Parece que Ellen DeGeneres no es tan simpática como todos pensábamos
Debe ser la única sexagenaria de los Estados Unidos que tiene que bailar con absolutos extraños vaya donde vaya. "Incluso hay gente que me pide una selfie y, mientras la estamos sacando, se me queja: '¡Pero no estamos bailando!'", relata Ellen DeGeneres sentada en su oficina de los estudios de la Warner Bros. en Burbank, California. "Y claro que no estamos bailando. ¡Yo iba caminando por la calle!"
Mientras se prepara para el lanzamiento de su primer especial de comedia en 15 años, DeGeneres está evaluando un cambio mucho mayor: retirarse del largamente exitoso show televisivo que lleva su nombre. Ellen escucha los consejos encontrados de su cónyuge, la actriz Portia de Rossi, y de su hermano, el comediante Vance DeGeneres, y ha cambiado de idea al respecto más de una vez. En este momento transicional de su notable carrera artística, Ellen DeGeneres aceptó conceder una inusual serie de entrevistas a lo largo de dos días. Más que cualquier otra, ha tomado el cetro de Oprah Winfrey como reina de los talk-shows motivadores del horario diurno, un oasis de positividad y humor escapista en medio de una cultura tan necesitada de ambas cosas. Pero su consagración como una optimista irreductible también le trajo ciertas cargas y obligaciones, como esa expectativa de que baile, algo que finalmente dejó de hacer hace dos años, después de varias noches sin dormir pensando cómo reaccionarían sus fieles televidentes.
En persona, DeGeneres es más directa, introspectiva e interesante que en su programa, más dispuesta a manifestar una moderada irritación que frente a su audiencia de todo los Estados Unidos porque quedaría fuera de lugar. También parece mucho más dispuesta a explorar los rincones oscuros de su psiquis, sus idas y vueltas, las cosas que se reprocha, los temores difíciles de erradicar. Y DeGeneres es convincentemente sincera sobre las tensiones profesionales que implica hacer de su programa un espacio cultural seguro y al mismo tiempo hacer reír, y dice haber aprendido que es imposible gustarle a todo el mundo.
En Relatable, su nuevo y sorprendente especial para televisión que se estrenará pasado mañana por Netflix, DeGeneres se burla de su imagen de mujer accesible y con los pies sobre la tierra, pero no solo revela una versión refrescantemente irreverente de ella misma, sino que permite pispear los vericuetos de su mente.
En franco contraste con su imagen pública de amiga de todos y oreja siempre dispuesta a escuchar, en su especial de comedia DeGeneres se muestra, irónicamente, como una mujer distante e indiferente que vive encerrada en una burbuja de privilegios, con numerosos chistes sobre su supuesta enorme fortuna. Según la revista Forbes, este año DeGeneres ganó 87,5 millones de dólares, lo que la convierte en la 15» celebridad mejor paga del mundo. Y cuando de los asientos que van más allá de la fila 10, admite con ensayada perplejidad que el fondo de los aviones es un misterio para ella, y se pregunta si es cierto que los asientos llegan tan lejos.
Para una conductora famosa por su amabilidad ante las cámaras, ese material humorístico implica un gran riesgo. Sin embargo, la mayoría de los mejores chistes de este programa especial son justamente los que dan vuelta esa reputación de buena onda.
Tras una vida de comediante ligera, en su nuevo especial DeGeneres deja pasmado a su público con más de una palabrota. Para el humorista Tig Notaro, "se está tomando revancha después de una década" y agrega: "Ahora uno puede decir: Ellen es una persona real y malhablada".
Notaro, un amigo que codirigió este especial con Joel Gallen, dice que si bien son chistes, surgen honestamente de la realidad que vive la comediante. "Es cierto que Ellen se ve atrapada en un mundo en el que le piden que baile y esperan que sea amable", dice Notaro después de advertir que por supuesto DeGeneres está sumamente agradecida de su popularidad. "Estoy seguro de que hay gente que piensa que está bromeando. O que no puede tener un mal día. Pero le pasa. Está metida en un lío interesante".
Cuando le preguntaron por qué su hermana volvía al stand-up, Vance DeGeneres, excorresponsal de The Daily Show y cocreadora de los cortos "Mr. Bill" para Saturday Night Live, dijo: "Es instintivo después de 16 años de programa. Quería salir, no de la rutina, sino del molde".
DeGeneres lo dice de otra manera, y hace hincapié en el tono que permite el stand-up. "Quería mostrar todo sobre mí", dice. "El talk-show soy yo, pero también actúo el personaje de conductora de talk-show. Hay una diferencia minúscula, pero es una diferencia".
