Épico, beatlemaníaco, libertario, militante del amor, rockero, cumbiero, popero, funky, orquestal, barroco, simple, trágico, festivo, culto y callejero. La conquista del espacio, el nuevo álbum de Fito Páez, lleva la esencia de su adn contradictorio enmarcada en nueve canciones y poco más de treinta minutos. Sin dudas el disco más compacto de Páez en al menos tres décadas (Ey, de 1988, también está compuesto por nueve temas, pero es más extenso), con un músico que parece reencontrar su lugar en la música de este país siempre al borde del ataque de nervios.
Si bien La ciudad liberada (2017) había sido, para fans y detractores, uno de sus mejores trabajos de los últimos años, lo cierto es que su desbordada prolificidad (18 canciones) lo dejaba a mitad de camino, con demasiadas subidas y bajadas. Pero aquí y ahora, el trabajo de Diego Olivero como productor asociado parece haber dado en el blanco, construyendo minuciosamente un álbum que se acomoda al lado de lo más inspirado en la discografía del rosarino.
El álbum abre con el tema que le da nombre, con una letra y cientos de interpretaciones; en donde eleva la figura del artista, pero también celebra las conquistas de derechos sociales y busca cierta interpelación en pos de conquistar el cuerpo y la vida (el espacio) propios. Con la ayuda de varios amigos cantantes, entre los que se encuentran Juanes, Mateo Sujatovich (Conociendo Rusia), María Campos y Franco Saglietti, "La conquista del espacio" funciona como una suerte de "Circo Beat" en el disco homónimo. Una presentación a toda orquesta, que prepara el terreno.
Inmediatamente, con "Resucitar", el primer corte adelantado meses atrás en un video con Sofía Gala como protagonista, Páez se sienta al piano en plan Paul McCartney solista, junto al baterista que acompaña al Beatle en sus giras, Abraham Laboriel Jr., para terminar en plan balada Guns N’ Roses, con solo dramático a lo Slash.
Fito siempre tiene cosas para decir e historias para contar en sus canciones. Y "Las cosas que me hacen bien" es un Páez auténtico. "Qué pasó con el mundo, que se puso tan policía. Qué pasó con la sangre derramada por la libertad. Que se entienda bien que hoy no estoy hablando de los años 70 en Argentina. Hoy faltan los panes en la mesa y se hace casi imposible respirar", canta en el inicio sobre una melodía que recuerda a "El chico de la tapa" (Tercer mundo, 1990), para después volver con su crónica diaria y costumbrista: "Hoy mataron a un pibe en Isidro Casanova de cuatro balazos, por un telefonito de mierda, en una esquina de dios".
En "La canción de las bestias" Fito se pone acústico por única vez en el álbum y ofrece su cuerpo y su voz para empatizar con la bestia que todos tenemos dentro. Una vez más los arreglos orquestales, a cargo del mismo Páez, le suman una épica casi de película.
Entonces llega el segmento de cantantes invitados, jugando en los extremos: "Gente en la calle", con Lali Espósito, y "Ey, you!" con Hernán "Mala Fama" Coronel. Pop y cumbia-funk. Postales de una ciudad con gente durmiendo en las calles en el primero, y rabiosa diatriba contra la violencia (de género y de las otras) en el segundo. Una eclecticismo estilístico que pocos artistas pueden sostener con brillo propio.
El sprint final comienza con "Nadie es de nadie" y Fito abogando por el amor libre en una de esas historias de gente común que tan bien sabe escribir. "Andrea abrió la puerta y encontró a su novia toda desnuda, besándose con otra. Qué quilombo, madre mía, armaron tremenda partuza", canta.
"Maelström" es una balada esperanzadora, que en cierta forma retoma el tema de la resurreción y el renacimiento del segundo track en La conquista del espacio. El cierre con "Todo se olvida" se centra en esa obsesión por el amor que cautiva a este artista, con un fraseo que bebe de "Tumbas de la gloria": "Las luces de mi barrio son las luces de mi vida, las de mi eternidad. Mi alma rebelde no milita en el buró progresista".
Con cuatro décadas de carrera, a Fito le quedan pocas cosas por conquistar, pero mucho por cantar. Y con este disco, más que colonizar nuevos espacios, parece haber reconquistado el suyo.
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