Oscar Martínez: "El mejor actor no es el más dócil: es el que pregunta y propone"
El actor y director tuvo un año memorable: ganó el premio Sur por su rol en Relatos salvajes y brilla en TV por su villano de Noche &día
Comenzó muy temprano grabando en exteriores. Y apenas pone un pie en su camarín, un productor le anticipa la maratónica jornada que le espera en el estudio Baires, donde dio sus primeros pasos en el cine con La gran ruta y El profesor tirabombas. Hoy, Oscar Martínez interpreta allí a Guillermo Inchausti, el corrupto comisario de la más reciente producción de Pol-ka para El Trece: Noche & día.
En medio de esa agitada rutina, el actor y director cuelga por un rato el traje de malvado y se toma una distendida pausa junto a la nacion para conversar sobre su regreso a la tira diaria, el rotundo éxito de la película Relatos salvajes y su destacada labor en el teatro.
-¿Qué debe tener un villano para atrapar a los televidentes?
-Lo primero es que sea creíble, porque suelen ser personajes bastante extremos, sobre todo en una novela diaria. No me gustan los personajes maniqueos, y con Inchausti tenía ese temor. Algún talón de Aquiles o contradicción tiene que tener, independientemente de que sea inescrupuloso y capaz de llevar a cabo acciones atroces. Si llevás un cartel en la frente no llegás a ninguna parte, ni siquiera a comisario mayor. Además, tanto los villanos en la vida real como en la ficción son grandes seductores. No son tipos a los que ves y te das cuenta al instante de que estás frente a un monstruo. Intento que el personaje tenga todas estas cosas, y construir esa credibilidad es un trabajo muy delicado.
-De tu debut en Cosa juzgada a hoy, ¿qué creés que cambió para bien en el modo de hacer TV y que es lo que se perdió?
-Hasta hace unos veinte años, quizás un poco menos, había más ficción y se trabajaba en general con mejores contenidos. En lo que sí se avanzó muchísimo es en la factura, en la producción de los programas, que es muy superior a la que había años atrás, por ejemplo, desde el punto de vista técnico. Eso sí va mejorando día a día. El asunto es el relleno de la empanada, que es un tema más complejo... (sonríe).
-¿Mirás tu trabajo en TV?
-Vi cuatro capítulos de Noche & día. Lo pispeo una vez por semana, no sólo porque a veces no estoy en casa sino porque no me resulta tan grato verme, aunque sí quiero tener una noción de cómo está saliendo. Además, estoy todo el tiempo acá (por los estudios Baires). Llegar todos los días a casa y ver el programa sería too much.
Justo en el momento en que toma su café y conversa con este diario, en Los Angeles, la Academia de Artes y Ciencias de Hollywood anuncia que Relatos salvajes, la película de Damián Szifron, de cuyo elenco formó parte Martínez, fue incluida entre las nueve preseleccionadas para el Oscar a la mejor película extranjera.
-¿Cómo fue la experiencia de trabajar con Szifron?
-(Se le ilumina la cara) Extraordinaria. Es un tipo muy singular que reúne una serie de virtudes poco habituales y difíciles de congeniar en una sola persona. Es hipertalentoso, inteligentísimo y sabe perfectamente lo que quiere. Al mismo tiempo es permeable, consulta y escucha de verdad al actor. Es de una minuciosidad y obsesividad típica de un artista, pero al mismo tiempo es un tipo que no pierde la calma en ningún momento y que tiene un trato humano extraordinario con todo el equipo. Crea un clima de trabajo descansado y se divierte como un chico. Muero por volver a trabajar con él, porque para mí fue un descubrimiento fantástico.
-En el caso de Mauricio, tu personaje en la película, ¿a qué elementos recurriste para crearlo?
-En primer lugar, el guión de "La propuesta" (título de la historia que interpreta en el film) es excelente. Es un pequeño largometraje perfecto. Además, Damián te da consignas claras para actuar. Te anticipa. Recuerdo que me dijo: "Al jardinero, con 30.000 dólares lo arreglás. Pero le ofrecés 500.000". Eso habla de varias cosas, de las contradicciones que el personaje tiene, de por qué paga de más, de la culpa que le da hacer lo que le está haciendo y ahí regresamos con el tema del villano: lo humaniza, porque el tipo lleva a cabo el intento de comprar impunidad, pero un inescrupuloso lo arreglaría con menos. Con esa sola indicación que él me dio, me abrió la cabeza de cómo este personaje plantea lo que plantea. Son sutilezas, pero una gran obra se hace con esas pequeñas cosas.
