Este fin de semana, la agrupación británica llenó dos veces el Estadio de Liniers con miles de adolescentes eufóricos; crónica y fotos
"Tres cosas amamos de la Argentina. Lio Messi. La esposa de Michael Bublé. Y ustedes". Harry Styles empuña el mic y sacude la noche de Vélez cuando le declara su amor a las cuarenta mil fans que agotaron el primer show de One Direction en la Argentina. Después, arranca con "One Thing". El grito adolescente de la fiebre fan es ensordecedor a tal punto que por momentos la banda tiene que abrirse paso para sonar, para ser escuchada, como si el amor de esta feligresía por los sujetos que idolatra fueran más importante que cualquier cosa que los mismos sujetos tengan para cantar. Si por un rato el público se permitiera el silencio, lo que quedaría arriba del escenario es una buena, tal vez muy buena, banda de pop adolescente que ha tenido el acierto de darle forma a sabrosas y efectivas canciones de fabricación industrial que pueden ser disfrutadas como se disfruta un sabroso y efectivo Cuarto de Libra con papas y gaseosa. A eso se le puede sumar que 1D prescinde de la formación homogeneizada que tira pasitos en coreo. Harry, Liam, Zayn, Niall y Louis van y vienen por el escenario como sueltos, sin formato, porque en realidad el formato son las canciones, que van desde "Midnight Memories", en el comienzo del show, hasta "Best Song Ever", en el cierre, dos horas después, pasando por "Live While We’re Young", "What Makes You Beautiful" y esa carta ganadora frente a cualquier adolescente que sueña casarse con el póster que ha pegado en su cuarto que es "Story of My Life".
Un traspié de cada uno de sus integrantes en la versión británica de The X Factor los reunió en un repechaje de participantes. Esto ocurrió en 2010. Cuatro años más tarde, los concursantes fallidos del reality colman un estadio en la Argentina y ofrecen un show emocional, fresco, que se reparte entre la perplejidad de Niall Horan que va a repetir cinco, seis, siete veces: "ustedes están locos, este público es el mejor público del mundo"; y el extraño carisma de Zayn Malik, que por alguna razón se diferencia del rubio angelface del resto de sus compañeros, y en esa diferencia crece y se recorta.
One Direction es la evolución de la boy band, su pase de pantalla. De hecho, entre las chicas atoradas de devoción también hay chicos, menos eufóricos, más tranquilos, igual de felices porque están acá, viendo a la banda que suena en sus escuelas, disfrutando de una noche que amenazó con ser lluviosa y finalmente sólo fue otra noche de show.
En el final, los fuegos artificiales nos ponen a todos a mirar el cielo mientras 1D desparece del escenario. Una mujer en los cuarentas le dice a su hija: "¿Te gustó? ¿Vamos yendo?". La mujer lleva remera negra con inscripción en letras blancas: mamá directioner.
Por Alejandro Seselovsky
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