Netflix: Mesías, un inquietante thriller sobre la conflagración entre fe y política
Mesías (Messiah, Estados Unidos, 2020). Creador: Michael Petroni. Elenco: Michelle Monaghan, Mehdi Dehbi, John Ortiz, Tomer Sisley, Melinda Page Hamilton, Stefania LaVie Owen, Sayyid El Alami, Jane Adams. Disponible en: Netflix. Nuestra opinión: muy buena.
Luis Buñuel –aquel de "Gracias a Dios sigo siendo ateo"- decía que si en el presente Jesús reapareciera en la Tierra correría la misma suerte que la primera vez. Y no en vano resulta apropiada la mención del director español a propósito de Mesías porque la serie estrenada en estos días tiene algo de su emblemática Nazarín (1959). Allí, el padre Nazario tomaba literalmente las enseñanzas de la Biblia para llevar la paz al mundo sin nunca distinguir entre apariencia y ser, entre símbolo y realidad. Por supuesto, fracasaba; cuanto más intentaba acercarse a sus fieles, más se alejaba de ellos. Nazario no veía el mundo como era, sino como debía ser. Aquí, el misterioso Al-Masih (Mehdi Dehbi) aparece en Siria como la voz de resistencia frente al ISIS, la guía del pueblo musulmán hacia las fronteras de Israel en virtud de la unidad ancestral, el enviado para la salvación de una pequeña parroquia de Texas ¿Cuál es de todas las creencias que despierta? ¿Un fanático, un impostor, un verdadero mensajero de Dios?
La idea detrás de Mesías consiste en sostener esa duda como vínculo con el espectador. Para ello, hay tres personajes que entran en relación con el profeta: Eva Geller (Michelle Monaghan), agente de la CIA devota hasta la entrega absoluta en la lucha contra el terrorismo; Aviram Daham (Tomer Sisley), un oficial del servicio secreto israelí experto en interrogatorios y en plena crisis con su esposa; y Félix (John Ortiz), párroco de un pequeño pueblo texano agobiado por problemas económicos y una crisis de fe. A medida que Al-Masih ingresa en la vida de ellos, despierta las mismas tensiones de las que se hace eco el mundo, tanto sobre el enigma de su sabiduría y los motivos de su aparición, como de lo que implica en el presente global una figura semejante.
Creada por Michael Petroni, la serie recupera la estela de Homeland, con sus recorridos geográficos y su sequedad en el tono, y lo hace sobre todo en el retrato de Eva, obsesionada con su trabajo, inmersa en un mundo en el que –al igual que en Nazarín– el miedo a la apariencia no ha dejado realidad posible (es clave la escena en la que confirma su creencia de que no hay matices en la verdad). Pese a que en momentos el relato fracasa en equilibrar todos los frentes que abre –los refugiados que esperan en las puertas de Israel, los efectos devastadores de un repentino tornado–, consigue mantener ese estado de inquietud que representa la aparición de alguien que nunca parece encajar ni en el horror ni en la grandeza que se esperan de él.
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