-Por ese personaje ganaste el premio Sur y en una terna poderosa...
-(Se ríe) Me tocó con Ricardo (Darín), Leo (Sbaraglia) y Daniel (Fanego). Cualquiera podría haberlo ganado con justicia. Esta vez me tocó a mí. Es un premio que tiene un valor especial porque no hay jurado más calificado que el de la Academia. Votan los que sueñan, imaginan, escriben, dirigen y actúan las películas. Un consenso del medio para un premio así no es poca cosa.
-¿Creés que la experiencia de Cannes y San Sebastián hizo ver al público local la película desde una perspectiva menos "ombliguista"?
- Me parece que la temática es universal y tiene poco color local, mucho menos del que creemos. Estuve en Cannes, donde obviamente el público no era argentino, y vi lo que pasó: funcionó como si fuera un cine de Flores. Festejaban giros que uno asocia con lo meramente nuestro. Me parece que son conductas perfectamente posibles, sobre todo en las grandes urbes. No era una película de cabotaje y eso se confirmó: Relatos salvajes está vendida al mundo entero.
-Más allá de la posible nominación al Oscar, ¿cuál creés que fue el mayor reconocimiento para la película?
-Como dice muy bien Damián: "Nosotros no trabajamos para competir por un premio porque no estamos en competencias deportivas". Además, ganar un premio no siempre quiere decir ser el mejor. Es una forma privilegiada del reconocimiento, pero no siempre es certero o justo. El verdadero premio es el fervor del público y de la crítica, que fue unánime en relación con la película. Ése es el premio. Todo lo demás bienvenido sea, pero es como decir: "Te trajimos un regalo a la fiesta".
-¿Cómo llegaste a tomar la decisión de ser director teatral?
-Los compañeros me decían en general: "Vos tenés que dirigir". Es algo que me fascina hacer, porque siempre me ocupé de la totalidad y sentía que podía ayudar o estimular a otros. Siempre supe que iba a dirigir, como una consecuencia natural de mi desarrollo profesional. Y con la escritura pasó lo mismo. Tardé un poco más, pero sabía que tarde o temprano iba a escribir, y afortunadamente lo hice con éxito.
-¿Cómo influye esa experiencia cuando tenés que actuar y ser dirigido por otro?
-Lo primero que tenés que entender es que sos un instrumento del director, lo que no significa someterse. Es cumplir con tu rol sin competir con él. Lo ideal es trabajar conjuntamente. Creo que el mejor actor no es el sumiso o el dócil que resuelve bien: es el que pregunta y propone a partir de lo que le despertó la creatividad en una relación de ida y vuelta. Las poquísimas veces que he trabajado a contrapelo de un director aprendí que uno, en ese caso, no debe quedarse ahí. Es como ser marinero y disputarle el timón al capitán. En ese caso, agarrá un bote y bajate del barco.
-¿Diste clases de teatro?
-La única vez que lo hice fue a pedido de Mercedes Scápola, con quien viví muchos años porque estuve casado con su mamá (Mercedes Morán). Cuando ella estudiaba, me lo pidió en todos los idiomas. Yo no quería o no podía, o las dos cosas. Finalmente di un seminario durante pocos mesas para actores que estaban entre la culminación de su formación y el comienzo de su vida laboral y profesional. Ésa fue la única experiencia.
-¿Y qué consejo le darías a un joven actor?
-Que se forme. Ninguna clase de conocimiento puede serle ajeno. Que no deje de hacer teatro, porque si bien es lo que te otorga menos fama, en el teatro es donde se aprende el oficio. Que persevere, porque entiendo que un joven quiera ser conocido, pero con eso solo no alcanza. Creo que lo más interesante es asociarse con buenos proyectos para que tu nombre sea identificado con eso, y apostar a que después de muchos años de trabajo la gente suponga que si vos estás ahí es que vale la pena ir al cine, al teatro o mirar ese programa de TV.
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