La actriz revela los secretos de sus matrimonio con Tom Cruise y su trabajo a las ordenes de Standey Kubriek en " Eyes Wide Shut", el film mas sexy de la temporada, que se estrena en septiembre
Nicole kidman llora. está parada en los acantilados que se elevan sobre las tempranas olas de la playa Bondi, en Australia, y sus impresionantes ojos azules se llenan de lágrimas. Está hablando de la muerte de Stanley Kubrick, el genio ermitaño que dirigió a Kidman y a su esposo, Tom Cruise, en Eyes Wide Shut, un thriller psicológico sexual que costó 65 millones de dólares.
Se dice que en el decimotercer y último filme de Kubrick -que se estrenará a comienzos de septiembre en Buenos Aires- hay escenas de contenido erótico sin precedentes, de las que sólo se vio una ínfima parte en los tan comentados avances, en los que Cruise besa y acaricia apasionadamente a Kidman, que está desnuda delante de un espejo. No hay voces; lo único que se oye es a Chris Isaak cantando "Baby Did a Bad, Bad Thing" ("Mi nena hizo algo muy, muy malo").
que tan malo es algo que está por verse. Kidman va a hablar abiertamente sobre sus épocas de nena pelirroja y desenfrenada en Sydney, sobre su matrimonio con Tom Cruise, sobre sus hijos y sobre su desarrollo sexual. Pero la pérdida del confesor y amigo íntimo que para ella era Kubrick -el director de 70 años que murió de un ataque cardíaco el 7 de marzo en su casa cerca de Londres, apenas unos días después de que los Cruise vieran la película terminada- es el tema más recurrente a lo largo de varias charlas. "Nic nunca había perdido a un ser tan querido", comenta Cruise. "A mí me había pasado con mi papá, y es algo que te duele mucho, te deja muy mal."
A sugerencia de Kidman, mi primer día con ella empieza extremadamente temprano: acordamos encontrarnos al amanecer en la playa Bondi para ver salir el sol por sobre el océano Pacífico. Así que acá estoy, a las 6 de la mañana, parada en el playón de estacionamiento casi desierto que se extiende junto a la orilla, mirando cómo corren unas pocas siluetas fantasmales por la rambla de cemento. Siguiendo las instrucciones, busco un bmw azul. Aparece quince minutos después de mi llegada. Del coche emerge una pelirroja alta (1,75 metro) y risueña, con una piel blanca radiante que resplandece en medio de la neblina. Está vestida informalmente con jeans, un pulóver negro y zapatillas; no tiene el aire de la mujer fatal de las películas Todo por un sueño (To Die For), Batman eternamente (Batman Forever) o Hechizo de amor (Practical Magic), ni mucho menos el de la despampanante actriz que exhibe sus sentimientos y su cuerpo en The Blue Room, la exitosa obra representada en los escenarios de Londres y Broadway a partir de la cual un crítico la bautizó "Viagra teatral".
"La verdad es que no me ofendió que me llamaran así", admite Kidman, que hoy llega en una misión no tan seductora, con los famosos bucles rojizos escondidos bajo una gorra de béisbol. Está dispuesta a divertirse, sobre todo a costa de ella misma. "Cuando venía para acá, pensé que la frase «Encontrémonos en medio de una playa de estacionamiento al amanecer» es una sugerencia un poco imprecisa", dice sonriendo. "Después de todo, estamos en la otra punta del mundo."
Sydney es además la ciudad donde Kidman se crió y a la que volvió recientemente con su marido y los dos hijos adoptados por el matrimonio, Isabella Jane (6 años) y Connor Anthony (4), para quedarse por un año mientras él filma la segunda parte de Misión: Imposible (Mission: Impossible) y ella actúa en dos filmes australianos: Birthday Girl, de Jez Butterworth, y el musical Moulin Rouge, de Baz Luhrmann. La pareja se acomodó en una vivienda con vista al puerto, que Kidman misma compró y se encargó de decorar. Cerca viven los padres de la actriz: Janelle, enfermera y educadora, y Antony, psicólogo, bioquímico y docente universitario, que escribió varios best-séllers de autoayuda, entre ellos Managing Love and Hate (Cómo lidiar con el amor y el odio). La única hermana de Kidman -Antonia, menor que ella- también vive en Sydney y trabaja como periodista de espectáculos en la filial australiana de la señal de cable Fox. Antonia está casada con un agente de deportes y tiene una hija de cinco meses, Lucia, por quien Kidman se desvive. "En realidad, hacía nueve años que no vivía acá", señala la actriz, que permanece excepcionalmente unida a su familia. Tenía pensado estar junto a Antonia para el nacimiento de Lucia, pero la bebita se adelantó una semana. De todas maneras, asegura que la acompañó constantemente por teléfono desde Nueva York. Y ahora que se va a quedar por un año en su país, está contentísima. "A veces venía de visita, pero estar aquí de verdad, poder ir a casa de mi mamá a tomar té de jazmín, que es lo que hacía a los 18 años... bueno, es estupendo hacerlo de nuevo a los 32."
Si bien la vida de Kidman cambió por completo desde que se fue a los Estados Unidos, cuando tenía 22 años, hay cosas que siempre van a ser iguales. Por ejemplo, su búsqueda de sencillez: cada vez que la atención recae sobre ella, Nicole se pone notoriamente incómoda. Además, dado que no se comporta como una persona famosa, la gente no la trata como tal, al menos en Australia. Mientras caminamos desde la rambla hacia los acantilados que dan al mar, nadie nos molesta. De cuando en cuando pasa alguien trotando y, al reconocer a la actriz, se limita a hacer un gesto con la cabeza en señal de saludo y sigue su camino.
