La cantante neoyorquina fluctuó entre los temas de su último disco y el repaso de su carrera en dos shows; crónica y fotos
"Tiene una voz de terciopelo y una mezcla de timidez y seducción que son simplemente irresistibles". El campo de lo decible a la hora de iniciar la composición, tema: Norah Jones queda indefectiblemente encarrilado tras esa frase, elegida para abrir la crónica en RS de la primera presentación de la muchacha en Buenos Aires hace ocho años. ¿Cómo no dejarse atrapar por ese timbre envolvente y fatídico, encerrado en una expresión a veces adusta, a veces sufrida, pero que sabe disparar a tiempo una mueca sonriente, de esas de "tranquilo amor, va a estar todo bien"? ¿Cómo no enamorarse, sea sólo por hora y fracción, de esa dama vestida de azul?
Para muestra de su ductilidad basta la tríada elegida para abrir el show del sábado 8. Norah es la dulzura de "Cold Cold Heart" (su cover de Hank Williams), anclada sobre contrabajo y guitarra que acompañan y destacan, bañada por el look "bajo el mar" de la cortina plateada, las luces azules y las ristras de origami que cuelgan del cielo; Norah es el sonido country de "Out On The Road", que empuja la mente al bar más rutero y redneck de Texas sin querer queriendo; Norah es el dolor y la oscuridad de "Little Broken Hearts", con su Duo Sonic al pecho. La ovación al terminar el tema inicial será suficiente para comprender que estamos ante el camino correcto.
Su banda, con varias modificaciones por sobre su última presentación en el Luna Park, cobra protagonismo más de una vez a lo largo de la noche: "Take It Back", por caso, es un gran showoff del baterista Greg Wieczorek. También hay momentos de soledad en los que Jones sale airosa. Superada la primera mitad de la velada, el hit "Don’t Know Why" encuentra a Norah sola en el piano frente a la multitud, convirtiendo ese tema que nos sabemos de memoria en una versión pacífica y atractiva. Otra vez ovación: tres mil parejas al borde de los arrumacos en público no pueden estar equivocadas.
Con base en Little Broken Hearts, su último disco, la retrospectiva discográfica cumplió con lo esperable, cruzando el pasado reciente ("Chasing Pirates") con los primeros años ("Lonestar", anunciado como muestra de su pertenencia sentimental a Texas). Tras la retirada obligada, el bis repite el esquema 2010: todos de pie al calor de un micrófono omnidireccional, instrumentos para la ocasión y la dama al centro con guitarra acústica de rigor. "Come Away With Me", con un acordeón como frutilla del postre, marca la despedida. La voz de terciopelo sale firme rumbo Lavalle con cierta pose de satisfacción. La platea, sentido contrario, apuesta a un futuro colectivo forjado con el pensamiento: nos volveremos a ver.
Por Ignacio Guebara
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