Novios de altamar
La popularidad en tiempos de los próceres
En octubre de 1899, en la basílica del Socorro, tuvo lugar el casamiento de Ernestina Costa Oliveira Cézar, de 24 años, con el barón belga Gastón Peers. El novio, muy buen mozo, era administrador de la estancia La Barrancosa, en la zona de Venado Tuerto (los paisanos lo llamaban el barón Pérez) y sobresalía por sus capacidades atléticas. Jugaba con destreza al fútbol y al tenis, era un entusiasta ciclista y gran jinete. Fue uno de los promotores del polo en la Argentina. Ernestina, la novia, era más que atractiva y, además, una gran amazona, dato que no debe haber pasado desapercibido para el enamorado belga.
El matrimonio pasó la luna de miel en París y Brujas (a 20 kilómetros se encontraba la soberbia casona natal de Peers) y, por decisión del barón, regresaron a vivir a Buenos Aires, a una casa en Santa Fe y Cerrito. Pero los viajes transatlánticos se hicieron regulares y el comienzo de la Primera Guerra Mundial los tomó por sorpresa en Europa, donde se quedaron, como muchos otros argentinos.
Cuando comenzaron los locos años 20, la familia Peers (Gastón, Ernestina y su hija Carmen, nacida en 1900) se encontraban en París. La Europa post Guerra Mundial les resultaba a todos muy atractiva y los Peers parecían haber encontrado su lugar en el mundo.
En ese mundo armonioso, la mala noticia fue la muerte del barón en un accidente, cuando se dirigía con la joven Carmen en su Bugatti a una fiesta en Spa. Las mujeres necesitaban cambiar el aire y fue el tiempo de volver a la Argentina. Madre e hija organizaron el viaje transa- tlántico en 1923, a bordo del vapor Lutetia. Según contaría Carmen mucho tiempo después, su madre temía que "la vida a bordo, con sus noches de luna y su clima propicio a los enredos sentimentales" derivara en alguna relación inesperada y el casamiento de su hija con un sudamericano que las alejara, ya que Ernestina Costa no tenía planes de afincarse en las pampas.
Sin que su hija lo supiera, la madre revisó la lista de pasajeros para asegurarse de que no había apellidos que sugirieran la presencia de argentinos, brasileños o uruguayos. Recién al confirmar que no corría riesgos, se embarcaron. Se le había escapado C. Perkins, de nacionalidad argentina. En ese viaje, C. Peers (C de Carmen) conoció a C. Perkins (C de Carlos), 35 años, viudo de Adela Estrugamou. Primero se veían a diario, sin hablarse, en la cubierta de las reposeras. Carmen leía, Carlos pasaba caminando. Hasta que llegó la clásica fiesta de disfraces por el cruce del ecuador. Perkins se acercó a hablarle. Le contó que siendo chico había conocido a su padre.
Las noches de luna surtieron efecto. Cuando arribaron al puerto de Buenos Aires, Carmen y Carlos ya eran novios. Perkins se había comprado un automóvil en Europa. Casi no lo usó: lo vendió de inmediato para comprarle el anillo de compromiso a su prometida. Los novios de altamar se casaron en Bruselas, en julio de 1924. Fueron padres de siete mujeres y tres varones; entre ellos, Gastón Perkins, gran campeón de Turismo Carretera.
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