Como los talk-shows diurnos acaparan menos atención que sus homólogos nocturnos, a veces DeGeneres es ignorada cuando se habla de los conductores más importantes. Pero no hay que equivocarse: no hay ningún conductor diario de la actualidad tan exitoso o celebrado. Entre su vasta colección de premios están la Medalla Presidencial de la Libertad, el Premio Mark Twain mención Humor Norteamericano y 32 Emmy. Y salvo Conan O'Brien, nadie iguala su influencia ni su longevidad televisiva (ha sido conductora diurna durante tantos años como Jon Steward al frente de The Daily Show). Años antes de que Jimmy Fallon convirtiera los juegos en elementos básicos de The Tonight Show, DeGeneres invitaba regularmente a sus invitados a jugar. Fallon se volvió conocido por esos segmentos, que fueron imitados en otros programas, pero todos tienen una deuda con DeGeneres. (El año pasado, arrancó con un programa de juegos, Ellen's Game of Games, que continuará con una segunda temporada en enero.) "Me siento halagada de que haya tomado algunas cosas de mi programa", me dijo DeGeneres, y agrega: "Me dijo que me iba a robar todo, así que está bien".
En octubre, durante la grabación de su programa, lo más notorio fue el contraste marcado entre el carisma relajado y simple de DeGeneres y la energía caótica y cargada de su público. Al público que asiste al programa en vivo lo alientan a que se pare y se ponga a bailar, pero ni falta hace que se lo digan: la gente está ahí para divertirse, mientras DeGeneres proyecta una paradójica mezcla de calidez y reserva, involucrando y agitando activamente al público, escuchando atentamente a los invitados, agregando un chiste acá o allá, pero sin pasarse nunca de la raya.
Con la suprema confianza de una profesional que ya lo ha visto todo, pasa de un monólogo con chistes de actualidad a una entrevista con un chef que se muere de cáncer, o de bromear alegremente con Sean Hayes de Will & Grace a hablar de un vicedirector de escuela de Tennessee cuyo baile en un video se volvió viral. Algunos invitados lloran. Más de uno se va con un cheque importante. Está claro que DeGeneres pasa un buen momento, pero su energía se mantiene estable. No parece una persona que sufra los cambios ni que esté lista para retirarse de la pantalla, y tampoco parece particularmente apremiada.
En 1997, cuando salió del closet para hacer la primera revelación de una lesbiana en su propio programa, Ellen, se convirtió en una estrella inmensa que llegó a la portada de Time, acompañada por el titular: "Sí, soy gay". Pero lo que se recuerda menos es lo que sucedió después. ABC puso una advertencia para padres en el inicio del programa y canceló la temporada siguiente. Según DeGeneres, su público heterosexual la abandonó, y recibió críticas hirientes de espectadores gay por no haber adoptado una postura más decididamente política. Todavía le duele el comentario de Elton John, que dijo que tenía que dejar de hablar de su sexualidad y dedicarse a ser graciosa. DeGeneres cayó en depresión.
Y, sin embargo, aunque en su nuevo especial DeGeneres adopta un estilo más agudo y confesional, se trata más de un reajuste que de una reinvención. DeGeneres sigue bailando y mostrando videos de animales adorables, aunque su esposa, Portia de Rossi, le dijo que eso era demasiado parecido a su talk-show. La sensibilidad inclusiva de DeGeneres sigue siendo fundamental en su perspectiva. Tiene demasiado de una animadora de la vieja escuela como para andar descargando su neurosis en escena, como hacen algunos cómicos.
Su visión de la comedia también es de la vieja escuela. Dice que adoraba Nanette, de Hannah Gadsby, quien la ayudó a preparar el material para su especial, pero describió el celebrado programa de Gadsby como "menos un stand-up que un show unipersonal". También discrepó con la mordaz crítica de Gadsby y dijo: "Creo que la comedia es el mejor antídoto".
Antes de que DeGeneres incursionara en el stand-up, mientras pulía su arte en un club de comedia en Nueva Orleans, cerca de donde nació (Metairie, Luisiana), no tenía bien en claro qué carrera profesional iba a seguir. De hecho, dice que durante la escuela primaria no pensaba que llegaría a la adultez. "Simplemente pensaba que no iba a llegar viva", dice vagamente, y aduce sin ningún rastro de autocompasión que era una niña muy sensible. Sigue siéndolo, agrega, y confiesa que no pudo dormir la noche anterior, preocupada de que sus palabras hubieran sonado como una acusación de que Jimmy Fallon le estaba robando su programa.
De los pocos recuerdos de su juventud, muchos tienen que ver con haberse sentido fuera de lugar o reprimida, en parte por su crianza en el sistema de creencia conocido como Ciencia Cristiana. Recuerda que a los otros chicos les daban vacunas, pero sus padres le prohibían hasta tomarse una aspirina. Con ojos vidriosos, describe a su padre, un vendedor de seguros que murió en enero de este año, como una persona bondadosa y prudente, alguien que buscaba por sobre todas las cosas la armonía. "Era un hombre muy apocado, que no podía oír ni engancharse con nada desagradable".
DeGeneres se mantiene alejada de las redes sociales y evita por completo las noticias. Donald Trump le parece inquietante y peligroso, así que no aborda el tema. "No quiero que nada de eso tenga que ver con mi vida".
(Traducción de Jaime Arrambide)
Jason Zinoman
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