¿Pase sanitario en Spotify? Los motivos por los que Neil Young y Joni Mitchell retiran su obra de la plataforma de música
El anuncio “O Rogan o yo” con el que el músico interpeló al gigante de la industria musical para que sacara los podcast del comediante Joe Rogan abrió un debate cultural sobre la censura y la regulación de contenidos
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El conflicto con Spotify que está protagonizando el legendario cantante canadiense-norteamericano Neil Young -luego acompañado por su igualmente venerable compatriota Joni Mitchell- representa mucho más que una pelea de estrellas compitiendo por un nicho mediático. Como es fama, ambos artistas -geniales, con obras descomunales que no podrían ser manchadas por ninguno de sus actos personales- eligieron retirar sus catálogos de esa plataforma para no compartir espacio con el podcast de un comediante llamado Joe Rogan, acusado de antivacunas y otros pecados. En el fondo de toda esta cuestión se imprime el clima de época, la posibilidad de instalar algunas verdades no solo de consenso sino vistas como moralmente superiores, lo cual hace que el disenso no sólo sea considerado un error sino como una falencia ética inaceptable. Y, con el peso de los protagonistas, muestra el rol que juega la generación que cambió el mundo en los 60 para instalar una nueva homogeneidad, peor que la que ellos destruyeron en su momento.
Esta no es la primera batalla política pública de Neil Young. Hace más de medio siglo, en 1970, escribió dos canciones en las que asociaba a los norteamericanos contemporáneos del sur de los EE.UU. con la esclavitud: “Southern Man” y “Alabama”. Como comentó el consagrado compositor y cantante Randy Newman: “No son buenas canciones. Se enfocan en algo demasiado fácil y no creo que él entienda bien de qué está hablando”. Sin embargo, la respuesta más contundente la recibió de un grupo sureño, pero de Jacksonville, Florida, la banda conocida con el extraño nombre de Lynyrd Skynyrd, quienes compusieron un himno contagioso y feliz, “Sweet Home Alabama”, en donde explícitamente mencionan al canadiense. (Charly García, una persona de gustos musicales impecables, la adaptó como “Sweet Home Buenos Aires”). El triunfo de los Lynyrd Skynyrd en este diálogo de canciones fue tan contundente que el propio Young, con mucha nobleza, interpretó la canción en público y comentó en sus memorias: “Mi tema ‘Alabama’ se mereció la estocada mortal que Lynyrd Skynyrd me dio con su magnífica canción. Ahora ya no me gusta la letra de ‘Alabama’. Es altiva y acusatoria, no estaba bien meditada, y se presta a malinterpretaciones”. (Memorias de Neil Young. El sueño de un hippie. Malpaso Ediciones).
Lamentablemente, la semilla de la humildad con que el canadiense aceptó su derrota aquella vez no dio frutos. En el episodio Spotify volvió a mostrar las mismas características que en aquellas canciones cuestionadas. Eligió un blanco sencillo, se puso en una posición moral superior, privilegió el sermón y se mostró, como el mismo dijo anteriormente, “altivo y acusatorio”. Desde ya que cualquier artista tiene el derecho de elegir dónde y cómo se puede escuchar su obra. Young es un purista del sonido y es sabido que Spotify ha sacrificado calidad en función del alcance. Sin embargo, su reclamo era otro. Textualmente dijo: “O Rogan o yo”. Es imposible e inútil saber si Spotify desoyó su pedido por cuestiones de principios o por conveniencia comercial: hoy, Rogan tiene una cantidad de escuchas muy superior a la del músico canadiense. Lo cierto es que ceder ante una exigencia semejante habría sido una claudicación inaceptable.
Conozco mucho mejor la obra de Neil Young y Joni Mitchell que la labor radial de Joe Rogan. Por lo que se puede leer y verificar en el podcast de Spotify, Rogan les da voz a los indeseables, a aquellos que el consenso no acepta. No tuvo específicamente una prédica antivacunas aunque se permitió todos los lugares comunes de quienes cuestionan su uso: desde recomendar la ivermectina hasta comentar los repetidos casos de miocarditis entre los vacunados, especialmente los atletas. Seguramente, su mayor pecado fue haber entrevistado al doctor Robert Malone, supuestamente uno de los desarrolladores de las vacunas basadas en el ARN mensajero y que prácticamente ha sido desterrado de las redes sociales por expresar su disenso con la obligatoriedad de la vacuna y otros consensos.
