Oscar 2024: lo mejor y lo peor de una ceremonia que pareció funcionar en piloto automático
Con pocas sorpresas y la mayoría de los premios en línea con las previsiones, el show se acomodó más al gusto de la comunidad de Hollywood que del público y tuvo solo un punto altísimo cuando Ryan Gosling llevó al escenario uno de los temas nominados de la película Barbie
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El mundo Hollywood debe haberse ido este domingo a la noche del Teatro Dolby, cuando apenas empezaba a anochecer en Los Ángeles, mucho más satisfecho por los resultados de la ceremonia número 96 de la historia del Oscar que el público que se multiplicó en todo el mundo para seguirla a través de pantallas múltiples, a las que se agregó este año el streaming.
La fiesta empezó y terminó más temprano que nunca para las costumbres de Hollywood y también para las de nosotros, que desde esta parte del mundo nos habíamos acostumbrado a trasnochar y esperar el anuncio de los premios principales ya entrada la madrugada. Por una vez se cumplieron los augurios y las expectativas de quienes vienen bregando por hacer un show más compacto y ajustado en cuestiones de reloj. El Oscar 2024 no llegó a las tres horas y media y, sorpresivamente, todos los ganadores obedecieron al pie de la letra las instrucciones: quienes se pasaron un poquito en los agradecimientos apenas escucharon la música que los invitaba a despedirse saludaron y se fueron.
Hubo sonrisas a granel y gestos generalizados de satisfacción, hasta de los perdedores. Resultaron tan cantados y previsibles la mayoría de los premios que casi todo el mundo los esperaba antes de cada anuncio. No había resignación, sino aceptación y reconocimiento generalizado de que las cosas habían tomado un rumbo definido desde mucho antes de la ceremonia. Este año la temporada alta de premios asumió un perfil predecible como pocas veces y las escasas sorpresas (El niño y la garza como largometraje animado, La zona de interés en sonido, Pobres criaturas en maquillaje) que sacudieron por momentos la modorra de la larga serie de favoritismos tampoco alteró demasiado el estado de ánimo entre los asistentes.
Hollywood vivió de nuevo su gran fiesta sin preocuparse demasiado por el hecho de que desde la pantalla vimos un Oscar en piloto automático. Como si alcanzara con vivir las cosas de esa manera a modo de cierre de una temporada complicada sobre todo por el impacto en la industria de la larga huelga de los actores y los guionistas.
Fue un show televisado colorido como siempre y lleno de caras famosas, pero sin nervio, con la energía justa y sin la suma de esos momentos magnéticos y poderosos que se convierten en recuerdo permanente en la casi centenaria historia de una fiesta que, pase lo que pase, siempre estamos dispuestos a ver. ¿Alguien se acordará dentro de unos años del Oscar 2024? Tal vez será por algún momento aislado que quedará impreso en la memoria y quizá vuelva hecho recuerdo desde cierto toque distintivo.
Pero más allá de eso, esta última fiesta se sumará al registro completo de la vida del Oscar solo a partir del dato más simple, inmediato, directo y hasta, si se quiere, burocrático: es el año en que Oppenheimer se llevó cuatro de los seis premios mayores y resultó la gran ganadora: película, director (Christopher Nolan), actor protagónico (Cillian Murphy) y actor de reparto (Robert Downey, Jr.). Los otros dos se repartieron entre Pobres criaturas (Emma Stone, mejor actriz protagónica) y Los que se quedan (Da’Vine Joy Randolph, mejor actriz de reparto).
LO MEJOR
El mejor momento de toda la noche del Oscar 2024 estuvo en un terreno en el que históricamente esta ceremonia siempre marcó diferencias y llegó a hacer historia muchas veces en el pasado: un número musical brillante. La interpretación en vivo de “I’m Just Ken”, uno de los cinco temas nominados a Mejor canción, tuvo a un Ryan Gosling en estado de gracia (carismático, desenvuelto, inspirado, gracioso), se desplegó mucho más allá de los límites del escenario, encontró la complicidad de los asistentes y brilló por la espectacularidad de su puesta en escena y los matices que lo diferenciaron de la película, aunque todo el tiempo remitió a ella. Es un gran mérito adaptar la canción de una película a un espacio rígido como el de un teatro sin perder la esencia.
Detrás de Gosling y cía. el show tuvo su gran paso de comedia cuando John Cena (un fisiculturista que aprendió todo lo que debe saber un actor, empezando por su talento para reírse de sí mismo) apareció completamente desnudo en el escenario, cubriéndose nada más que con el sobre que tiene el nombre del ganador, para anunciar el premio al Mejor vestuario. La gracia estuvo en la creación progresiva de la situación, el timing con el que Cena fue manejándola y el desenlace, junto al anfitrión Jimmy Kimmel.
La genuina emoción de algunos de los ganadores sostuvo la atención de la ceremonia en varios momentos. Vimos a Da’Vine Joy Randolph al comienzo y a Emma Stone al final dejando todo el corazón en sus respectivos agradecimientos, verdaderamente conmovedores. Las cámaras también registraron en el mismo instante en que Stone ganó como Mejor actriz protagónica (para sorpresa de la mayoría, que esperaba escuchar el nombre de Lily Gladstone) una escena muy afectuosa entre la actriz de Pobres criaturas y las cinco estrellas que se sumaron en el escenario para presentar a los nominados. Stone tuvo un problema en su vestido y las cinco, solícitas, se acercaron de inmediato para remediarlo.
