Aunque en Uruguay, y en palabras de Emiliano Brancciari, "la cuarentena no fue tal", el contexto pandémico no le fue ajeno a No Te Va Gustar. 2020 estaba determinado a ser el año de la grabación de su décimo disco de estudio y las opciones que manejaban eran Estados Unidos e Inglaterra. Ambas se cancelaron por razones obvias y el grupo se vio obligado a recalcular sus planes Así fue que a principios de octubre se establecieron en el hotel de la estancia Vik, a las afueras de José Ignacio, a unos 50 kilómetros de Punta del Este y unos 160 de Montevideo. Dos camiones con equipos, que incluían hardware de los estudios argentinos Romaphonic y todo lo necesario para montar un estudio, fueron parte de la avanzada que concluyó con la totalidad de los integrantes conviviendo en un espacio de lujo con todo el tiempo dedicado a la grabación.
A través del chef del hotel, conocido del grupo, No Te Va Gustar inició las negociaciones para alquilar ese "hotel donde vienen millonarios a pasar las vacaciones", se ríe Brancciari. La idea era estar cerca de sus casas, pero "lo suficientemente lejos como para estar concentrados en grabar sin lidiar con los problemas de cada uno". Sin límites de tiempo y en un contexto de total relajación pudieron dedicarse pura y exclusivamente a la grabación, que terminó la semana pasada. "Convivimos acá en un entorno alucinante. Estás durmiendo, te levantás y tenés el estudio ahí. Tenemos lugares de esparcimiento, que también es vital para cuando no te toca grabar. Estamos muy bien y eso se ve reflejado, porque cuando podés dedicarle tiempo a los detalles se nota".
En esta suerte de retiro musical que también es espiritual, NTVG buscó un sonido que sea nuevo. Todo en la estancia, donde no hay más de 20 personas entre staff de la banda y personal del hotel, está pensado en pos del disco. "Estamos solo para esto, no hay otra cosa", cuenta el cantante. "Ahora es todo para adelante". Y así también lo muestran en sus redes sociales. En su cuenta oficial de Instagram, ocultaron todos los posteos previos de la banda y el más antiguo es del 7 de octubre pasado, el día en el que viajaron a José Ignacio. El proceso, el viaje, el nuevo espacio, eso es lo que quieren mostrar, como si no existieran al menos por ahora, otro tiempo y espacio. "Archivamos todo el pasado, después volverá".
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Sin apuros ni plazos fijos, NTVG planea lanzar un primer adelanto a fin de año, otro a principios de 2021 y después el disco, confiando en que podrán presentarlo en vivo. Así, el lanzamiento, dice Brancciari, "va a depender de cuando veamos la luz al final del túnel. No queremos ser una banda de streaming, porque el disfrute tiene que ser para el que lo ve y para el que lo ejecuta. Nosotros necesitamos de la energía de la gente aplaudiendo, cantando o simplemente escuchando".
-No quieren ser una "banda de streaming", ¿tampoco va a ser este su "disco de la cuarentena"?
-No. Intentamos no componer al respecto, creo que nadie va a querer acordarse de este año y que una canción lo lleve a ese momento. Hay una que puede llegar a tener algo de esto, que tenga que ver con el encierro y la no posibilidad de ver a alguien, pero es muy amplia la letra, puede ser sobre otra cosa.
-¿Cambió algo en tu proceso creativo tener tanto tiempo libre y poder dedicarte a componer sin giras de por medio?
Lo aproveché, le dediqué mucho tiempo. Terminé haciendo más temas que ni siquiera los probamos, quedaron un par para más adelante. En mi caso, mi único método es dedicarle tiempo. Me encanta componer, es mi vocación, pero si no le dedico tiempo... no es que baja algo. En algún momento tengo que agarrar la guitarra, escribir y darle. Ya me conozco los ciclos, sé que después de un proyecto creativo no me va a salir nada por un tiempo y ya no me preocupa. En los primeros discos lo sufría realmente. No me salía nada y entonces era "ya está, no compongo más", pero después vuelve ese fueguito. De a poco empiezan a salir cosas con más fluidez y esa sensación está buenísima, pero tengo que tener paciencia y aprendí a tenerla.