La acción de Neil Young y Joni Mitchell y la posibilidad de que otros artistas se sumen a su cruzada tuvo sus consecuencias en la plataforma. Spotify ha decidido agregar en aquellos podcasts en los que se discuta la pandemia de manera “controversial” un aviso y un enlace a fuentes “confiables”. Todo cierra perfectamente con el espíritu débil de la época: alertar a las almas cada vez más sensibles de que en el producto ofrecido puede haber alguna palabra “malsonante” o contenidos “peligrosos” o simplemente algo distinto a los parámetros de lo esperado. El consumidor como niño y el vendedor como un padre bueno y protector que anticipa y evita sufrimientos innecesarios. El propio Rogan publicó un video en el cual se demuestra moderado y simpático y promete que no sólo va a entrevistar a personalidades fuera del mainstream de la opinión, sino que irá a consultar a las fuentes oficiales. Rogan y las opiniones excéntricas siguen, pero domesticadas: ése sería el logro de Neil Young. Sin embargo, él mismo mantiene algunas opiniones sobre otros temas que también podrían encontrarse con la dificultad de la normalización obligatoria.
La prédica pública del canadiense en contra de la compañía Monsanto y los alimentos modificados genéticamente ha sido sonora y casi especular con la de los grupos que rechazan a las vacunas contra el covid (inclusó editó un disco en contra de Monsanto). Las ideas de Neil Young sobre este tipo de alimentos no son menos alejadas de lo generalmente aceptado que las de Malone -o eventualmente su némesis Rogan- sobre las vacunas. De hecho, algunos argumentos para rebatirlos e intentar acallarlos se repiten casi calcados. Si para justificar la aplicación de las vacunas se menciona que miles de millones de personas se las aplicaron y que los casos de daños colaterales han sido proporcionalmente muy pocos, lo mismo podría decirse de la omnipresente alimentación modificada genéticamente. Young no confía en Monsanto, pero confía en Pfizer. Tiene todo el derecho del mundo de pensar así y expresarlo a viva voz; sería una tragedia que se lo desterrara de las redes sociales porque su prédica tendría la eventual consecuencia de impedir evitar hambrunas. Sería insensato acusar a Neil Young de poner en riesgo la alimentación del mundo por sus opiniones. No es difícil entender que lo mismo se aplica a Malone y Rogan.
No se trata de que vaya a ser más difícil encontrar música de Neil Young y Joni Mitchell: en la era de la digitalización la pluralidad de ofertas musicales es casi infinita. De lo que se trata es de la cancelación de los discursos disonantes. Hay una tendencia a borrar de las redes sociales y de los encuentros digitales a quienes expresan opiniones discordantes con la mayoría. La eliminación de los excéntricos del debate público va contra las reglas elementales de la democracia. Al perder diversidad, se pierde calidad, incluso en el mensaje predominante, que mejora en cuanto es cuestionado. No hubo a lo largo de toda esta pandemia ningún momento en que se justificara acallar a los disidentes. Lo unanimidad de opinión que se pretende en este momento con las vacunas se logró en 2020 con las restricciones: un bloque discursivo macizo difícil de romper en voz alta. Hoy es fácil ver que los resultados de esa homogeneización de la discusión pública fueron desastrosos en términos económicos, educativos, psicológicos y también sanitarios.
Es particularmente trágico que ese intento de homogeneización que plantea Young (“O Rogan o yo”) sea promovido por personas que no solo tienen una obra artística superlativa, sino que cuentan en su curriculum el extraordinario logro de haber cambiado culturalmente al planeta. La homogeneidad de posguerra encontró en la generación de la década del 60 un revulsivo extraordinario. La relación del hombre con el sexo, las guerras, las drogas, el planeta y, finalmente, consigo mismo, fue alterada definitivamente por héroes como Neil Young y Joni Mitchell, entre muchos otros. No sólo rompieron una uniformidad musical blanda y poco representativa de la juventud, sino que hicieron del mundo un lugar más diverso y, en definitiva, más rico. Esta regresión al consenso por parte del mundo del rock cierra el círculo de la manera más triste.
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