Ver de nuevo juntos en el escenario a Arnold Schwarzenegger y Danny De Vito, 36 años después de esa gran comedia que fue Gemelos, resultó gratísimo. Se reencontraron para anunciar y entregar juntos los premios al Mejor montaje y a los Mejores efectos visuales y dejaron una frase para la posteridad cuando dijeron que el montajista es el verdadero arquitecto de una película. Estricta justicia para un oficio cinematográfico clave: el ganador de este premio siempre anticipa el nombre de la película que se llevará al final el premio mayor.
Las breves apariciones de Messi, el border collie que se destaca en Anatomía de una caída, también resultaron muy festejadas. Estuvieron muy oportunamente incorporadas a la continuidad de la ceremonia a través del montaje, ya que su presencia en el Teatro Dolby se grabó con anterioridad para evitarle a la simpática mascota situaciones potenciales de estrés. Messi también participó del único chiste genuinamente visual que cerró la transmisión televisiva, que fue también la única mención a la juguetona pelea mediática que mantienen desde hace años Kimmel y el actor Matt Damon.
LO PEOR
Así como mereció destacarse el cuadro musical de Barbie protagonizado por Ryan Gosling, el resto de las interpretaciones en escena de las canciones nominadas dejaron mucho que desear. Como faltó en ellas un auténtico toque visual o de puesta en escena capaz de conectarlas desde la transmisión con sus respectivas películas, esos segmentos resultaron tediosos o insípidos, según el caso, y alcanzaron un extremo casi insoportable en la intervención de Jon Batiste cantando el tema de American Symphony. Ni siquiera la brevedad de los cuadros disimuló tanto aburrimiento y falta de creatividad.
El Oscar 2024 resultó pobrísimo en términos musicales porque desde ese factor también se estropeó sin necesidad el segmento “In Memoriam”, que requiere por sus características un tratamiento artístico sobrio y austero, si es posible en segundo plano para que el auditorio despida como corresponde a los miembros fallecidos de esa comunidad. Esta vez una coreografía que estuvo fuera de lugar, la equivocada elección del lugar en donde aparecen las figuras que nos dejaron y el protagonismo excesivo que la producción le otorgó a las voces de Andrea y Matteo Bocelli (exagerada e innecesariamente amplificadas) se sumaron para uno de los más deslucidos “In Memoriam” de los últimos años.
Jimmy Kimmel fue visto en los últimos años como un conductor ideal para llevar adelante la fiesta del Oscar por su conocimiento de la maquinaria y de la vida cotidiana de Hollywood y la experiencia suficiente para interactuar con esa comunidad de la mejor manera. Pero esta vez ninguno de sus chistes llamó demasiado la atención y al siempre esperado monólogo de apertura le faltaron la picardía y la agudeza que la situación siempre reclama. Pareció por momentos que Kimmel trabajaba casi a reglamento tratando de no incomodar a nadie y evitar cualquier contratiempo, como esos árbitros que “muñequean” los partidos difíciles para llevarlos hasta el final sin complicaciones.
Solo en el último tramo pareció Kimmel salir un poco del libreto cuando leyó una crítica a la ceremonia y a su tarea expuesta por el expresidente Donald Trump desde su espacio en redes sociales. Esta mención formó parte de una sucesión bastante confusa e imprecisa de alusiones dentro del Oscar 2024 a temas políticos y de actualidad. De un lado se siguió con mucha atención el testimonio del director de 20 Days in Mariupol, Mstislav Chernov, que agradeció el primer Oscar para el cine de Ucrania y dijo que hubiese cambiado gustoso su premio por evitar que Rusia atacara a su país y provocara allí un sinfín de atrocidades. Del otro, no se dijo nada sobre el caso de los rehenes israelíes que siguen en manos de Hamas desde el ataque terrorista del 7 de octubre de 2023, un hecho que Hollywood condenó en su momento pero sobre el que no hubo palabra alguna en esta ceremonia.
Finalmente, los cambios impuestos en las presentaciones de algunos de los premios principales no tuvieron demasiado efecto. El recurso de sumar a cinco exganadores de cada categoría actoral para acompañar el anuncio del ganador respectivo se quedó en la sensiblera enunciación de esas virtudes sin otro impacto que la búsqueda de una forzada emoción.
Y el cierre tampoco estuvo a la altura: el siempre entrañable Al Pacino pareció completamente perdido en el momento de anunciar el nombre de la película ganadora, que apareció en medio de balbuceos y vacilaciones completamente ajenos al único momento en el que se espera cierta formalidad, porque es a todas luces el más importante de toda la noche. Solo el hecho de que Oppenheimer era desde hace tiempo un ganador casi descontado por todos atenuó la incomodidad de un final de fiesta que seguramente los organizadores jamás previeron de esa manera.
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