Cuando llegamos a Bondi, Kidman se siente la dueña de ese paraje. "Toda mi vida vine aquí", afirma mientras examina la playa, sobre la que hay algún que otro bar. "Comprábamos pescado con papas fritas con mamá y papá, comíamos y a la tarde íbamos a nadar. Si sonaba la alarma de tiburones, había que salir corriendo del agua... Era un sonido penetrante que tengo muy fresco en la memoria."
Kidman sigue nadando entre tiburones, aunque ahora se trate de los de Hollywood. Pero el entrenamiento que recibió en su juventud le vino bien. Debutó cinematográficamente a los 16 años, en Bush Christmas (1983). Tres años más tarde, se transformó en un fenómeno en Australia gracias a la miniserie Vietnam, por la que cosechó diversos premios. Si bien sus padres le permitieron abandonar el colegio secundario para emprender su carrera como actriz -"Mi mamá me dijo: «Tan pocas personas saben qué quieren hacer... Dale para adelante»"-, su infancia estuvo colmada de literatura, teatro, ópera y un fuerte sentimiento de libertad. Fue a partir de una película llamada Terror a bordo (Dead Calm, 1989) que Kidman cayó en la mira del público norteamericano y, en especial, de Tom Cruise, quien le pidió que hiciese una prueba para trabajar en su epopeya automovilística Días de trueno (Days of Thunder). Kidman se quedó con el papel... y con Cruise, que ya tenía problemas en su matrimonio con la actriz Mimi Rogers. Cruise y Kidman se casaron al año siguiente, en 1990.
"Apenas la conocí hubo un estado de ánimo especial", explica Cruise. "Nic es muy divertida y siempre está dispuesta a todo. Le apasiona la vida y le interesan un montón de cosas: los chicos, el arte, la música, los deportes, los viajes. Hubo muchas presiones al comienzo de nuestra relación. Aunque cuando nos conocimos ella tenía tantos años de actuación como yo -y yo estaba acostumbrado a la fama-, de repente estábamos juntos y éramos el centro de atención. Nic manejó la situación con mucho tacto y generosidad."
La primera época de Kidman en Hollywood fue muy difícil. Los films que hizo en ese período no reflejaban el talento que había demostrado en joyas australianas tales como John Duigan’s Flirting (1990). "Dustin Hoffman me llamó después de que Nic hizo una prueba para Billy Bathgate", recuerda Cruise. "Y Hoffman tiene muy buen gusto para la actuación. Me preguntó: «¿De dónde salió?»." Sin embargo, las aptitudes florecientes de Kidman se veían más bien reducidas bajo el brillo de Hollywood, tal como ocurrió en su segunda película con Cruise, Far and Away (1992) y en otros proyectos menores, como Mi vida (My Life, 1993) y Daños corporales (Malice, 1993).
Lo bueno de Nic es que siempre tuvo talento", dice Cruise. "Nunca le dio miedo correr riesgos. Hay gente que usa la vida para dar forma a la actuación; cuanto más sofisticados se vuelven, más sofisticados son los papeles que hacen. Uno avanza o retrocede. Nic siempre es capaz de enfrentar un desafío."
Finalmente, en Todo por un sueño (1995), de Gus Van Sant, Kidman triunfó haciendo el papel de una presentadora televisiva del pronóstico meteorológico, capaz de matar con tal de progresar. Ganó un Globo de Oro por su aguda comicidad y, luego, el protagónico de Retrato de una dama (The Portrait of a Lady, 1996), dirigida por su compatriota Jane Campion. Sin embargo, no llegó la tan esperada nominación al Oscar. Por otra parte, este año tampoco la tuvieron en cuenta para el premio Tony por su aclamada actuación en Broadway en The Blue Room.
El adjetivo que define a Kidman en su situación actual es "subestimada". Hay quienes la creen majestuosa, gélida y distante, pero ésa es una idea errónea que -según ella- muchos se forman porque es tímida. "Aunque ahora me abro más, a veces sigo siendo muy, pero muy tímida", sostiene. "Tom se ponía nervioso. Ibamos a una cena y yo casi no hablaba. El no entendía." Tal vez porque, en privado, Kidman es otra persona: inteligente, graciosa, cálida, espontánea. En una palabra, una gran dama.
Kidman cumple una actuación extraordinaria en Eyes Wide Shut, asegura Cruise, para quien la experiencia de compartir la clase magistral de Kubrick con su esposa fue uno de los mejores momentos de la vida de la pareja. "Cuando tengamos 80 años, vamos a sentarnos juntos y decir: «¿Te acordás del siglo pasado, cuando hicimos esa película con Stanley Kubrick?»." El actor asegura que ella es igualmente creativa como madre y como esposa: "Hace diez años que estamos juntos y no me aburro nunca. Me siento muy afortunado de tener la familia que tengo".
Kidman piensa lo mismo, sobre todo ahora que volvió a estar cerca de su familia, en Sydney. "Cuando era chica, íbamos temprano a pescar", dice evocando las salidas con su abuelo. "Yo no sacaba peces grandes sino muchísimos pececitos que cubrían el fondo del bote. Siempre me ponía mal cuando les quitábamos los anzuelos de la boca a los pescados, y lloraba." ¿Y el abuelo los devolvía al agua? "La verdad, no", contesta sonriente. "¿Un australiano hecho y derecho? Me decía: «Dejáte de pensar en eso. ¿Acaso no los comés?»" Después de un silencio, agrega: "Claro que yo no veía la hora de irme de Australia. No apreciaba el país. Ahora, cuando no estoy, extraño Sydney. Extraño Bondi. Extraño mi casa".
stas en un momento dificil porque el estreno de "Eyes Wide Shut" se vio afectado por la muerte de tu gran amigo Stanley Kubrick. ¿Qué te parece que quiso decir con la película?
