Paloma Herrera: "Hay personalidades que son para luchar y yo he vivido intensamente"
Con la idea de trasladar la excelencia y pasión que marcaron su carrera al Ballet del Teatro Colón, la ex bailarina asume la dirección de un elenco con grandes desafíos
Paloma Herrera lleva cinco días sin dormir. Es lo primero que dice, aunque el dato no condice con la sonrisa de la flamante directora del Ballet Estable del Teatro Colón. El insomnio -figurativo, claro está- no tiene que ver con su designación al frente de la compañía de danza más importante del país. Fue decisión de la dirección general de la sala poner a una mujer de personalidad fuerte, 41 años, y una carrera internacional de primer nivel al frente de este desafío. "Es un toro difícil de domar", le digo. Ella vuelve a sonreír, que es la mejor forma de mostrar los dientes. En verdad, lo que no dejó conciliar el sueño a Paloma Herrera, es la autobiografía que acaba de entregar a Penguin Random House para que se publique a tiempo con la próxima Feria del Libro de Buenos Aires. En esa tarea de transcribir con fidelidad su vida y trayectoria artística invirtió todo el año pasado, el primero tras su retiro como bailarina, meta que cumplió puntillosamente en los plazos que había planificado ya en 2014, cuando envió a algunos contactos un email con el asunto "Big news".
La noticia también fue grande esta semana. "Big news... again", asiente. Su nombre como sucesora de Maximiliano Guerra trae el cambio que reclamaba una compañía en crisis. Coherente con sus formas, muy polite, Herrera no va a hablar de gestiones anteriores sino del porvenir, y que puede definirse como una traslación de los valores que marcaron su carrera a un cuerpo de baile que necesita recuperarse para poder brillar.
Sin haber armado aún un equipo de trabajo, incluso sin una presentación oficial todavía frente al centenar de bailarines que deberá conducir, Herrera -férrea en sus ideales como su apellido, plástica y bella en el arte como su nombre- acepta una entrevista que antecede a sus decisiones. También a su primera comunicación: "El martes les diré que tengan la seguridad de que voy a hacer lo imposible para que sean lo mejor como bailarines. Eso es lo importante, porque cuando se abre el telón no hay vueltas".
-Reinstalada en Buenos Aires tras 25 años en Nueva York, estabas trabajando en la danza desde un nuevo lugar, escribiendo un libro con tus experiencias. Estabas, digamos, tranquila. ¿Por qué aceptaste este cargo?
-Sí, fue un año maravilloso 2016. Haber cerrado una etapa y tener mi tiempo para elegir y concentrarme en el libro era muy importante, más allá de si se publicaba, el proceso fue increíble. Después, elegí todo lo que hice (clases, coaching, castings) en Europa, en Estados Unidos y en el interior del país, y para mi sorpresa todo salió impecable. Disfrutar de estar en casa, volver a mi cultura, a mi lugar, a mi familia. ¡Ahora me puedo perder un vuelo y no es una tragedia!, pensaba. Pero con el año nuevo llegó esta propuesta, empezamos a hablar con María Victoria Alcaraz [directora general del Colón] y enseguida conectamos muy bien. En mi carrera disfruté muchísimo de lo que hice, pero siempre fue también para darle placer al otro. Esto es igual: trataré de ayudar a la compañía. Por qué otra cosa tomaría este cargo, si a mí no me interesa ser celebrity, no me interesa el poder, no me interesa la política. Me dio una gran seguridad saber que me llamaban porque valoran mi parte artística y nada más, que con el resto no voy a transar. Yo disfruto con el talento de los otros, adoro ir al teatro, ver una linda producción, a bailarines que bailan bien. Es un placer enorme.
-Y una responsabilidad enorme.
-Sí, lo mismo me decían con mi carrera y nunca la tomé como un peso. Tengo la ventaja de poder ver: trabajé 25 años en el American Ballet Theatre (ABT), pero siempre volví al Colón. Tengo esa perspectiva que me parece importante para que me elijan. Y una trayectoria que habla sola: con trabajo y ética, siempre elegí los roles, los lugares donde bailar, los partenaires, jamás porque uno tenía linda pinta o porque en tal lugar pagaban más o por quedar bien. Mi carrera es una muestra perfecta de lo que tiene que ser una compañía. Trasladaré esos mismos valores para poder hacer una diferencia.
-¿Qué es hacer una diferencia?
-En el día a día, con mis acciones, siento que con una palita voy vaciando un océano, tratando de poner el ejemplo. Hacer una diferencia es hacer las cosas bien, pensando en por qué se hacen. Con estos valores haré lo mejor para la compañía: llamar a los bailarines que se merezcan y no a dedo, de forma justa y transparente. Cuando se abre el escenario tiene que estar el bailarín más talentoso y no el que habló ni el que tiene tal cosa ni el que pagó... Es mi visión, no la estoy comparando con nada.
-¿Crees que podés transferirle al Ballet un poco de tu aura?
-Ojalá. Igual hubo directores anteriores que han tenido mucho nombre. Y voy a seguir con la línea que siempre tuve. La excelencia, lo que mamé en el ABT. Es importante que el bailarín esté inspirado: saber que tienen funciones, que tienen producciones interesantes, porque si uno pierde la inspiración pierde todo. Y justicia: el que trabaja y es talentoso tiene la oportunidad. Siempre dije que para mí el Colón era maravilloso cuando estuve en la escuela porque era gratis, era por audición y era justo: entraba el mejor. Más claro, imposible.
