Norah Jones, Beyoncé y Nilüfer Yanya: las cantantes sostienen y renuevan la industria musical
"Estoy cansada. Soy fuerte. Soy humana". El escalofrío que produce "Begin Again" –la canción– es novedoso. Y así sí vale la pena empezar de nuevo, como se lo propone la neoyorquina que acaba de cumplir 40 años desde el título mismo de este disco y de la canción que lo nombra que está vestido por sólo siete piezas. Ese escalofrío al que aludimos es un cosquilleo que corre por la espina dorsal y causa un efecto mortal. Escuchar a Norah Jones siempre es una experiencia transformadora, pero cuando creimos que la habíamos perdido en medio de un océano de novedades permanentes, la voz que puede ser cálida o enérgica pero que nunca podrá pasar inadvertida volvió a susurrarnos. A estremecernos.
Norah Jones empezó a cantar y nos conquistó. Todo lo que quiso lo tuvo gracias a una voz dulce, cercana, cálida y envolvente. Y es natural que en los últimos años haya intentado alejarse de las baladas intimistas que juguetean tanto con el jazz como con el folk. Por caso, en Day Breaks (2016; producido por Danger Mouse) mal no le fue. Pero a quince años de Feels Like Home, la estrella que alguna vez fue la artista mimada del prestigioso sello Blue Note decidió retomar aquella senda.
"Estoy de pie. Uso mis brazos. Uso mis piernas. Uso mis manos. Uso mi corazón", canta en "My Heart Is Full" mientras resuena como eco la voz de su conciencia. El piano y la guitarra acústica vuelven a ser sus mejores acompañantes y la melancolía y el desamor la sangre que salpica las siete piezas.
Beyoncé
Netflix lanzó este miércoles Homecoming: A Film by Beyonce, el concierto y la trastienda de su show en Coachella 2018, que marcó su gran regreso a los escenarios y que la prensa especializada norteamericana definió como histórico. En él le rinde homenaje a las universidades históricamente emparentadas con la cultura afroamericana de los Estados Unidos.
Intercalando imágenes y entrevistas cargadas de sinceridad, a través de las cuales ofrece detalles de la preparación del show y de la fuerte determinación que hay detrás de su visión, Homecoming permite que espiemos en el proceso y los sacrificios físicos y emocionales que conllevaron la conceptualización y ejecución de una actuación de esa magnitud y que se convirtió en un hito cultural.
Para la cantante que se consagró definitivamente tras su excelente álbum visual Lemonade, su presentación en Indio, California (cuya edición actual tendrá su cierre este fin de semana) llevó el peso de un dato histórico: se convirtió en la primera artista negra en liderar el festival. A partir de ello, Beyoncé decidió hacer de su actuación un culto a la fuerza, la lucha, el poder y la belleza de la raza negra. "Que todos los que fueron rechazados por su aspecto sientan que están arriba del escenario", les cuenta la artista a sus músicos y bailarines en uno de los ensayos iniciales.
La banda de sonido del documental es sencillamente espectacular. Una genialidad que nos transporta a Coachella y que crea una película paralela en nuestras cabezas. A través de cuarenta tracks, Beyoncé nos incluye en ese show en el que no estuvimos, con un sonido vivaz, poderoso y una determinación que se mantiene firme de comienzo a fin. Allí están sus clásicos, sus canciones más recientes, algún cover sorpresivo y las interpretaciones de esa orquesta universitaria que la acompaña y que fue capaz de recrear en escena el clima, la alegría, el baile y la resaca del Mardy Gras, el carnaval de Nueva Orleans.
Nilüfer Yanya
En 2014, cuando tenía apenas 18 años, Nilüfer Yanya subió un par de temas a Soundcloud y hubo quienes se apresuraron a etiquetarla como una artista más de la escena indie o alternativa. En esas dos pistas ya se notaba con claridad una voz muy particular y una destreza también evidente para dominar los secretos de una guitarra cuyo reverb remitía directamente a The XX, una influencia que esta inglesa con raíces familiares turcas, irlandesas e indias admitiría un tiempo más tarde, cuando la aparición de los singles "Small Crimes" y "Keep On Calling" llamó la atención de la prensa especializada.
Tanto The XX como Mitski, otra artista atravesada por el multiculturalismo que no para de cosechar elogios, decidieron invitar a Nilüfer para que oficie de telonera en un par de giras. Y de ahí en más todo fue crecimiento, sostenido por pruebas sonoras y estilísticas que dieron buenos resultados: del clima íntimo de sus primeras canciones a la variedad que encontramos en Miss Universe, el excelente álbum debut editado a fines de marzo de este año, al mapa que incluye zonas de jazz, hip hop, R&B y pop sofisticado con espíritu muy 80 hubo una evolución planificada, veloz y virtuosa.
Nacida y criada en Chelsea, uno de los barrios más distinguidos de Londres e hija de dos artisas visuales, Nilüfer tiene personalidad (lo revelan su audacia interpretativa –en la que se puede adivinar, transformada en algo nuevo, tanto la épica de Adele como el dramatismo de Robert Smith– y la que también denotan las letras que escribe) y talento como compositora como para sostener un discurso musical amplio pero para nada disperso. Tampoco le falta sentido del humor. A la manera de aquella ocurrencia brillante que Pete Townshend sacó a la luz con la seguidilla de comerciales de una imaginaria radio pirata en The Who Sell Out (1967), Yanya añadió entre tema y tema pequeños interludios muy usuales en los discos de hip hop en los que parodia con inteligencia los "consejos útiles" de la cultura wellness.
No es justamente el bienestar lo que define al temperamento de Miss Universe: lo prueba uno de sus temas más abrasivos, "In Your Head", un pequeño tratado sobre la neurosis y la paranoia condimentado con riffs de guitarra y sintetizadores que potencian su ostensible pasta de hit, y lo reafirma "Paradise", una muestra cabal de cómo usar un saxo en un tema pop que perfectamente podría formar parte del repertorio de Sade sin perder sobriedad ni elegancia. Con un registro que por momentos recuerda al de otro enfant terrible de la escena británica contemporánea, King Krule –de la misma generación que Nilüfer, de hecho–, esta nueva y autoproclamada Miss Universo insiste en remarcar los dilemas sentimentales y asegura que hasta para llegar al Paraíso hay que pagar un precio.
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