Nueva mirada al mito de Batato Barea
Walter hecho pedazos rinde homenaje al gran clown
Fueron años intensos, cargados de desparpajo y transgresión. La posdictadura posibilitó que un grupo de jóvenes saliera a mostrar su creación escénica, a veces de manera desprolija, pero con una intensidad que movilizó a una nueva generación de espectadores en torno al fenómeno teatral. El entonces denominado movimiento underground copó espacios como el Parakultural, Cemento y el Centro Cultural Rojas, y dejó huellas fuertes.
Gambas al Ajillo, El Clú del Claun, La Banda de la Risa, La Organización Negra, Dalila y los Cometabras, Los Melli y Los Macocos fueron algunos de los grupos que marcaron tendencia en aquellos tiempos. Algunos personajes se transformaron en verdaderos emblemas. Uno de ellos fue Batato, el nombre que Walter Barea decidió utilizar para denominar a su clown.
Batato integró El Clú del Claun, hizo historia formando parte del trío que integró junto a Alejandro Urdapilleta y Humberto Tortonese, presentando performances individuales o sirviendo tragos en una hoy olvidada disco denominada El Dorado.
Por estos días, Batato vuelve a ser noticia y a ocupar un lugar en la cartelera teatral porteña, porque un grupo integrado por el director Gabriel Wolf, el dramaturgo Facundo Zilberberg y el actor Pablo Palavecino lo rescatan en un espectáculo denominado Walter hecho pedazos, un unipersonal con el que no se busca homenajear a Batato ni tampoco imitarlo, sino recuperar algunos aspectos de su historia personal y artística y ponerlos en valor.
"La idea fue de Gabriel Wolf, integrante de Los Macocos", cuenta Palavecino. Y sigue: "Hace mucho que él tiene ganas de hacer algo sobre Batato. Ellos se conocieron en el viejo Parakultural, y cuando me dirigió en Digital mambo me propuso formar parte de su proyecto. Más que entusiasmarme, en un primer momento me asusté, porque me resultaba difícil meterme con una figura tan emblemática, alguien que se transformó en un mito. Sentí que podía faltarle el respeto. Gabriel insistió, me explicó que la idea no era imitarlo, sino mostrar algunos aspectos de su historia".
Finalmente, los dos iniciaron una investigación profunda que incluyó lecturas de algunos libros escritos sobre Batato y la búsqueda de información sobre la movida teatral de los años 80. También repasaron textos poéticos que el artista solía recitar, de autores como Alejandra Pizarnik y Marosa Di Giorgio, entre otros. También convocaron al joven dramaturgo Facundo Zilberberg y le contaron algunas ideas respecto de lo que buscaban.
"Empecé a interesarme en la poética de Batato -explica Wolf-. Él se denominaba clown-travesti-literario. Y mientras más me metía en su mundo, más me preocupaba que la gente que lo conoció viniera a verme para juzgarme. Seguía con miedo. Empecé a transitar por los textos. Gabriel quería que apareciera el hermano de Batato, que se había suicidado, y esa tragedia creo que le dio a la producción de Batato otra dimensión. Era un clown trágico. En escena aparece un muñeco que juega distintos roles. Es su hermano, su madre, una pareja ocasional... Quien hila la historia es Walter, un peluquero de barrio, y hace un recorrido ficcional por la vida con ese personaje que fue transformando su vida, su cuerpo, que enfermó y murió. No queremos golpes bajos. Por eso denominamos a este proyecto pastiche tragicómico. Descubrimos que pastiche era una palabra muy utilizada por Urdapilleta, Tortonese, Batato y Fernando Noy, para definir sus creaciones."
-¿Llegaste a conocer el Parakultural, a Batato, aquella movida?
Era muy joven, vivía en Rosario y hacía teatro. En 1991 vine a Buenos Aires, pero Batato había muerto en 1990. Conocí a Laura Market, de Gambas al Ajillo, y ella me dijo que tenía que ir al Parakultural a ver a Urdapilleta y Tortonese. Cuando llegué, descubrí sobre una de las paredes una foto de Batato, reconocí que era una persona a la que se idolatraba. Y ahí vi Mamita querida. Me abrió la cabeza. Dije: "Por acá quiero hacer mi camino teatral". Ese espectáculo me pareció una locura. Lo que contaban, lo que lograban con el público. Eran unos desfachatados.
¿Por qué Gabriel Wolf insistió para que construyeras este personaje?
Él me explicó que Batato tenía una ingenuidad y una ternura en su forma de actuar que él veía en mí. Ahí entendí que lo que quería contar era desde la ingenuidad. Desde ese lugar ingenuo Batato rompió con los límites de lo establecido, siento que vivió cada minuto como si fuera el último.
Walter hecho pedazos
de Facundo Zilberberg
La Casona Iluminada, Corrientes 1979
Sábados, a las 21
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