-Quiso hacer una película personal sobre una etapa de una relación, sobre los celos, la obsesión sexual y la culpa.
-¿Y así fue?
-Stanley hizo una película de altísima calidad y estoy muy orgullosa de haber participado. Incluso tratar de definirla, ahora que no está él... (se le va la voz).
-Pero qué honor protagonizar el último filme del hombre que dirigió clásicos de la talla de "Dr. Insólito" ("Dr. Strangelove") y "Lolita". ¿Y qué podés decir de los avances comerciales tan provocativos?
-Stanley nos los envió diciendo: "Estos son los avances". Y yo le contesté: "¡Estás bromeando! No puede ser".
-¿Por qué te asombraron tanto?
-¡Porque aparezco desnuda, Nancy!
-Pero ya sabías que ibas a salir desnuda.
-Pero no en los avances (risas). Se los mostré a mi mamá, y dijo: "Epa. Quiero ver la película".
-Para eso sirven los buenos trailers, pero me temo que la mayoría de la gente se va a quedar con la imagen de Tom Cruise y Nicole Kidman desnudos, haciendo el amor.
-Me di cuenta. Aunque para mí se trata de personajes, los demás los interpretan como Tom y Nicole. Y es algo revelador. Como personas, Tom y yo no somos exhibicionistas, nunca lo fuimos. No lo llevamos adentro. Somos más inhibidos. Además, la película no trata únicamente de sexo.
-¿Fue difícil hacer las escenas de desnudos?
-¿En el momento? No. Porque interpretábamos los personajes.
-¿Cuántas personas había en el estudio?
-Stanley, Tom y yo. Lo filmó el mismo Stanley. Estaba puesta la música que se escucha en los avances. Lo filmamos en una jornada, pero lo preparamos durante varios días.
-Dicen que vos y Tom hacen de un matrimonio de psiquiatras.
-No, yo no hago de psiquiatra. Como no dijimos nada, se dio por hecho que en la ficción somos dos psicólogos que tienen aventuras sexuales...
-Con los pacientes. Pero, ¿Tom sí hace de psiquiatra?
-Nnnnno. Toda esa información es incorrecta.
-¿Podés decir qué personaje encarna?
-No.
-¿Pero en la película están casados?
-Sí.
-¿Sin hijos?
-No, tenemos un chico.
-¿Y viven en Nueva York?
-Sí. ¡Bingo! (Risas.) Al final, me sacaste más datos que nadie.
-¿En qué pensás que se equivoca la gente con respecto a "Eyes Wide Shut"?
-Creen que va a ser un gran despliegue de sexo, y no es así. El sexo no es más que una parte muy pequeña de la trama.
-Se dice por ahí que tu personaje se inyecta heroína.
-Nnnnno. Están mal informados. En realidad no hay sexo (risas). No, es una broma. Pero no hay drogas, no hay escenas de Tom con un vestido puesto, no hay psiquiatras.
-Pero la película está basada en la novela corta "Traumnovelle" [de Arthur Schnitzler], en la que el hombre es psiquiatra.
-Está basada muy vagamente en ese libro. De hecho, Stanley no nos lo dejó leer. Es mejor así.
-Pasemos a Kubrick como hombre. ¿Cómo fue que te conoció y te ofreció este papel?
-Con el correr de los años, Tom y Stanley fueron enviándose faxes. Hasta que una vez nos mandó un fax y un guión a cada uno, pero por separado. Me dejó con la boca abierta. Decía: "Quiero que actúes en mi película. Por favor, hacé de Alice". Ese es el nombre de mi personaje.
-¿Cuál fue tu respuesta a semejante ofrecimiento?
-Le contesté: "Ni siquiera me hace falta leer el guión (risas). Aunque mi personaje tenga una sola línea, una sola palabra, voy a hacer de Alice". De hecho, tanto Tom como yo nos metimos en la película diciendo: "Acá nos te nés. Todo lo que quieras de nosotros. Queremos dedicar nuestra vida a hacer esta película".
-¿Qué dijo Kubrick?
-¡Era lo que esperaba! (Risas.) No se habría conformado con menos. Esperaba una devoción sin límites, y nosotros estábamos dispuestos a darla.
-¿Cómo lo conociste?
-En la cocina de su casa [en las afueras de Londres]. Cenamos juntos: Tom, yo, Stanley y su esposa, Christiane. Y yo pensaba: "Cuando me vea actuar, le voy a parecer terrible y va a querer deshacerse de mí". Para mí, una parte del proceso de ensayo consiste en superar la timidez que me da saber que están todos mirando. Es raro que un actor tenga que luchar contra eso.
-Cuando terminó la cena, ¿sentiste que se comprendían mutuamente?
-No. Pensé: "Ay, Dios mío. ¿Cómo vamos a hacer para llegar a conocernos bien?". Pero Tom y yo estábamos entusiasmadísimos con las posibilidades del film. Unos cuatro meses después, nos mudamos a Inglaterra. Filmamos durante unos diez meses, pero nos quedamos tres años (risas).
-Kubrick era de esos poquísimos directores capaces de tenerlos agarrados durante tres años.
