de dos hijos (la mayor es la cantante de ópera Paula Alba), Palmer dice que su carrera fue paulatina, de a poco, con etapas de caminar desde Parque Patricios, adonde vivía, hasta el viejo canal 9 para no gastar en colectivo y otras más abundantes, en las que pudo invertir en su teatro "cuando este barrio era tierra de nadie". En septiembre estrenará otra de sus obras, El don, sobre la donación de órganos, escrita junto con su hermano, que murió del corazón a los 43 años. Los papeles habían quedado en un cajón y recién, hace muy poco, se animó a releerlos para darles nueva vida.
Mujeres que cocinan con huevos, de Patricia Palmer. En el Taller del Ángel (Mario Bravo 1239). Sábado a las 20. $ 250.
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