-Más allá de lo artístico, donde tu carrera aparece como aval, está la otra parte, la gestión.
-Es fundamental que me apoyen: quiero tener más funciones [para este año estaban previstas solamente 22]. Puse esta condición básica y que cada producción sea la mejor para la compañía. Es fundamental que estén la mayor cantidad del tiempo bailando y cuando no es en el teatro, que estén afuera, con giras bien planteadas. Y hay que organizar el tema de los coach, porque esto no se trata de estudiar los pasos y salir al escenario, es todo un proceso. Hay que tener tiempo de ensayo, que los maestros sean los indicados para cada ballet. Un director tiene que estar ahí, todo el tiempo. Todo el tiempo.
-¿Condiciones que tienen el sí?
-Sí. Hay una temporada que está armada y se tiene que mantener, aunque algunas cosas se ajustarán.
-¿Los títulos que heredás [Sylvia, La fierecilla domada, La bella durmiente, Notre Dame de París] te dejan conforme para empezar?
-Sí. Hay cosas para mirar igual. Tengo que entrar a trabajar y ver cómo fue tratado el presupuesto, los invitados, quiénes vinieron y quiénes no, quiénes tienen contratos y qué cosas están en el aire. No es una temporada planeada por mí, pero trataré de hacer que los chicos estén lo más preparados. Los bailarines tienen que tener buen training.
-Siguiendo tus estándares, ¿cómo vas a conjugar "buen training" y "excelencia" en una compañía que trabaja cuatro horas al día?
-Estamos viendo el tema del reglamento, cómo organizarnos. Acabo de sentarme. "Uno no puede cambiar todo de un día para el otro", me han dicho, pero estos son temas a resolver sin lugar a dudas.
-Aun con la distancia, regresaste cada año y en 2015 trabajaste con la compañía para tu gira de despedida. Podés hacer un diagnóstico del elenco que recibís...
-[Hace silencio] Estuvo bueno haber estado en 2015 y haber sido parte... Uno no puede hablar de una gestión anterior, son muchos años que fueron cambiando. Yo siempre trato de reparar. De las experiencias uno siempre puede quedarse con lo bueno, identificar lo que no está tan bueno y qué cosas hay que cambiar.
-Si hoy se abre el telón, ¿qué ves?
-No sé, porque no los vi recientemente. Cuando estuve bailando con ellos sentí que era una inspiración, vieron que yo era la primera en llegar y la última en irme, y estaba todo el tiempo trabajando en un ballet como Giselle, que había hecho infinitas veces. Volvemos a eso de "hacer una diferencia". Tengo que ser la que da el ejemplo, porque a toda esta gente la voy a levantar. [Paloma hace el gesto, lento, de levantar con las dos manos como garras a ese imaginario equipo y estira los brazos, musculosos, desde la altura de sus rodillas hasta encima de la cabeza. El movimiento parece el de un superhéroe dispuesto a todo].
-Mujer de 41 años debuta como directora de la compañía más importante de su país. No hay muchos casos en el mundo. Pienso en Tamara Rojo, en Inglaterra...
-Cuando la vi a ella pensé ¡qué fuerza y qué garra! Me encanta lo que está haciendo. Y va más allá de si fue buena o mala bailarina. Hay buenos bailarines que luego no son buenos maestros ni buenos directores ni buenos coreógrafos... porque no pueden salir de su propio yo. Hay personalidades que son para luchar contra todo y yo he vivido experiencias intensas, tomando decisiones importantes en mi vida sin anestesia: a los 15 años no lo pensé y me fui a vivir sola a Nueva York, y a los 40 dije hasta acá llegué, sin dudas. En el medio, un sinfín de desafíos.
-¿Qué harás el martes?
-Comunicar a los bailarines que voy a hacer lo imposible para que sean lo mejor que pueden ser como bailarines. Con planificación, trabajo, ética, compromiso, disciplina, inspiración... ¡con pasión! Todos sellos de mi carrera.
-Cómo quitarle al Ballet el mote de patito feo del Teatro.
-Los bailarines tienen que ser importantes como compañía, no una linda escenografía para los que vienen a bailar de afuera. El teatro tiene que tener sus estrellas, solistas y cuerpo de baile, y si vienen invitados, ¡súper! Y tiene que ser tan bueno el espectáculo que, más allá de quién baile, la gente se quiera acercar.
-¿Pensás en nuevos públicos?
-Los nuevos públicos tienen que estar, pero eso va ligado a una programación pensada para que atraiga, para que no tengan miedo, para que esa cosa elitista desaparezca; con un balance entre títulos muy conocidos y otros nuevos. Así el público se hace amigo y, luego, se entendido. Es fundamental que el público se acerque, pero manteniendo la calidad. Popular a cualquier costo no va.
-El ejemplo es la popularidad de tu propio nombre.
-Fui muy popular, mucha gente me reconoce en la calle o por mi nombre, y siempre mantuve mi carrera en un nivel artístico de mucha calidad. La popularidad no es igual a cualquier cosa. Si la gente va al teatro y ve una producción sensacional tiene ganas de volver aunque no sea un especialista, pero si va y ve algo mediocre no vuelve más. Hay que ser tan excelente, que nadie se lo quiera perder.
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