-Stanley ganaba tiempo. Y siempre estaba trabajando; nunca desperdiciaba dinero. Terminó la película con un presupuesto menor que el calculado.
-Tenía reputación de considerar a los actores como la parte menos importante del proceso.
-La relación que Tom y yo tuvimos con él fue distinta de la que tienen los actores en general. Con mucha frecuencia, los actores se resistían a él y a su método de trabajo. En cambio, nosotros nos entregamos. No me parece que haya tratado de herirnos psicológicamente. No sufrimos ninguna explotación. Stanley Kubrick no era de hacer esas cosas.
-¿Pero a veces era muy exigente?
-Era exigente, muy exigente. Te exigía tiempo, concentración. Quería tener todo. Quería... tenerte a vos. Quería que revelaras las cosas, que estuvieses a su disposición en todo momento. Yo aparezco solamente en media película, así que una vez me fui a Australia por una semana y, cuando volví, me miró y me hizo un comentario ácido: "Mujer infiel". (Se ríe.) Tenía mucho sentido del humor.
-Suena bastante controlador.
-No era una actitud controladora. Era que quería que te dedicases.
-¿Kubrick era una figura paterna o un amigo?
-Las dos cosas. Era muy distinto de la imagen que tenían todos de él. Me cuidaba mucho. Era suave.
-¿Por qué era distinto?
-Confiaba plenamente en el poder del cine, y yo adoraba eso. Es lo que hacía con su vida. Vivía en su casa, hacía sus películas, no seguía las reglas. Tenía 70 años, pero no veía el proceso con cinismo... aunque a veces su trabajo tenía un punto de vista cínico. Tenía una gran confianza en la humanidad, pero creía que estábamos destruyéndonos a nosotros mismos.
-¿Por qué?
-Porque así es la naturaleza humana. Stanley era un hombre de mucha moral, aunque no era moralista. Tenía cinismo, pero también esperanza, apego emocional... en especial a los animales (suspira). Los gatos y los perros. Siempre iba a trabajar con un gato en la cabeza (risas). Uno de sus gatos murió durante el rodaje, y él se puso muy mal.
-¿Se lo veía enfermo durante la filmación?
-No. Por eso nos golpeó tanto su fallecimiento. La noche antes de morir me dejó un mensaje que decía: "Nicole, llamáme. Me muero por hablar con vos". Habíamos visto la película seis días antes y yo me había quedado boquiabierta. Y después volví a verla inmediatamente. Fue una experiencia hipnotizante. Pero me quedé afónica, y aunque me ocupé de escribirle, no pudimos hablar. En general, conversábamos tres o cuatro veces por semana. Tom había hablado con él, lo cual me enojó, porque yo no lo había conseguido. A Stanley lo alegraba que nos hubiera gustado el film. Y bueno, por fin recuperé la voz, y se suponía que lo iba a llamar. Acababa de cocinar algo para los chicos -masitas de chocolate, que no voy a volver a hacer nunca más- y me llamó Leon, el asistente de Stanley, para decirme que había muerto.
-¿Tom estaba con vos cuando te enteraste de la muerte de Kubrick?
-El estaba en Australia, y yo, en Nueva York. Lo llamé enseguida y no hacíamos más que repetir: "No, no". Y llorar, llorar, llorar. No podía parar de llorar. Días y días. Nunca me había pasado eso. -De repente, Nicole adopta una expresión de angustia y se pone a llorar. -La imaginación de Stanley es una pérdida enorme para el mundo. El y yo éramos muy amigos. No puedo creer que no esté más. Me encantaba imaginarlo allá, en Inglaterra, inventando cosas.
-¿Cómo pasaste ese primer día?
-Fui a la Catedral de San Patricio [en Nueva York] a la noche; estaba sola. Quería encender una vela en honor de Stanley. Más que nada, estuve ahí. Eso me consoló.
-¿Cuándo pudiste ver a Tom?
-Llegó al día siguiente. Se había tomado un avión desde Australia hasta Nueva York -un vuelo de veinticuatro horas- para ir a buscarme y llevarme a Londres. No podría haber ido sola. Estaba hecha un desastre. Me la pasaba lloriqueando. Así que fuimos juntos. A Stanley le reventaban los entierros (risas). Me llama la atención que no lo haya previsto en su testamento. Pero en realidad fue por Christiane y las chicas. Me resultó bastante traumático. Estuve en el entierro de Lady Di -Tom la conocía; yo nada más la había visto pocas veces-, pero nunca había ido a un entierro muy íntimo y privado.
-¿Qué te enseñó Kubrick de vos misma?
-Permanentemente me alentaba como actriz y como mujer. Lo que ni Tom ni yo podíamos creer era que nadie nos conocía tanto como Stanley. Ni siquiera mi mamá y mi papá. Nadie. Fueron tres años de estar los tres solos. Nos conocía.
-¿Es la primera vez que te tocó sentir semejante dolor emocional?
-Cuando mi mamá estaba con cáncer, yo tenía 18 años y pasé por ese... sentimiento de dolor: "Estoy segurísima de que no se va a salvar". Una carga que uno lleva encima todo el tiempo. Con Stanley fue tan abrupto que fue más bien: "Aaaah" (suspiro profundo).
-Hace poco denunciaste por calumnias al tabloide "Star" por publicar que, para "Eyes Wide Shut", hubo que contratar terapeutas sexuales que les enseñaran a vos y a Tom a hacer el amor frente a la cámara. ¿Por qué hiciste juicio?
