"No sueñes conmigo, me decían mis amigos"
A boca de jarro: Carlos Charlie Squirru
Está preparando su próxima muestra y el taller de la calle Austria del pintor Carlos Charlie Squirru es un curioso encuentro de imágenes. Hay experiencias de los tiempos del Di Tella, obras premonitorias y los perfiles de cabezas, cerebros y manos que pueblan sus últimas propuestas. "Siempre me gustó dibujar y en el colegio San Andrés, de Olivos, con Luis Minujin éramos los mejores dibujantes de la clase. Pero mi padre era médico y quería que siguiera sus pasos. Yo trataba de demostrarle que no me gustaba curar a la gente ni estudiar, pero no me creía."
–¿Por qué?
–Cuando todavía no iba al colegio y con un conocimiento muy pobre del abecedario podía leer textos. Era como si me los dictaran. Nunca fui un buen alumno, pero sacaba buenas notas.
–¿Como hacía?
–Aunque no lo crea, la noche anterior al examen soñaba que me dictaban las lecciones y al despertarme las sabía perfectamente. Esto asombraba a mis padres, que lo atribuían a mi buena memoria. ¿Pero cómo se puede memorizar lo que no se conoce?
–¿Convenció a su padre?
–Sí, y me puse a estudiar pintura con el catalán Pascual Ayllón, un excelente paisajista. Después fui a Nueva York y estudié con Ross Hale en el Arts Student’s League, luego gané una beca y continué mi formación en el Pratt Institute of Graphics Arts, junto con Fernando Maza.
–¿Cómo era la vida en Nueva York?
–Con Fernando y Sven Lukin, un pintor sueco, nos reuníamos en el Cedar Bar, en la calle Ocho y University Place, en el Village, donde siempre encontrábamos al mítico Willem de Kooning. Otro habitué era un mercenario francés (no me acuerdo el nombre), que había combatido en Indochina, en la Legión Extranjera. Era quejoso y tenía la habilidad de conmover a De Kooning y de convencerlo para que le hiciera un dibujo y lo firmara. No sé la cantidad de dibujos que le hizo, el francés era insaciable. Regresé a fines de 1962 y en abril de 1963 tuve una de las experiencias más extrañas de mi vida.
–¿Qué pasó?
–Seis meses antes de la muerte de Kennedy, el 22 de noviembre de 1963, soñé su asesinato. Lo vi como si pasaran un film a mucha velocidad: Kennedy saludando; dos francotiradores, uno de cada lado de la calle; la llegada al hospital; cómo lo transportaban en una camilla y cómo, de pronto, del cuerpo del presidente caía otra bala. Me desperté muy angustiado y me puse a pintar. La obra se llama El camarón embalsamado; es una tela pequeña hecha con collage, témpera, esmalte y cera, donde aparece una mortaja, la cara del presidente empapada en sangre y una tijera, símbolo de la muerte en la magia negra. Pero nadie me prestó mucha atención: "¡Charlie, es sólo un mal sueño!" Cuando lo mataron a Kennedy sentí que algo raro había en la versión oficial y llamé a Lionel Gibson, un amigo periodista que tenía en Associated Press.
–¿Qué le dijo?
–Que no creían que Oswald fuese el asesino, porque apenas ocurrido el asesinato recibieron un informe con la versión que todos conocemos y les pareció poco creíble. Recordé que en el sueño los tiradores eran dos y que del cadáver caía una segunda bala. Comencé a sospechar que existía una conspiración y que lo que había soñado y pintado era cierto.
–¿Hubo otras telas premonitorias?
–También de esa época es La sombra húmeda, donde aparecen tres siluetas humanas muy parecidas a las que en los últimos tiempos del proceso militar dibujaban los manifestantes reclamando por los desaparecidos.
–¿Alguien que quiera recordar?
–Sí, un pintor amigo de mi padre, que trabajaba como tasador del Banco Municipal. Se llamaba Benjamín Pelón Solari Irigoyen.
–¿Cómo era Solari Parravicini?
–Muy amable, vivía en México 881 y recibía en su gabinete, un cuarto pintado de rojo muy oscuro. Una tarde de 1970 lo fuimos a visitar con Dalila y después nos hicimos muy amigos. Tenía un sueño recurrente, que era un armador de barcos venezolano. Lo extraño es que lo que sucedía en los sueños después le ocurría en la vida real. Contó que un día se le apareció un hombre y le dijo que era el armador, que se había desencarnado y que Solari era su alma gemela... que lo esperaba del otro lado; después desapareció.
–¿Qué hizo Solari?
–Viajó a Venezuela y descubrió que el hombre había existido, e incluso sus familiares lo llevaron a conocer su tumba. Ahora, todos hablan de Solari y se publican sus dibujos premonitorios, pero en aquella época era un desconocido. En sus dibujos aparece la destrucción de las Torres Gemelas, unos guerrilleros barbudos, los revolucionarios de Fidel Castro y cosas que todavía no han ocurrido. Mis diálogos con Solari me permitieron encontrarme y valorar mis pinturas premonitorias.
–¿Volvió a soñar con Kennedy?
–No, pero a veces sospecho que ha pasado definitivamente a formar parte de mi vida. Porque cada vez que me cruzo con un amigo de aquella época, lo primero que me dice es: "¡Charlie, por favor no sueñes conmigo!"
Dalila
"Descubrí el grupo del Di Tella cuando regresé de Nueva York. Me impresionaron sus propuestas; por ejemplo, Dalila Puzzovio hacía esculturas con los yesos que dejaban los pacientes del Clínicas. Me uní a ellos y viví uno de los períodos más creativos de la vida. Me casé con Dalila en 1967."