Pablo Larraín: "El cine latinoamericano goza de muy buena salud"
El director chileno mimado por Hollywood habla de su película sobre Neruda, estrenada anteayer, y de cómo cambió su opinión sobre Jackeline Onassis durante el rodaje de su biopic
Caso raro para la cartelera argentina: con pocos días de diferencia, llegan al país dos películas de un mismo director chileno. Nuestros vecinos producen mucho cine -en 2016 hubo allá unos cuarenta estrenos locales, una cifra notable, sobre todo si se la compara con las de fines de los años noventa, cuando llegaban a las salas chilenas apenas media docena-, pero rara vez esos films cruzan la Cordillera. El caso de Pablo Larraín tiene, de todos modos, sus particularidades: se trata de un cineasta de proyección internacional que ha dirigido un largometraje nominado al Oscar (No, de 2013) y otros dos que compitieron por un Globo de Oro (El club, en 2015, y Neruda, el año pasado). La película que gira en torno de la influyente figura de Pablo Neruda, el famoso poeta chileno que también tuvo un rol destacado en la vida política de su país, es justamente una de las que ya podemos ver en la Argentina desde anteayer. Protagonizada por un actor poco conocido aquí -Luis Gnecco, el mismo que encarnó a un sacerdote acusado de abusos sexuales para el papel principal de El bosque de Karadima, el film chileno más taquillero de 2015 (300.000 espectadores)-, cuenta con el mexicano Gael García Bernal y con Mercedes Morán en el elenco, lo que puede potenciar el interés del público argentino. Y el 9 de marzo será el turno de Jackie, otra producción ambiciosa (nueve millones de dólares y Natalie Portman como figura estelar), enfocada en el período en el que Jacqueline Onassis fue primera dama de la Casa Blanca, durante la presidencia de John Fitzgerald Kennedy, iniciada en enero de 1961 e interrumpida en noviembre de 1963 con su polémico asesinato.
"El cine latinoamericano goza de muy buena salud -asegura Larraín-. Es una pena que nuestras películas circulen tan poco por las salas de los países de la región. Estoy contento y orgulloso por estos dos estrenos en la Argentina, pero sería bueno incentivar la exhibición de películas que se producen en Brasil, Colombia y México, por ejemplo. A mí me sorprende la cantidad de buenos directores que hay en la Argentina. ¿De dónde salen tantos? Es admirable. Nuestras películas se ajustan muy bien a distintos estándares cinematográficos internacionales: algunas son para festivales grandes, como los de Berlín, Cannes y Venecia, y otras, para algunos más chicos, pero muy prestigiosos, como los de Locarno y Rotterdam. Tenemos también festivales muy buenos: Valdivia, Mar del Plata, Bafici... Con mayor o menor éxito comercial y con mejores o peores resultados artísticos, está claro que los latinoamericanos tenemos cosas para decir. Y las estamos diciendo."
¿Fueron muy diferentes las experiencias de Neruda y Jackie?
-Sí, porque son películas muy distintas en términos de producción. Neruda es una coproducción entre cinco países (Chile, la Argentina, Francia, España, Estados Unidos) que se gestó durante cinco años, con un presupuesto relativamente alto para el cine de la región, eso es cierto, y un rodaje muy intenso. Filmamos en más de setenta locaciones repartidas entre Chile, Francia y la Argentina. Fue un proceso largo. Jackie, en cambio, se armó en seis meses. Se filmó en París y en Washington. Fue un rodaje de apenas un mes. Y la edición llevó cuatro meses más. Es decir, un proyecto más expeditivo.
-¿Cómo llegaste a hacer una película sobre Pablo Neruda? ¿Qué querías contar del personaje?
-En realidad es una idea de mi hermano Juan, socio y productor del film. Él insistió mucho, pero durante años me negué. Básicamente porque me parecía muy riesgoso hacer una película sobre alguien tan enorme, tan complejo y tan vasto como Neruda, un cosmos en sí mismo, no sólo por su poesía, tan extensa y tan variada, sino también por su propia biografía. Es de verdad un personaje inasible. Cuando nos dimos cuenta de que era imposible meterlo dentro de una película, imaginamos otra cosa: un artefacto nerudiano, digamos; una película muy arbitraria hecha a partir de su universo particular. Y ahí sí me empezó a cerrar.
¿Y tenías de arranque la idea de hacer un policial negro?