-En el último tiempo, editaron un libro con la historia del grupo y un disco de reversiones de sus canciones: ¿lo sintieron como un balance necesario para comenzar una etapa nueva?
Ahora es para adelante de vuelta, es así. Esa mirada para atrás, de los 25 años, empezó con el libro y ahora es despegarnos también del mundo acústico del que venimos y del último disco de estudio. No es volver a lo anterior ni en el sonido ni en el tipo de canción. Lo importante es que sea nuevo y ofrecer algo diferente. Obvio que el sello de la banda siempre existe, pero fue desprendernos de eso. Esto es otra cosa.
-¿Qué es?
-Es un disco más introspectivo, más de sentimiento, variado en géneros, con lindos estribillos y hay también potencia. Está bastante equilibrado, pero se aleja de las letras de Suenan las alarmas, que tenían que ver con turbulencias de lo social y lo político. Ahora es meterse en las turbulencias de los sentimientos.
-En ese proceso de escribir sobre cuestiones más internas, ¿cuánto hay de sanación y cuánto de sufrimiento?
-Un poco y un poco. Hay cosas que salen fácil, otras que hay que escarbar un poquito más. Hay sentimientos que me puedo poner desde otro lado a verlos, es según qué fibra toques. Pero me gusta que pase eso, en algunos sufro de verdad, en otros me alejo más... me divierte.
-De alguna forma lograron que toda esa introspección se mantenga incluso cuando la banda se destaca por la sonoridad expansiva, ¿cómo llegaron a eso?
-Tenés razón, nunca lo había pensado así. Tenemos como una cáscara que a priori te genera otra cosas visualmente y también de timbres y de música, pero que capaz te está llevando bien adentro en las letras. Creo que se da como que se entiende de donde salen, salen de mi casa, de estar en la cama o en el sillón tocando la guitarra. Después eso llega a ser enorme, pero se tiene que seguir notando de dónde viene y dónde te toca. Tampoco sé por qué se da no es que sé la fórmula. Las canciones tienen que sonar en la sala de ensayo, tienen que venir sonando, no es que hacemos algo que después no podemos reproducir. Te tienen que generar cosas en la sala, eso queda plasmado y se tiene que desarrollar en vivo, porque si no es una desilusión.
-¿Todavía mantienen el método de banda de sala de ensayo?
-Sí, no conocemos otra forma, que seguro la hay. La semillita, que es la canción, entra ahí en ese núcleo y de ahí vale todo. Tiene que partir desde ahí, nuestro ciclo vital es ese. Después es tratar de desarrollarlo en una grabación, darle el color que queramos y empatar esos colores en vivo. Ahí las canciones más viejas pasan por el filtro del sonido del disco que presentamos, le ponemos el disfraz del nuevo disco a todo.
-¿Y cuánto están abiertos a las opiniones de sus allegados que no son parte del grupo?
-Nos sirven con los adelantos. Aprendimos con el tiempo que el corte de difusión es para difusión. No hay que ir contra eso y el proceso del disco es largo. Al principio salíamos con lo que más nos gustaba a nosotros y quedaban ahí, no sonaban en las radios. Nos dimos cuenta que el corte es para eso, va en paralelo a la banda. Hay temas que son más fáciles de digerir y esos sirven muchísimo más de promoción.
-¿Con quiénes lo consultan?
-Sabemos, igual, que nada es seguro. Pero están la familia, los amigos y los niños. Los niños son muy importantes porque tienen la cabeza sin contaminar, lo escucho a mi hijo y le pregunto. Tiene 10 años, así que le queda poco tiempo de quererme, me va a empezar a odiar en cualquier momento [risas]
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