Netflix: Quédate cerca es un policial muy efectivo con la firma de Harlan Coben
Con los protagónicos de Cush Cumbo y Richard Armitage, la miniserie vuelve sobre las tramas de pecados del pasado que regresan para atormentar a respetables ciudadanos en el momento menos esperado
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Quédate cerca (Stay Close, Reino Unido/2021). Dirección: Daniel O’Hara, Lindy Heymann. Guion: Daniel Brocklenhurst, Victoria Sare-Archer, Mick Ford, Charlotte Coben, Harlan Coben. Elenco: Cush Jumbo, Richard Armitage, James Nesbitt, Sarah Parish, Jo Joyner, Bethany Antonia, Daniel Francis, Poppy Gilbert, Hyoie O’Grady. Disponible en: Netflix. Nuestra opinión: buena.
Las adaptaciones de Harlan Coben se han convertido en un clásico del catálogo de Netflix. Policiales efectivos, sin grandes veleidades, sostenidos en la narrativa antes que en la puesta en escena, a veces con algún detalle que los eleva por encima de una esperable medianía. Quédate cerca no es la excepción. Como en las últimas adaptaciones (la mejor de ellas, Safe), el universo de Coben parece más atractivo para la ficción televisiva europea que para la de Estados Unidos (que es de donde proviene el escritor), y sus propios artilugios para instalar pistas falsas y enredar el relato hasta la vuelta de tuerca final se ven favorecidos por la tradición del enigma de la ficción británica, el uso de sus espacios suburbanos, los detectives excéntricos y el ejercicio de un humor ligeramente absurdo, perfecto para un misterio que nunca se toma demasiado en serio.
Como ocurre siempre en Coben, los problemas vienen desde el pasado. Basada en la novela homónima publicada en 2012 –y adaptada por Charlotte Coben, hija del novelista, entre otros guionistas-, la miniserie está ambientada en la costa noroeste de Inglaterra, donde Megan (Cush Jumbo, de The Good Fight y The Good Wife) prepara el casamiento con su novio, con el que ya tiene tres hijos y una vida casi perfecta. Casi porque, como no podía ser de otra forma, la desaparición del joven Carlton Flynn a la salida del club nocturno Vipers trae de regreso los secretos que parecían enterrados. Es que Carlton desapareció en pleno carnaval, en el mismo bosque en el que 17 años atrás desapareció Steve Green, un hombre que perseguía a Megan cuando ella era Cassie, una de las strippers de Vipers. Y, como si fuera poco, Lorraine (Sarah Parish), la encargada de Vipers, irrumpe en la idílica vida de Megan para revelarle que Green ha regresado a buscarla.
Ese es apenas el puntapié inicial de una trama que se despliega con astucia, sin escatimar trucos y oportunas desviaciones, pero con la única vocación de retener al espectador hasta la revelación final. Pese a ello, y a la conciencia de que así funciona el mundo de Coben, Quédate cerca contiene algunos detalles simpáticos. El primero es el detective Michael Broome, interpretado por el veterano James Nesbitt con la justa ironía para nunca dar demasiado crédito a las andanzas de este divorciado enamoradizo. Broome fue el encargado de investigar el caso Green, pero con el correr de los años no consiguió más que acostarse con su viuda y cargar con el estigma del fracaso. La repetición de un aparente secuestro en el mismo 16 de abril parece brindarle una segunda oportunidad ¿Y si la desaparición de Carlton Flynn está relacionada con aquel misterio del pasado?
El resto de los personajes cumple su función esperable. Megan intenta evitar que sus pecados de juventud arruinen su inminente casamiento y pongan en peligro a su familia; Ray Levine (Richard Armitage), su novio de aquellos tiempos en que era Cassie, un fotógrafo desaliñado y atormentado por los recuerdos incompletos de aquel carnaval fatídico, se convierte en el perfecto sospechoso para quedarse con todas culpas; Kayleigh (Bethany Antonia), la hija de Megan, sigue el itinerario sospechoso de su madre; el padre de Carlton decide contratar personal privado para averiguar el paradero de su hijo. En ese mar de previsibilidad, otro hallazgo distingue a la miniserie: en el transcurso de la investigación, una excéntrica pareja de jóvenes compite con la policía para llegar a la verdad. Influidos claramente por la figura de Villanelle en Killing Eve, ambos operan su ruptura del tono, sus coqueteos con el musical y el territorio del absurdo con arriesgada solvencia, sobre todo Poppy Gilbert que se revela como una actriz interesante a la que hay que seguirle la pista.
Al igual que ocurría con No hables con extraños, del mismo equipo creativo, la puesta en escena está determinada por la intrincada trama que va y viene en el tiempo –algunos de los flashbacks exigen un rejuvenecimiento no demasiado sutil de los actores- y sus transiciones recuerdan la gramática televisiva de antaño: planos de mediación con paisajes, tomas circulares en los reencuentros amorosos, música insistente para no desviar las emociones. Pero el eje siempre está puesto en las preguntas que se hace una y otra vez el espectador y las hipótesis que aventura, confirma o desestima. ¿Hay un asesino serial tras las desapariciones? ¿Steve Green sigue vivo? ¿Qué oculta Ray en su memoria? La reinvención del espacio literario, con la enorme noria sobre la costa y la antigua estatua en las puertas del bosque, permite transformar los entornos citadinos de Coben en ese paisaje inglés a orillas del mar, signado por un trágico carnaval que ocurre una vez al año para dejar su saldo de víctimas.
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