Nilda Fernández
El cantautor franco-español repasa su carrera con dos actuaciones en Buenos Aires
Nilda Fernández: recital del cantante y compositor. Sala : Siranush, Armenia 1353. Próxima función : mañana, a las 20.30. Invitados : en la segunda función estarán Pedro Aznar y Silvina Garré.
Nuestra opinión: muy buena
Nilda Fernández tiene el nombre que eligió y el color de voz y el talento que le tocaron. De la combinación de todo eso surge el cantante y compositor que viaja de acá para allá -entre Barcelona y Lyon, y entre tantas ciudades más- que sigue, a pesar del paso del tiempo, ávido de encuentros culturales y musicales, que graba discos y da conciertos.
Este Fernández que peina algunas canas, a diferencia de su última visita a la Argentina, hace una década y media, sube al escenario y es capaz de recorrer su repertorio de un extremo al otro de una manera muy natural, un poco en castellano, otro tanto en francés, y con algunas paradas para explicar ciertas canciones. Quizá para quien nunca lo ha escuchado también valgan algunas aclaraciones. Se llama Daniel y un día (hace muchos años) se autobautizó Nilda; el color de su voz, con una singular preponderancia de armónicos sobre los agudos, tiene un matiz entre femenino y masculino que lo hace exótico. Claro que la condición de exótico para cosas o personas dura apenas un rato. De ahí que cuando uno se familiariza con una imagen, con una voz, el valor de lo visto o lo escuchado se ubica en otro lado.
Nilda Fernández, que luego de años anteayer volvió a dar un recital en Buenos Aires, sabía que lo aguardaba un público fan que conocía las características de su voz. Por eso, la convocatoria no era lo exótico sino las canciones. Durante más de dos horas dio un recital que dejó a todos conformes. Por supuesto que no sonaron todos los temas que pidió la audiencia. Pero sí la mayoría: desde esa primera "Entre Lyon y Barcelona", uno de sus hits, hasta "Madrid, Madrid", "La gitana", "Me vuelvo a casar" y "Niña bonita", que tuvo que interpretar por tanta insistencia del público, a pesar de que hacía tiempo que no la cantaba y por eso no recordaba la letra completa.
Fue así que al cuarto tema tuvo al público coreando estribillos y batiendo palmas. De eso se trató esa actuación; de complicidad con quienes fueron a escucharlo. Y quizá por ese sentirse tan cómodo olvidó algún acorde o estiró demasiado algunos finales, que quedaron como guitarreada de fogón, para que la gente participara. Pero fueron excepciones. En la mayor parte de esas dos horas, sólo acompañado por su guitarra, Nilda paseó por territorios de la canción de una manera muy visceral. A veces con fuertes rasguidos sobre la guitarra, otras con giros flamencos a capella, su garganta siempre estuvo por encima de todo.
Asperezas y sutilezas bien combinadas y alternadas fueron saliendo de su voz. Los versos traídos de Quebec ("Innu nikamu"), aprendidos de algún pueblo ancestral; otros tomados de ese magnífico acervo que es la poesía de Federico García Lorca ("Gacela de amor matutino", "Nueva York-oficina y denuncia", "Son de negros en Cuba") y o la de Borges ("Milonga de Manuel Flores"). Algunos temas de su vida en Rusia y otros surgidos de alguna mentira piadosa ("Sinfanai Retu"), cuando le pidieron una canción para un programa de televisión. Y, por supuesto, la imborrable "Mon amour", que una vez grabó con Mercedes Sosa.
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