"Nos sentimos bien en la incomodidad"
El regreso del programa de Duprat y Cohn
Pintadas de Platense y de Goyeneche. Rodeada por las marcas del barrio de Saavedra, la productora de Gastón Duprat y Mariano Cohn no hace nada por diferenciarse de las típicas casas vecinas: tejas, colores neutros, entrada con jardín y ventana a la calle y el mate que asoma apenas uno entra.
La empresa lleva el nombre de su programa insignia, Televisión abierta, aquel con el que la dupla sacudió la pantalla chica en 1999 y que hoy retorna a América tras casi 15 años de ausencia. El motivo de ese ¿inesperado? regreso será pues el disparador de la charla.
"Te diría que confluyeron tres factores o condiciones -arranca Gastón–. Primero, que a Liliana Parodi (gerenta de programación del canal) le interesara tener el programa. Luego, que apareciese una productora muy sólida para hacerlo como la Universidad Nacional de Tres de Febrero, con quien firmamos un convenio de coproducción y, por último, que Mariano y yo estuviésemos disponibles. El rodaje de nuestra próxima película [N. de la R.: Ciudadano ilustre, con Oscar Martínez como un escritor ganador del Nobel que vuelve a sus pagos] se postergó para noviembre, así que acá estamos. Y agrego una última: es un programa que nos encanta. Por ahí existe la tesis de que fue un programa adelantado a su tiempo y en algún punto coincido."
En esa enumeración no incluiste ninguna razón económica…
Duprat: –No, el dinero nunca fue el motivo de nuestros programas o películas.
–¿El destino natural para esta vuelta era América?
–Sí, es un canal que tiene una historia de innovaciones, diría que es el único que la tiene. Los mejores programas, a mi criterio, salieron de ahí.
¿Por ejemplo?
Duprat : Televisión a bierta (ríe). Me refiero a los programas de Casero, como Cha Cha Cha y De la cabeza , o a los propios comienzos de Pergolini o de Juan Castro. No digo que me gustaban, pero objetivamente fueron aportes de colores nuevos.
Cohn: El programa de Lanata, Día D , también salió de ahí.
Una vieja muletilla del medio dice que Cuatro Cabezas cambió la forma de hacer televisión. ¿Ustedes también lo hicieron?
D.: En principio, no creo que Cuatro Cabezas haya logrado eso, tal vez nosotros tampoco lo hicimos, pero mucho menos ellos. La cámara rápida y veloz y el uso de la posproducción fueron recursos nuevos, pero quedaron viejos rápidamente. Hoy sus programas son casi de museo. Fueron cambios formales, pero no de fondo.
¿Y ustedes qué aportaron?
D.: Creo que abrimos el abanico de lo que se podía mostrar en televisión. La gente común, sus casas, filmados además con cámaras caseras, algo que no se había utilizado hasta entonces.
C.: El concepto de programa como contenedor. No generando contenidos, sino dándole la posibilidad a la gente de que lo haga por sí misma. TVA es un programa que hace alarde además de lo no televisivo. Tiempos largos, silencios incómodos, errores.... Un envío que deja hacer.
D.: Todo eso, además, en una época en que no existían, ni estaban en el horizonte, YouTube, Gran Hermano o Facebook.
¿ Y cómo se paran ahora que todo eso sí existe?
D.: Es que la TV no ha cambiado nada. El espectador sigue participando de la misma manera que hace 60 años: en una tribuna aplaudiendo, o como participante de algún concurso anacrónico. Por eso este programa, mal o bien, vuelve a abrir una posibilidad que sigue vacante a pesar del paso de los años. La relación de la tele con Internet, por ejemplo, sigue siendo primitiva, sirve para que pongan los bloopers en un noticiero o para que en un programa político se lean los tuits de cierta gente. Todo muy vetusto.
¿Qué cosas les interesan como televidentes?
C.: A mí me gusta mucho el diálogo, así que veo todo tipo de programas de entrevistas, buenos, malos, sin un mango detrás o con mucha producción. Si son programas políticos, mejor.
D.: Coincido. El otro día me vi todo el asunto de Fariña, pero no porque me interese el caso en sí; creo que todo el asunto tiene un costado cinematográfico muy interesante. Como si fuera una película de los Coen.
¿Creen que la política se meterá más en los discursos de los que participen de este nuevo TVA ?
C.: Hasta el momento no llamó nadie para tratar temas políticos, al menos no en el sentido partidario, aunque el espacio también está abierto para eso. Recuerdo que en el ciclo original había un tipo que juntaba firmas para presentarse como candidato a presidente.
¿Cómo se llevan con la polarización política en los medios?
D.: A mí me divierte de manera morbosa. Me gusta que haya debate, y sobre todo tensión. Veo todo: 6 , 7 , 8 , Bonelli, Lanata... Me gusta sobre todo cuando se genera eso, tensión. No me refiero sólo a la tirantez del vivo, que es genial, sino también a la tensión de tipo más general, que incluye a los discursos políticos, pero también a la forma en que pensamos la realidad. Aún no analicé si es un placer patológico o sucio, simplemente me sucede.
C.: Los dos coincidimos: nos sentimos bien en la incomodidad.
Tras el prestigio conseguido en cine, ¿tiene un sabor especial volver a la televisión abierta?
C.: Sí, para nosotros la televisión es un espacio artístico y desde esa premisa pensamos las ideas, los formatos, los proyectos? Es común escuchar a críticos devaluando el medio, como cuando dicen: "Ésta es una película demasiado televisiva" y para mí esa concepción está errada.
D.: En la tele hay lugar para la innovación más extrema. En el cine están los maestros sagrados y los críticos que te dan o sacan el carnet de director. Todo eso es una bola de naftalina. La tele es más anárquica. Gran Hermano o T VA son programas que están por fuera del control de un productor o director. Eso es lo que más me interesa, cuando las cosas no están supeditadas a la decisión de una persona.
¿Cómo se llevan con el término bizarro?
C.: Es una palabra que se puso de moda, ¿no? No sé bien qué significa, supongo que es una calificación que encontró cierto espectador y parte del periodismo para quedarse cómodos con lo que es distinto. Para mí Televisión a bierta no es un programa bizarro, es muchísimo más que eso.
De ciudad a provincia
Sobre Ciudad Abierta (la señal del gobierno de la ciudad de Buenos Aires) ambos tienen sentimientos encontrados. Sienten orgullo ("en dos meses armamos el primer canal público de la democracia sin estructura de ningún tipo, sólo una computadora hogareña"). Pero también tristeza ("me duele muchísimo verlo convertido en un canal rústico, pueblerino y premoderno que no da cuenta ni por asomo de la complejidad y sofisticación de esta ciudad", dice Duprat). Ahora están embarcados en una "revancha" ya que le dieron forma a Digo, el canal de la provincia de Buenos Aires, convocados nuevamente por Jorge Telerman. "Es como un blog -agrega Cohn-: los mismos participantes se transforman en moderadores y foristas. Es un formato que se autorregula, la gente se pone mucho más inteligente por sí sola."
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