-Porque esa historia no tiene nada que ver con la verdad. No hubo terapeutas sexuales. Lo que pasó en la pantalla pasó porque los tres lo trabajamos juntos, sin gente de afuera. De hecho, tenemos una declaración jurada firmada por los dos terapeutas [nombrados por el periódico] en la que aseguran que no hicieron nada. A partir de ahora, Tom y yo vamos a luchar. Vamos a hacer juicio si es necesario.
-¿Cuál creés que será la reacción del público cuando se estrene "Eyes Wide Shut"?
-No me interesa. Para nosotros, lo importante de la película son Stanley y la felicidad. El no está más y era nuestro guía: el que estaba a la cabeza, el jefe. En cierto sentido, la película no es nuestra. Así es como si hubiéramos perdido la brújula.
kidman y yo vamos a toda velocidad por una avenida del centro de Sydney, riéndonos y sin la menor idea de dónde estamos con exactitud. Nos fuimos de la playa Bondi con la intención de dirigirnos a mi hotel de la calle Kent, pero no lo encontramos. Antes de abandonar la playa donde la actriz pasó su infancia, habíamos incursionado en Aquabar, un pub diminuto donde preparan un porridge [avena hervida en leche o agua] con banana que sin dudas es el mejor del planeta. El dueño, amigo del matrimonio Cruise, muchas veces recibe a la pareja, que trae a sus hijos a jugar en la misma arena donde se crió Kidman. Cuando entramos, las personas que estaban desayunando apenas notaron la presencia de una de las mujeres más reconocibles del mundo. Una vez que la pelirroja se sació de porridge, tostadas y capuchinos, nos metimos en su auto y arrancamos en dirección al centro.
Unos minutos después de llegar a la calle Kent, Kidman y yo nos acomodamos en el desierto restaurante del hotel. Son las 9.30 de la mañana y a esta altura ya hace casi cuatro horas que estamos conversando, por lo cual apenas nos limitamos a sonreír. El mundo se despereza y nosotras nos disponemos a tomar el tercer desayuno (tengamos en cuenta que ella mordisqueó algo antes del amanecer) y a seguir charlando.
aciste en hawai y viniste a sydney a los 4 años. En el medio, viviste con tu familia en Washington dc, donde tu papá estudió en el Instituto Nacional de Salud. ¿Tenés recuerdos de esa etapa?
-Sí. Cuando yo tenía 2 años, mis padres me llevaron a una manifestación contra la Guerra de Vietnam. Participaban en un montón de movimientos a fines de los 60. Los dos tenían mucha conciencia social y me llevaban a las marchas.
-¿Cómo se conocieron?
-En una cita a ciegas. Tenían 21 años. Después de treinta y ocho, siguen casados. Así que la cita a ciegas dio resultado. Es bárbaro que tus padres sigan casados porque eso te permite creer en la institución del matrimonio. Mis padres se llevan muy bien y siguen riéndose juntos. Tienen un humor muy vivo. Mi mamá tenía la misma edad que yo cuando se casó.
-Pero tuvieron épocas duras. ¿Una vez tu mamá no se fue y después volvió?
-Así es. Pero no disimulaban. No hacían eso de sonreír delante de nosotras y agarrarse a puertas cerradas. Si se peleaban, nosotras lo sabíamos.
-¿Qué es lo que más te acordás de tus padres durante los años de tu infancia?
-Me acuerdo de las opiniones fuertes y de lo divertidos que eran. Les puedo hablar de lo que quiera. Les digo "Janelle" y "Antony" en vez de "mamá" y "papá" desde que tuve 11 años. A mi mamá le molestaba, pero al mismo tiempo le gustaba. Me parecía que tenía más onda estar en la escuela y decir: "Janelle, cortála" (risas). Estoy esperando que pase lo mismo con Bella. La llevo a la escuela, trato de darle un beso en la mejilla y me dice: "Mamá, hora de irse", y me saca a empujones del aula. Tiene 6 años y ya le da vergüenza.
-¿Eras rebelde cuando eras chica?
-Siempre... aunque, en realidad, me quedaba sentada en mi habitación y escribía mi diario: páginas y páginas en las que luchaba contra las cosas... Que yo no encajaba en la cultura de aquí, que no era una chica playera, que me encantaba leer, actuar. Oía las risas de los vecinos, que jugaban en la pileta, y pensaba: "Ojalá me invitaran". Pero no me invitaban nunca. Siempre sentía que pasaban cosas de las que yo no participaba. La clásica sensación de estar afuera, de ser extranjero.
-Sos tan hermosa que seguramente los chicos estaban interesados en vos.
-No era para nada linda. Era repugnante: desgarbada, torpe. Tenía piernas larguísimas y no mucho más que eso. Me asombraba si alguien me miraba. En la colonia de vacaciones, una vez tuvieron que arrastrar a un chico por el piso ("¡No quiero bailar con ella!") porque yo era la única que quedaba. ¡Me sentí tan humillada!
-La primera imagen sexual que tiene una mujer de sí misma viene del padre. Me parece que tu papá -un corredor de maratones que mide 1,85 metro y que les hacía hacer flexiones a sus hijas todas las mañanas- te adoraba con toda su alma.
-Sí, pero no era demostrativo. Quiero mucho a mi papá y tuve una buena relación con él, por lo cual me gustan los hombres.
-Y tu mamá te hacía repartir panfletos en reuniones feministas.
-Me moría por complacerla. Aunque a veces me hacía enojar, yo la admiraba.
-¿Por qué?
-Siempre se manejó con mucha dignidad y mucha gracia. Es cálida y muy compasiva.
