Para que la música se eleve
El maestro catalán participó en Mar del Plata de una nueva edición de los coloquios que creó hace un cuarto de siglo
Allí donde la naturaleza había sentado sus reales, fue llevado de paseo el maestro catalán Jordi Mora en enero de 1991. Ese paraíso era el casco de la estancia La Armonía, a pocos kilómetros de Mar del Plata. Ocurrió durante su segunda visita a nuestro país, como director de orquesta, invitado por Guillermo Becerra, titular de la Sinfónica de Mar del Plata, tras haberla dirigido en noviembre del año anterior. Fue justamente en 1990, durante uno de sus cursos internacionales, cuando la pianista Graciela Alías, esposa de Becerra, le propuso ofrecer un concierto en La Feliz.
Jordi Mora, discípulo del director de orquesta rumano Sergiu Celibidache, miró asombrado, desde la acogedora casona, esa estancia de tanta belleza natural y silencio, rodeado de la cordialidad de sus habitantes, las Servidoras, cuyas almas impregnadas de armonía y amor por la belleza le dictaron un mandato. "Éste es un sitio ideal para desarrollar coloquios musicales."
Este febrero se cumplen 25 años del comienzo de aquel primer encuentro entre Mora y cientos de jóvenes talentosos profesionales y estudiantes de nivel superior de violín, piano, chelo, guitarra, flauta y demás aerófonos, cantantes y diversos grupos de cámara. Muchos de ellos ya alcanzaron prestigio en importantes centros musicales de Europa y del mundo.
El domingo pasado los celebró el maestro Jordi junto a sus discípulos y a los hijos de estos músicos que prolongaron este camino de escudriñar en lo profundo de las esencias de la música. "Coloquio" es la palabra; quizá no "curso", que es convencional y pobre en significado. Coloquio es diálogo, intercambio afectuoso. No uno que habla y los demás escuchan. Jordi Mora lo sintetiza así: "Es como la mayéutica de Sócrates que enseñó a pensar, preguntándose siempre".
-Pero usted parte de sus propias indagaciones y certezas para enseñar a sus alumnos...
-No importa tanto la pregunta sino a quién se pregunta. Es crucial la comunicación entre profesor y alumno para llegar a una comprensión profunda de la música. La enseñanza cobra vida a través del juego dinámico que surge en el momento. No está en el decir sino en cómo decirlo. En esa interacción es cuando aparece la comprensión vivencial, no intelectual, de cada obra musical. La esencia está en la vivencia, no en la inteligencia. Es como desentrañar el misterio de un cuadro.
-Además del valor de la continuidad de esta gesta, ¿qué es lo que más podría destacar?
-La expansión e irradiación de estos encuentros. Hasta hoy, en estos 17 años, ofrecí en Buenos Aires 99 cursos, además de otros en La Plata, Tandil, Santa Fe y Bahía Blanca. Pero valoro aún más mi experiencia por el entorno de este lugar de La Armonía que nos regala fuerza y buenas ondas, junto al trato cordial de las Servidoras, como Suky Pérez, cuya gestión nos ayudó a trabajar en libertad; el empuje de la formidable pianista Fanny Suárez y otros músicos que alentaron nuestra obra pedagógica en esta Fundación Cultural Argentina.
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