Para Pharrell Williams hay vida después de "Happy": el cantante volvió con N.E.R.D.
En 2014, Pharrel Williams conseguía su primer número uno como solista: "Happy", canción elegida un año antes como tema central de la exitosa película de animación Mi villano favorito 2. Se proyectaba de las pantallas de cine de todo el planeta a lo más alto de los charts internacionales y ratificaba la buena estrella del versátil músico y productor de Virginia Beach. Tres años más tarde, Pharrel decidió revivir N.E.R.D., el proyecto con el que consolidó su estatus de nombre clave de la escena del hip hop luego de la aparición explosiva de The Neptunes, su primera sociedad productiva con Chad Hugo, que renovó el género gracias a su perspicacia para insuflarle, con gran inventiva, una multiplicidad de efectos sonoros, constantes cambios de ritmo, exóticas percusiones y hasta melodías de Medio Oriente.
Hasta ahora, el último disco de N.E.R.D. había sido Nothing, que apareció allá por 2010. Ese álbum marcaba un declive respecto a la producción anterior del grupo: el repertorio revelaba buenas ideas no del todo bien concretadas y quedaba lejos del vuelo de In Search Of... (2002), un debut incendiario que cruzaba con inusual glamour el rap con el rock y la cultura skater.
Pasaron ocho años y Pharrel se convirtió en una estrella con una jugosa cuenta bancaria que, parece, le ha generado algún cargo de conciencia. No One Ever Really Dies nos recuerda el significado del acrónimo que él, Chad Hugo y Shay Haley eligieron como seña identitaria, al tiempo que se planta como un oportuno (u oportunista, según el ánimo del que juzge) manifiesto político pergeñado en el propio corazón de la industria. "Hay una moda que resiste el paso del tiempo: si sos negro, te pueden matar en cualquier esquina", declaró Williams cuando apareció el álbum, como para subrayar la idea. Y "Don’t Don’t Do It" pronuncia aún más esa pretensión, retomando aquel pedido desesperado de la la esposa de Keith Lamont Scott para detener a la policía de Charlotte (Carolina del Norte), que de todos modos terminaría asesinando a su marido con impresionante frialdad en 2016. El tema es también un homenaje nada velado a la era dorada de Stevie Wonder, tanto en su temperamento musical como en las referencias directas a la opresión sobre la comunidad negra con las que la estrella de Motown condimentó el monumental Songs in the Key of Life, en 1976.
Pero el nuevo disco de N.E.R.D. extiende su osadía más allá de la etiqueta "Explicit Content". Dialoga con la versatilidad y el punch de Fly or Die (2004), ensancha la voluntad experimental del grupo para alejarse prudentemente de la liviandad de las aventuras solistas de Pharrell y, de paso, arma una animadísima fiesta, plagada de estrellas de la música negra. Un disco con tantos invitados VIP ( Rihanna , Future, Kendrick Lamar , M.I.A., Gucci Mane, Wale, André 3000 ¡y hasta el carapálida Ed Sheeran!) corría el serio riesgo de la dispersión. Sin embargo, todo luce perfectamente ensamblado. Y para nada barroco: la producción se desentiende de ornamentos innecesarios, los amigos famosos suman sin copar la parada y el disco suena fresco, fluido, potente, actual, lúdico. Se nota que no está pensado únicamente como proyecto comercial. Hay demasiadas ideas en torno al funk, el rap, el R&B y hasta el reggae que N.E.R.D. creyó necesario mostrar. Un deseo seductor y expansivo que debemos agradecer sin reservas.
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