-Dijiste que a tu mamá le diagnosticaron cáncer de mama cuando tenías 18 años. ¿Cómo te afectó eso?
-Te hace tambalear toda la estructura. Mi mamá se descubrió un bulto en la mama. Me acuerdo de ese día como si fuera hoy. Yo estaba trabajando en una película [Windrider], y mi mamá me llamó desde el hospital donde le diagnosticaron el cáncer. Dejé el teléfono tirado y les pedí de rodillas a los productores que me dejaran viajar a verla. Y me dijeron que no. Después fue un año espeluznante.
-¿Estuvo muy mal?
-Muy mal. Le extirparon el tumor, lo cual era una técnica novedosa, y después recibió quimioterapia y radioterapia. Pensábamos que se iba a morir. Yo volví a vivir en la casa materna. Me acuerdo muy claramente del giro que dieron las cosas. Cuando uno se topa con algo así, piensa: "Bueno, no va a salir todo como quería". Y ahora me parece importantísimo estar presente si mis hijos o mi esposo me necesitan de verdad; todo lo demás se reduce a nada al lado de eso.
-¿Te parece que vos y Tom pueden durar treinta y ocho años, como tus padres?
-Quedaría destruida si no fuese así.
-¿Qué los une?
-Lo pasamos bien juntos. Claro que tenemos momentos, tenemos nuestros momentos. Te lo aseguro. Pero seguimos juntos. Lo adoro.
-¿Más que cuando te casaste con él?
-Ah, sí. Ahora lo conozco. Cuando nos casamos, no lo conocía. Pero la felicidad no es una constante. Viene y va. Hay que esforzarse por lograrla. Somos personas normales en pareja y tratamos de que funcione. Que haya gente que dude de eso te vuelve loco, te saca de las casillas.
-El año pasado le iniciaron juicio al diario "Express on Sunday", de Londres, por un rumor que daba a entender que Tom era homosexual. ¿Por qué llegaron a esa instancia?
-Durante años seguimos la enseñanza de la Biblia: pusimos la otra mejilla. Pero cuando uno tiene hijos a quienes les hacen preguntas en el patio de la escuela, tiene que tomar posición. Dijimos: "Basta". Todos dijeron: "¿Por qué no hacen juicio? Será verdad, porque si no harían juicio". Así que al final lo hicimos, y ganamos. Tiene que ver con lo que me enseñó mi papá: hacéte valer.
-Vos y Tom tienen una década de historia en común. Es mucho tiempo.
-¡Es un montón! Tom y yo nos necesitamos mucho. Es lindo necesitar a alguien, aunque te puede volver vulnerable. Ahora nos vemos como pareja y como dos personas distintas. A él le gusta pilotear aviones, y a mí, estudiar italiano. A él le encanta esquiar a 150 kilómetros por hora, y a mí me gusta esquiar, aunque no me apasiona. Tenemos cosas que nos gustan por separado y, por otra parte, compartimos cosas que nos encantan a los dos. Por ejemplo, nos encanta hacer caminatas juntos. De esas silvestres y peligrosas.
-¿Qué pensás que le agregaste a la vida de Tom?
-El dice que se la compliqué (se ríe). Me llama "la australiana salvaje". Cambió todo. Me da mucha vergüenza decirlo. Espero haberle dado humor.
-Parece que a Tom le gusta estar casado.
-Le encanta. Le gusta su refugio; su nido, como le digo yo. Pero Tom adora a todas las mujeres. Es un gran apreciador del género (risas). Siempre le digo: "Cómo te gusta seducir". Es un seductor lindo, lo cual es algo importante de cultivar. Hay que alentar la sexualidad de tu compañero. Siempre y cuando uno se fíe de la persona, no hay por qué sentirse amenazado. Tom una vez me dijo que primero se fijó en mí y después se fió de mí. Se fijó y se fió. (Risas.)
-¿Tus hijos saben a qué se dedican ustedes?
-Los chicos se le acercan a Bella en la escuela y le dicen: "Tu papá es Tom Cruise", y después es rarísimo oírla hablar de nosotros en tercera persona. Y yo le digo: "No. Somos mamá y papá, y da la casualidad de que somos actores". Por supuesto, ella ya quiere ser actriz.
-¿Ellos ven las películas en las que actúan sus padres?
-No. Ninguno de los dos. Bella nos ve en las revistas y dice: "Mirá qué hermosos que están", y se va.
-¿Bella es linda?
-Para mí, es la preciosura más grande del mundo. No entiendo cómo la gente no se cae por la calle cuando la ve (risas). Me encantan los chicos. Hace poco Bella dijo algo muy vergonzoso, fuera de lugar. Ibamos en un auto con un chofer por las calles de Viena. Era para hacer una promoción. Y dice, delante de todos: "Mi mamá tiene vagina". Yo intervine delicadamente: "Sí, está bien. Ahora no se habla de eso, Bella". Y sigue: "Tiene pelos. Hay vaginas que no tienen pelos y otras que sí". El chofer empezó a reírse. Te querés morir ahí mismo. Otra vez, una madre y yo estábamos hablando de la fascinación que sienten los chicos por los genitales. Connor estaba sentado con nosotras a la mesa, rodeado de mujeres -mi hermana, mi hija, una amiga- y dice: "Y bueno, soy el único pene de la mesa". Así lo definió: seis vaginas y un pene a la mesa.
-¿Cómo es Connor?
-Es imparable. Si parpadea, consigue lo que quiere de cualquier persona. Y lo sabe. Es tremendo.
-Tus dos hijos son adoptados. ¿En qué los afecta a ellos y a ustedes?
