Paradojas de la frivolidad
En una playa de Punta del Este, la modelo Milagros Schmoll interrumpe gentilmente sus vacaciones y se toma unos minutos para encontrarse con ella misma. Se interroga, se contesta, posa para ella, se saca una foto, y habla de trabajo, matrimonio y casas múltiples
Un espacio experimental en busca de la entrevista soñada: el elegido se interroga y se fotografía
–A los 16 años te fuiste a París para ser modelo y no volviste más, ¿en cuánto tiempo lo decidiste?
–Cinco minutos.
–¡Es que eras muy chiquita!
–Sí, pero desde los 14 era modelo en la Argentina, y cuando me propusieron hacer mi carrera en el exterior supe que era una de esas grandes oportunidades que me gusta aceptar. Y tuve todo el apoyo de mi familia, algo que es clave para tener más seguridad afectiva, incluso ahora que tengo 22 años.
–Y al llegar, ¿cómo fue?
–Sentía mucho aire a mi alrededor, ¡somos diez hermanos! Pero las ganas de independencia no eran todo. A los pocos días de llegar empecé a trabajar junto a Jean-Paul Gaultier, conocí a Mario Testino, hicimos juntos la campaña de Dolce & Gabbana, después se sumaron Chanel, Armani, Hermès, Moschino... Me mudé a Nueva York y entré también en el mercado estadounidense. En fin, mucho trabajo y mucha alta costura, que me fascina. Hasta hoy éste es mi ritmo.
–¿Pero ahora vivís en Londres?
–Reparto el mes entre Londres y Nueva York, aunque siempre digo que mi más casa está en Londres, donde tengo mis cosas más íntimas. ¡Pero estoy abierta a seguir armando casas!
–Debe de ser complicado mantener un matrimonio con tantas idas y venidas, sobre todo a los 22 años.
–Es divertido y, sí, a veces difícil, porque se extraña al otro. Lo bueno es que con Manuel somos muy de ir y venir, independientemente del trabajo del otro. Yo viajo muchísimo a otros lugares y de repente nos encontramos en puntos intermedios. Hay una regla que pusimos: no más de cinco días separados.
–¿La cumplen?
–Te diría que es lo que suele digitar nuestras agendas.
– Tu trabajo y tu ritmo de vida me suenan a frivolidad...
–Eso es lo paradójico. La moda es un negocio hiperprofesional que demanda mucha responsabilidad. Además genera trabajo para mucha gente: maquilladores, modelos, estilistas, fotógrafos y diseñadores, entre otros. Lejos de ser algo frívolo, es un negocio, muy particular, en donde uno se encuentra con talentos enormes. Lo frívolo está en uno y se lo puede llevar a cualquier trabajo.
Producción: Christine-Marie Andrieu
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