-En algún momento, cuando planificábamos la película antes de que se empezara a escribir el guión, apareció la idea del film noir, con un policía asolado por una crisis existencial que vive para perseguir al poeta (el rol de García Bernal). Y me pareció que eso me haría sentir más cómodo. Porque aun habiendo leído casi toda su obra e investigado su vida durante mucho tiempo, hoy no puedo decir claramente quién fue Neruda. Eso es lo que produce fascinación: se trata de un personaje inabarcable, imposible de encasillar. Era más lógico entonces armar un artificio ficcional a partir de su obra. Una antibiografía, como me gusta definir la película, que intenta pintar el cosmos nerudiano: su humor, su hedonismo, su pasión por las mujeres y los viajes, su perfil de coleccionista... Un hombre que combinó la poesía con la política, fue una figura central del comunismo y quiso ser presidente de Chile. ¡Es muchísimo! Hicimos una película que, creemos, a Neruda le habría gustado ver.
¿Es todavía un personaje muy discutido en Chile?
-Hay gente que lo considera antipático por razones políticas. Pero su obra es muy respetada. No conozco a nadie que considere que la poesía de Neruda no tiene ningún valor artístico y cultural para los chilenos. Y si esa persona existe, no me gustaría conocerla. Los poetas chilenos son los que mejor han registrado el pasado y los que han logrado definir nuestra idiosincrasia. Sin Neruda, Gabriela Mistral, Vicente Huidobro, Jorge Tellier y Nicanor Parra, entre tantos otros, sería difícil comprender a Chile. Podemos entender mejor quiénes somos gracias a nuestros poetas más que a nuestros historiadores.
-Tuviste la oportunidad de dirigir Jackie gracias a la sugerencia de un colega estadounidense, Darren Aronofsky. ¿Pudiste hacer la película que planeaste?
-No la habría hecho si no me hubieran permitido tener el control artístico total. Soy responsable de lo que se ve en Jackie, para bien o para mal.
¿Y cómo la definirías?
-Es una película sobre el poder. Y sobre cómo los relatos políticos se arman muchas veces a partir de la forma de administrarlos, más que por su propio contenido. Si uno estudia el legado político de John Fitzgerald Kennedy, se va a dar cuenta de que es bastante menor. No alcanzó a hacer demasiado antes de que lo asesinaran. Tenía proyectos en torno de los derechos civiles y un novedoso programa espacial, pero cometió algunos errores importantes, como la invasión de Cuba. Sin embargo, los norteamericanos, según dicen muchísimas encuestas, lo consideran el mejor presidente de la historia, incluso por encima de Abraham Lincoln. La explicación de ese fenómeno es Jackie Kennedy. Ella fue la que organizó el funeral televisado en todo el país y también la que creó el famoso mito de Camelot. Demostró que la historia se construye a través de relatos eficaces. Tuvo ese olfato. Yo tenía una imagen superficial de ella antes de hacer esta película. Pensaba que era una mujer preocupada sobre todo por la moda. Pero descubrí que era culta, sofisticada y muy compleja, con una inteligencia comunicacional enorme que le permitió organizar muy bien el legado a Kennedy para que terminara siendo considerado un héroe en los Estados Unidos. Y en ese proceso, ella misma se convirtió en un ícono.
Dos estrellas ejemplares
¿Es difícil trabajar con estrellas? Pablo Larraín asegura que no, al menos por cómo se han desarrollado sus experiencias con Gael García Bernal, en Neruda, y un tiempo antes en No, y con Natalie Portman, en Jackie. Tanto el mexicano como la actriz nacida en Israel -que no hace mucho fueron pareja- rindieron muy bien y, remarca el director chileno, facilitaron su tarea con entrega y profesionalismo. "Primero, Gael es un gran amigo. Pero además es un actor que tiene misterio, algo esencial en el cine. Aunque esté diciendo algo explícitamente, siempre genera en el espectador una pregunta sobre lo que en verdad le pasa internamente. Y es muy versátil: puede ser alguien muy duro, concreto y preciso, y al mismo tiempo muy frágil -explica Larraín-. Natalie Portman, por su parte, es una actriz muy profesional, inteligente y culta. Asumió un riesgo enorme: encarnar a un ícono de su propia cultura. Es sin duda una de las grandes actrices de la actualidad, con una gran capacidad de generar sensibilidad y empatía. Y no es para nada una diva. Le tengo un respeto infinito, igual que a Mercedes Morán, que también es una actriz excelente y que evidentemente siente un gran amor por lo que hace."
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