-Con la adopción, no decís: "Eso lo heredó de mí. Se notan nuestros rasgos". Se trata más bien de descubrir qué personalidad tienen. Hablamos del tema permanentemente. Ellos dicen: "Soy adoptado. Soy especial". En mi familia hay casos de adopción. La hermana de mi mamá es adoptada.
-Connor es mulato. Es obvio que fue una elección.
-No puedo hablar del tema porque no quiero que él lo lea en el futuro. Pero va a ser interesante que él cuente cómo fue criarse con nosotros. Vimos a ese bebé que, por como se dieron las circunstancias, estaba destinado a ser nuestro. No me imagino a Connor con otra gente, en otro lugar. Es Connor (risas). El Connor que conozco después de haberle cambiado los pañales todos los días.
-¿Van a tener más hijos?
-No sé. Dos es mucho. Ya uno se preocupa bastante. Ahora están en la escuela y pienso: "¿Puse la manzana en el almuerzo de Connor?". Quiero que lleven a la escuela cosas ricas para almorzar, porque es algo que a mí no me pasaba. Mi papá hacía sándwiches y nunca los cortaba bien: tenían pedazos enteros de manteca. Además, siempre me quedaba con ganas de comer más. Me gusta que mis hijos tengan la sensación de que alguien se puso a pensar en qué iban a almorzar.
-Retrospectivamente, ¿cuando te casaste con Tom Cruise sabías que ibas a perder el anonimato?
-No. No tenía noción del alcance de su fama. Me enamoré del tipo. Venía a buscarme en auto y salíamos a dar una vuelta, escuchábamos música y hablábamos. Podría haber sido el vecino. Cuando miraba el universo que lo rodeaba, pensaba: "Esto lo puedo manejar". Después, al año, pensé: "Uy, qué duro". Dejé mi país, me mudé a otro, no podía ver a mis amigos porque siempre estábamos viajando, resigné gran parte de lo que yo era para estar con él porque quería estar con él.
-¿Qué pasó el día en que conociste a Tom?
-Me dejó sin aliento. No sé qué fue: ¿una reacción química? Difícil de definir... Difícil de resistir.
-Pero estaba casado con Mimi Rogers.
-Sí, así que pensé: "Prohibido". Y yo también estaba en pareja.
-¿Entonces fue complicado?
-Y... en realidad, no, porque él se separó a las pocas semanas. No estaban bien.
-¿Cómo reaccionaron tus padres cuando se enteraron de tu relación con Tom?
-Si sospechaban, fueron discretos. Pero después mi mamá vino a visitarnos a Nueva York por dos semanas. Y cuando nos vio juntos, dijo que éramos tal para cual. Me dijo: "Son dos personas que estaban buscando a su amigo del alma". Pero tuve suerte porque mi amigo del alma además me atrajo. No querría casarme con mi amigo del alma si no me atrajera. Tiene que haber una cuestión de piel.
-¿Tuvieron problemas con la fama de Tom la primera vez que lo llevaste a tu casa?
-Fue aterrador. Yo le había dado mi departamento a mi hermana, así que tuvimos que alojarnos en un hotel. Le había dicho a Tom: "En Australia no hay paparazzi. No vamos a tener problemas". Pero nos seguían a todas partes. Me quedaba sentada en mi habitación del hotel, llorando: "Esta no es mi vida. ¿No poder caminar por la calle y mostrarte mi ciudad en vez de mirarla desde la ventana del hotel?".
-¿Cómo reaccionó Tom?
-Tenía un poquito de vergüenza y me decía: "Podemos salir. Está todo bien". Pero yo le decía: "No, no podemos porque se te va a acercar todo el mundo". En cambio, ahora Tom y yo podemos caminar por la playa Bondi sin que nadie nos moleste.
-¿Por qué? En todo caso, ahora son más famosos.
-Es que ahora no se trata de ese tipo de fama. Tom sigue siendo importantísimo, pero ya hace tiempo que es conocido y se toma la fama con muchísima más calma. Dice: "Voy a hacer lo que voy a hacer". Y, cuando uno tiene hijos, realmente tiene que ser así. El sábado vamos a ir a un asado en la escuela. Va a haber brochettes, juegos... Bella se muere por ir, así que decidimos ir. Vamos a estar con los otros padres y nadie va a hacer aspaviento. Los problemas surgen cuando uno trata mal a la gente o se cree mejor que los demás.
-No cabe duda de que maduraron con el paso del tiempo.
-Sí. Es obvio que crecimos, cambiamos con respecto a nuestras ideas y a nuestras creencias. Tenemos opiniones encontradas, pero nos damos un espacio y un tiempo para cada uno. Igual, todavía quiero irme de viaje sola con él. Me encanta estar sola con él.
-¿Para hacer qué?
-Jugamos. Mi mamá dice que somos cachorros (risas). Jugamos y forcejeamos, jugamos y comemos. Después dormimos, comemos más y seguimos jugando. Somos como cachorros. ¡Tom me va a matar por decir esto!
-Y a Tom siempre le gustó que seas deportista.
-Ah, sí. Antes de que empezáramos a salir, me vio jugar al tenis y, cuando saqué, dice que pensó: "¡Epa, esa chica me gusta!". (Risas.) No podía creer que sacara con tanta fuerza. De eso estoy orgullosa.
-Y saltar en paracaídas... ¿Cuántas mujeres se animan, incluso por Tom Cruise?
