Pacino, un abuelo para recordar
Estreno: el actor vuelve a la pantalla grande con "Un día para recordar", de James Foley, que se exhibirá desde el jueves.
De origen italiano, de pequeña estatura, de perfil algo afilado, de vivaces ojos pardos, Al Pacino, a los 56 años, se convirtió, en el transcurso de su exitosa carrera cinematográfica, en uno de los actores de Hollywood más dúctiles y talentosos.
Desde su juventud se sintió atraído por esa magia de componer los más disímiles personajes. Asistió a la Escuela de Artes Dramáticas de Manhattan y luego fue admitido en el mítico Actor´s Studio de Lee Strasberg. Casi de inmediato comenzó a acumular elogios de la crítica por el vigor expresivo y la convicción con que animó los más difíciles papeles.
Recordadas son sus interpretaciones en "Pánico en el parque", donde compuso a un drogadicto; en "El padrino", junto a Marlon Brando, donde casi eclipsó al veterano actor de "Nido de ratas", y por el cual recibió el gran espaldarazo que lo llevó a la fama; en "Justicia para todos", en "Tarde de perros", en "Cruising" o en "Perfume de mujer", entre muchos y exitosos títulos más.
Pacino es, también, un actor que permanentemente huye de los periodistas y sabe negarse cuando un papel ofrecido no lo convence del todo.
Para muchos, es un introvertido. Para otros, una rutilante figura que, son sus palabras, "hay que demostrar que uno vale cuando se está frente a una cámara".
Su éxito nunca declinó. Cada una de sus composiciones fílmicas le brindaron aplausos y elogios.
Ahora su figura retorna a la pantalla en "Un día para recordar", producción que Líder estrenará el jueves en varias salas de Buenos Aires.
Casi un filósofo
En este film dirigido por James Foley encarna a un abuelo gruñón, casi filósofo, en espera de la muerte y que vive con su hija y su nieto adolescente en un barrio de Filadelfia durante la dura época de la Depresión.
La historia, según se anticipa, le brindó a Al Pacino otra oportunidad para demostrar su gran talento para lograr una composición en la que debe unir la emoción con la poesía.
James Foley, el director de "Un día para recordar", trazó una interesante filmografía de géneros muy dispares y siempre bien resueltos, con el thriller, "Vivir para contar"; la comedia pop, "¿Quién es esa chica?", y el drama con toque sociales, "El precio de la ambición".
Cuando el cineasta logró que Pacino aceptase ese personaje de abuelo sesentón de raíces itálicas, supo que su película lograría la ternura que pedía el guión que tenía entre manos.
La emoción de lo cotidiano
Para animar al nieto -un jovenzuelo de doce años que necesita unas monedas para asistir a una función cinematográfica- apostó a Jerry Barone, que sin antecedentes actorales poseía toda la ternura de su papel.
El principal trío del relato se completa con Mary Elizabeth Mastrantonio, de recordadas actuaciones en "Abismo", "Caracortada", "El color del dinero", "Robin Hood" y "Juego de adultos".
Dentro de ese ámbito triste y patético de los años de la Depresión norteamericana, y con un elenco de enorme fuerza y emotividad, Foley consiguió su objetivo: emocionar por el camino de lo cotidiano.
Al Pacino, mientras tanto, dejó para su papel los oropeles de los distinguidos vestuarios y de los romances accidentados -fórmulas de muchos de sus films- para convertirse en un anciano barbudo, desaliñado y triste.
"Este personaje -dijo en un reportaje- me permite acariciar a la humanidad desde su más honda angustia." Y, de acuerdo con las críticas de los Estados Unidos, logró ampliamente su cometido.