No era mala, pero la provocaron
MALÉFICA / Autor y director: Héctor Presa / Con: Lali Lastra, Guillermina Calicchio, Erica Dalessandro, Luciana Lester y Leonardo Spina / Música: Diego Lozano / Títeres y objetos: Lelia Bamondi / Vestuario: Lali Lastra / Coreografía: Mecha Fernández / Sala: La Galera, Humboldt 1591 / Funciones: sábados y domingos, a las 17:30 / Duración: 50’.
Nuestra opinión: buena.
La estructura maniquea de los cuentos tradicionales rara vez invita a ponerse en el lugar de los malvados, a indagar sobre sus motivaciones. Esto es funcional a la mecánica del relato y en general se facilita dando por sentado que el malo es malo desde siempre, de modo irredimible. Pero hay una que, a pesar del nombre que lo otorgara Disney, no era así hasta que no la provocaron. Maléfica, que de ella se trata, en verdad sólo quería ir a la fiesta en palacio. Nada le gustaba tanto como bailar. Que no la invitaran en ocasión del primer año de la princesa explica su odio visceral. Así al menos lo entendió Héctor Presa en la indagación que llevó a su más reciente estreno al frente del grupo La Galera Encantada: Maléfica, una bella en apuros .
Pero el tiempo aplaca las emociones. Tras 17 años, con la princesa aún sin caer bajo el maleficio, se avecina una nueva fiesta, para celebrar el fin del encantamiento. Maléfica, olvidado ya el origen de la historia, se entusiasma por el baile en palacio. Espera una y otra vez escuchar su nombre en la lista proclamada por los heraldos. Pero no. Otra vez la han dejado de lado. Estalla. Y más de uno pensará: razón no le falta.
Presa plantea la movida con humor. Toda una serie de personajes secundarios asoman desde un retablo, interpretados por títeres. Los protagonistas, Maléfica (Lali Lastra) y su sobrina y asistente, Miniléfica (Guillermina Calicchio), adoptan rasgos caricaturescos. Una música recurrentemente cumbiera subraya la apuesta humorística de esta visión alternativa de La Bella Durmiente (que nunca llega a caer en el sueño eterno, por lo que aquí sólo es Bella). Entablan un dueto actoral en el que la sobrina vincula el relato con el público y establece también un puente con la princesa.
Una marcación que caracteriza a sus personajes dentro de la estética del títere y el cómic les resta algo de margen para los matices, para el desarrollo de los altibajos de su historia, incluso para inflexiones mayores de la voz. Queda claro, sin embargo, que esta vez la historia fue escrita desde otro lugar, conmoviendo un tanto, a través de la risa cómplice, las estructuras preestablecidas.
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