-A Tom le encantan los aviones. Para relajarse, hace ochos [vuelos en picada elevándose a último momento]. Yo le digo: "Estás un poco estresado. Andá a volar un rato". Cuando íbamos a saltar en paracaídas, yo hacía figuras en el ala y saltaba.
-¿Salías al ala del avión?
-Sí. Te parás en el ala, agarrándote, y después saltás para atrás. El avión sigue volando y vos te quedás en tu figura, cayendo.
-¿No te da miedo?
-Y, sí. Por eso lo hacés. Me preocupa la posibilidad de morirme, pero es parte de la corriente de adrenalina. Todo el cuerpo se resiste y dice: "No, no, no; esto está mal". Pero igual lo hacés. Parece una locura. No volví a hacerlo desde que tuvimos a los chicos.
-¿Siempre te arriesgás así?
-No. Pero incluso cuando Tom corre carreras de autos a toda velocidad y yo voy en el asiento del acompañante, no me asusto. Es raro.
-¿Qué es lo que te da miedo?
-Me da miedo perder a un ser querido. El dolor afectivo. Me asustaría mucho ser dependiente, no tener mi propia vida, aunque también es maravilloso poder entregarse a eso.
-Da la sensación de que tu vida familiar es satisfactoria, pero en tu trabajo parece que explorás el lado exótico de la sexualidad femenina.
-Después de los 30, tenés en claro quién sos. Sos más libre. Hablás más de tu sexualidad con tus amigas, por ejemplo.
-¿Cómo es eso?
-Porque ya no se trata de "Vayamos al auto a franelear". En una relación a largo plazo, se empieza a enfrentar todo de a dos, y a veces uno se lastima, en especial cuando uno dice: "Prefiero enterarme de todo y hacer este viaje juntos". El amor es complicado, fascinante, adictivo.
-¿Qué pasó cuando cumpliste 30?
-Dije: "Bueno, tengo dos hijos y tengo marido. Pero sigo con ganas de trabajar, sigo con el mismo deseo de explorar a los demás". Y de eso se trata: de explorar a los demás, la mente humana.
-¿Es suficiente la exploración creativa de tu sexualidad?
-Para mí, sí. Me parece muy deslumbrante, así como mi matrimonio también me parece muy interesante y deslumbrante.
-Lo que resulta deslumbrante, al menos desde afuera, es tu acercamiento a la cienciología [religión iniciada en los Estados Unidos por L. Ron Hubbard, que sostiene que Cristo fue uno de varios maestros importantes]. ¿Sos muy religiosa?
-Me criaron como católica, así que sigo rezando. Mi papá nos llevaba a misa todos los domingos. Mi mamá se convirtió al catolicismo para casarse con él, pero se hizo agnóstica. Mi papá se hizo ateo y mi hermana fue a una escuela de monjas. Nuestra familia es una mescolanza. Soy de un ramillete de religiones. No hay algo definido. Así que tengo un poco de cienciología, catolicismo, judaísmo y filosofías orientales. Tomo una parte de cada una; soy un híbrido.
-¿Fue necesario que te metieras en la cienciología para casarte con Tom?
-De ninguna manera. De ser así, no me habría casado con él. Eso sería obligarme a hacer algo que yo no quería hacer. Tom y yo nos permitimos ser quienes somos. ¿Soy una persona que sigue una sola filosofía? No, pero la cienciología tiene cosas geniales.
-¿Cómo manejás tu fama?
-Me da vergüenza ser famosa. En los sets de filmación, me revienta ostentar: no quiero que me den la casa rodante más grande de todas. Me molesta que me digan: "Ponéte delante de todos". Me parece que todos van a decir: "¿Quién se cree que es?". Porque, a menos que seas Nelson Mandela, a menos que hayas hecho algo activo para cambiar el mundo, no merecés que te presten más atención.
-Se podría argumentar que tu arte cambia el mundo.
-No le doy tanta credibilidad a esa idea. La rebajo, en cierto sentido, mientras que Stanley no la despreciaba, y yo tampoco debería hacerlo. Pero, por favor. No sé escribir como George Eliot ni como Dylan Thomas ni como Coleridge, que fue capaz de escribir The Rime of the Ancient Mariner después de haber fumado opio, ¡y así y todo dejó una obra brillante! (Risas.) Sé actuar, y para eso no es necesario ser un genio.
-¿Dónde te imaginás en el futuro?
-(Sonríe.) En la Toscana, viviendo en una granja y rodeada de hijos y nietos. Con una cocina grande. Un poco de ópera. Yendo a pasear a Florencia. (Pausa.) Pero, por otro lado, también me gusta vivir en la ciudad. Poder salir a medianoche, tomar margaritas, bailar un poco de salsa.
-¿Vos y Tom pueden hacer todo eso tranquilos?
-Sí. Ayer fuimos a una clase de baile: estilo jive, de los años 50. Dar vueltas y todo eso. Y también un poco de mambo. Sirve como terapia. Es sexy y divertido. Tomar alguna que otra clase de baile, escuchar música, mover el esqueleto los dos juntos. Ese es mi consejo para un buen matrimonio (risas). Hay que volver siempre a lo simple. Ir caminando de la mano por la calle. O apretar, si uno está en la cama (risas). Apretar te hace sentir satisfecho.
-Tom y vos piensan seguir juntos toda la vida...
-Así es. Me casé con un hombre que amo, y él me ama a mí. ¿Qué nos pronosticás, entonces? ¿Tom y yo vamos a ser corredores de maratón?
-Apostaría que sí.
-Trato hecho. -Se adelanta y me da la mano. -Espero que tengas razón. Espero que seas profeta.
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