The Strokes brillaron en la primera noche del Bue Mix Edition. Antes, Kings of Leon dieron un show anodino, en una noche en la que el frío fue el principal protagonista.
"Me estoy muriendo de frío". Palabras más, palabras menos, ese fue el principal comentario del público en la primera noche del Bue Mix Edition, que comenzó ayer en el Club Ciudad de Buenos Aires. Es que los 10 grados de temperatura (8 de sensación térmica) hicieron mecha en la multitud que colmó el predio de Avenida del Libertador y Crisólogo Larralde, que en su gran mayoría no estaba preparada para soportar, en la primavera porteña, ese brusco descenso de temperatura, en una jornada que durante el día se había presentado con un clima templado.
Tras Interama y Don Adams ("teloneros" de un Día 1 que sólo mostró a las bandas en el Escenario Campari, el principal del lugar), con veinte minutos de demora los Kings of Leon salieron a escena. El cuarteto del sur de los Estados Unidos ofrece un sonido digno de su procedencia: ecos de Credence Clearwater Revival y The Allman Brothers se cuelan con una postura netamente punk rock, hecho que desveló a la prensa foránea, que los puso en un lugar de privilegio dentro de las "next big things" de la música modelo 00. El problema es que tanto el grupo de los hermanos Fogerty como el de los hermanos Allman contaban con instrumentistas excelsos, hecho que les permitía brillar con luz propia, y sumergirse (más en el caso de los segundos) en improvisaciones que podían rivalizar con gigantes de la talla de los Grateful Dead. Con los Kings of Leon, ocurre lo contrario. Su sonido plano y falto de matices, una escena en la que nada pasa, y una limitada destreza en el manejo de sus guitarras hicieron que el recital fuese un compendio de cliches y yeites roqueros con más de treinta años de antigüedad, en donde la postura punk y rebelde terminaba siendo una caricatura. En suma, un show olvidable, que ni siquiera sirvió como una previa decente para el acto central de la noche.
La demora de los Kings of Leon se trasladó a The Strokes, y el viento (que voló las pantallas ubicadas al costado del tablado) y el frío se iban cobrando las primeras víctimas. Con los acordes de "It Must Be Love" de Madness como cortina de fondo, Julian Casablancas y los suyos salieron a escena, y todo se transformó. Hablar de las influencias de The Strokes (Velvet Underground, Television y Lou Reed -este último más que nada en la forma de entonar y pronunciar de Casablancas-) a esta altura es obvio y redundante. Para el público argentino, en su primer acercamiento con el grupo (que, según prometieron al terminar su set, no será el último), sí se pueden señalar otras cuestiones. La primera es su escena. Casablancas, con su economía de movimientos y su estatismo en vivo, parece un vocalista inglés expatriado a la ciudad de Nueva York, donde se conoció a un grupo de amigos fans del sonido de la ciudad y conformó una banda. Por otro lado, el interjuego entre las guitarras de Nick Valensi y Albert Hammond Jr. conforman una pared de sonido con el típico ADN de la Gran Manzana: el primero de ellos, con su Epiphone y sus riffs, daba con el look de un Johnny Thunders limpio de cualquier sustancia prohibida por la ley; el segundo, con una técnica más depurada, alcanzaba grandes picos a la hora de rockear. Y la base rítmica es de ellas en las que el espectador no repara, justamente porque todo su trabajo es realizado a la perfección.
Los picos del concierto fueron varios. Se llevan las palmas la extraordinaria versión de "Hard To Explain", "NYC Cops" y "Take It Or Leave It" con la gente bailando a pleno, "Reptilia" (acertadísima elección para clausurar su show de 75 minutos) y tres temas nuevos, que integrarán su tercer disco First Impressions On Earth : "Razor Blade", "Juice Box" y otro que ni siquiera el propio Casablancas recordaba su "fucking name". Un show memorable, que permitió olvidar el sinsabor del anterior.
Por último, cabe señalar la comodidad del lugar (un verdadero hallazgo en medio de la Ciudad, mérito exclusivo de la productora de Daniel Grinbank, a quien se lo pudo ver paseando entre la gente) y el hecho que, al ser un evento Apto Para Todo Público, no se expendía alcohol en los lugares de venta de comida, pese a ser un festival apoyado por numerosas bebidas alcohólicas. La misma paradoja que ocurrió el año pasado en Ferrocarril Oeste en el Quilmes Rock, pero esta vez en otro lugar, y bajo otra organización.