El nuevo filme de Alex de la Iglesia, la novela de Guillermo MArtinez y la matemática
- 4 minutos de lectura'
Cuando en un policial aparecen enigmas lógico-matemáticos, en lugar de enriquecer el relato, suelen hacer evidente, por contraste, cuan deficiente es la lógica de su resolución. Esto es lo que le sucede a la nueva película de Alex de la Iglesia, basada en la novela Crímenes Imperceptibles del escritor y matemático argentino Guillermo Martínez (no la leí, aunque sí leí otro libro de Martínez, Borges y la matemática, previsiblemente, dos componentes importantes de este film). En la historia Los crímenes, se infiltran ciertos enigmas lógicos, por ejemplo, el siguiente:
¿Cuál es la figura que continúa la serie? (La respuesta está abajo, en el primer comentario). La película no da la solución hasta bastante más tarde en el metraje, desafiando al espectador a encontrarla. Implícitamente, hace lo mismo con el siguiente enigma, que es central en el relato: una serie de signos que un asesino serial deja junto a sus víctimas, como una forma de desafío intelectual hacia el profesor Arthur Seldom, reputado matemático de Oxford (y también hacia los espectadores). La idea central del film (y, asumo, de la novela) pertenece a la tradición literaria: está tomada de “La muerte y la brújula”, el relato de Borges que más explícitamente juega con el policial (cuyo eje, a su vez, viene de “La forma equívoca”, cuento de G.K. Chesterton). Seldom (John Hurt) y un alumno (Elijah Wood) deben anticipar el siguiente signo de la serie para, tal vez, prevenir otro asesinato y descubrir al asesino. Aunque nunca queda claro como el primero de estos actos podría llevar a los dos siguientes, los matemáticos aceptan el desafío. A esta flaqueza lógica se suceden otras más flagrantes como que el hobbit Elijah Wood provoque una atracción sexual incontenible en todas las mujeres del film. Los primeros crímenes (“imperceptibles” porque la víctimas están a un paso de la muerte natural) son mecánicamente separados por algunos episodios, del todo inconsecuentes y ajenos a la línea central, que exhiben “curiosidades” (la historia del matemático loco que se lobotomiza para borrar la programación neural de su cerebro, la historia de la resolución del célebre último teorema de Fermat, etc.: todos restos en la descuidada adaptación de las digresiones a las que obliga la forma novela) y algunas revelaciones de alcoba que abren el panorama de los sospechosos. En el tercer acto llega el golpe: se hace evidente que es imposible, para los espectadores, resolver el enigma lógico planteado en el primer acto porque nunca tuvimos la información necesaria (el “enigma” es una serie de signos copiados de un viejo texto matemático que no puede ser completada por deducción). ¿Para qué, entonces, la invitación a intentar solucionarlo? ¿Para qué todos los juegos lógicos, la simetría entre el problema que se revela al comienzo y éste, si luego resulta que no puede ser resuelto? ¿Para que el planteo lógico-matemático, si no hay lógica ni matemática en la solución, sino un conocimiento que sólo tienen dos personajes y que el héroe recuerda convenientemente en el último acto? Esto constituye un problema de construcción, un abuso tan frustrante como presentar un nuevo personaje al final y que resulte el asesino. Esta falencia no debe ser confundida con el planteo filosófico del film, que se pregunta por la capacidad del lenguaje (verbal o matemático) para dar cuenta de la “realidad”. El signo faltante no se encuentra por azar, por una vía ajena a la razón, por una grieta en nuestra construcción del mundo, sino que aparece en la memoria del protagonista en el momento más conveniente. El tema de los límites del pensamiento racional, enunciado por los personajes (que ocasionalmente citan a Wittgenstein), no encuentra un correlato en la forma de la película, que sigue los pasos de un policial tradicional (aunque, como Borges y Chesterton antes, invierte algunos) e, implícitamente, comparte su confianza en la razón para explicar el mundo. En efecto, el policial se resuelve, como suelen resolverse los policiales en el cine actual, con un doble o triple final, pero con su héroe develando todos los pliegues de la trama. Aunque con un problema: para lograrlo, en el camino, traicionó a sus espectadores. Como se sabe, la traición, aun en el mundo del delito, está lejos de ser un crimen imperceptible.
lanacionarMás leídas de Espectáculos
Polémica. Quién es Manuel Anido Cuesta, el polémico nuevo amor de Ana de Armas
Carolina Herrera deslumbró en la presentación de su colección Resort 25 en Ciudad de México
"Tengo una nueva reunión". Massaccesi define su futuro, tras la salida de Lapegüe de TN, y Nelson Castro le pone un punto final a los rumores