Netflix: entre el miedo y la tragedia, Better Call Saul volvió más fuerte que nunca
Una de las novedades más importantes en arribar a Netflix en agosto es Better Call Saul . La precuela de Breaking Bad centrada en el personaje de Saul Goodman/Jimmy McGill (Bob Odenkirk) estrenó el primer episodio de su cuarta temporada, apropiadamente titulado "Smoke" ("Humo"), y lo hizo con la inteligencia que caracteriza a los showrunners del drama, Vince Gilligan y Peter Gould. ¡Atención: esta nota tiene spoilers!
*Gene Takavic y el indisoluble lazo con Breaking Bad
Con el paso de las temporadas, resulta inevitable que en Better Call Saul nos vayamos aproximando al universo Breaking Bad, sobre todo cuando la conversión de Jimmy a Saul se vuelve inminente. Sin embargo, es en el ya clásico preludio en blanco y negro del drama - ese presente que solo podemos vislumbrar por unos minutos - donde late más fuerte la impronta de su serie madre. En "Smoke", Gene Takavic, el alias elegido por Goodman para su vida de incógnito, advertimos que el desmayo que había sufrido en la tercera temporada no fue más que un susto, un posible pico de estrés. Su internación es el puntapié elegido por Gould - quien escribe este primer capítulo - para abordar todas las aristas de la cotidianidad de Saul post-Walter White. Así, lo vemos padecer el estar rodeado de policías, el tener que mencionar su número de seguro y el subirse a un taxi cuyo conductor lo contempla de manera ominosa mientras el aromatizante de su auto es del equipo de béisbol Albuquerque Isotopes.
¿Ese taxista es alguien que conoce a Saul o el miedo a ser observado es parte de la paranoia del protagonista? La respuesta tardará en llegar - posiblemente en la primera secuencia de la confirmada quinta temporada, dado que la serie no abusa de los flashforwards -, pero quizá la resolución del enigma sea lo de menos. En Better Call Saul lo que prevalece es la construcción de climas, y con ese instante de fragilidad de Gene (perfectamente musicalizado con "We Three (My Echo, My Shadow, and Me)") empezamos a interiorizarnos en cómo convive diariamente con las consecuencias de sus actos - con esa sombra a la que alude la canción -, lo que se dice el verdadero leitmotiv de Better Call Saul.
*La ausencia de Chuck saca lo peor de Jimmy
Era uno de los momentos más esperados de la serie: la reacción de Jimmy ante la muerte de Chuck (Michael McKean). El registro de su respuesta a la tragedia va mutando en cuestión de días. En primera instancia, estamos ante a un hombre quebrado que se pregunta cómo pudo su hermano haber sufrido una recaída. En segunda instancia, Jimmy permanece igual de abatido pero ya sin decir palabra, con la compañía de Kim (Rhea Seehorn), y sin necesidad de comunicarse por fuera de un protocolar "gracias" en el velatorio. Por último, Jimmy se entera a través de un desolado Howard Hamlin (Patrick Fabian, perfecto en su personaje de múltiples caras) que el punto de inflexión en la sanidad de Chuck fue una denuncia anónima que se hizo a la compañía de seguros, que lo convertía en un empleado negligente y que eventualmente precipitó su salida de Hamlin, Hamlin & McGill.
En ese instante, así como se transformaba el rostro de Walter al ver morir a Jane Margolis (Krysten Ritter), lo mismo sucede con el de Jimmy, quien encuentra la peor respuesta a su interrogante primigenio. Fue su visita a la aseguradora uno de los factores en el malestar de su hermano, si bien la misma estuvo motivada por una de las tantas artimañas de Chuck que él sufrió en carne propia. Lejos de exponer su conflicto interno, Jimmy deja que Howard cargue con la culpa y le espeta la mejor frase del episodio: "Creo que esa será la cruz que tendrás que cargar". A los segundos se para, se hace un café y alimenta a su pez, repitiendo el mismo ciclo del comienzo del capítulo, cuando todavía no estaba al tanto de la muerte de su hermano. La mirada inquisidora de Kim lo dice todo: ¿quién es este hombre? Ese hombre, claro, es Saul.
*Mike y el ingreso a un nuevo mundo
En su poderosa vuelta a la TV, Better Call Saul también halló espacio para los personajes de Mike Ehrmantraut (Jonathan Banks) y de Nacho Varga (Michael Mando). El primero termina de despedirse de su trabajo regular e ingresa oficialmente al mundo criminal como "consultor de seguridad" en Madrigal, a pedido de una cara conocida de Breaking Bad, Lydia Rodarte-Quayle (Laura Fraser). Si bien no hay nada particularmente revelador en esta narrativa, Gilligan y Gould vuelven a regalarnos una de sus clásicas secuencias de lujo, en este caso dirigida por Minkie Spiro. El desconcierto de ver a un hombre que desde cierta distancia se asemeja mucho a Walter White precede a otra gran escena. Mike ingresa a la oficina de Madrigal con el carnet de ese mismo individuo y se mueve como pez en el agua en un lugar donde nunca trabajó en su vida. El plan a largo plazo de Mike con Lydia (y por extensión con Gus Fring, con quien ya tuvo contacto) aquí puede ser observado desde sus orígenes, cuando la modalidad era otra pero el objetivo se encontraba inamovible: Mike solo busca asegurarle un futuro a su nieta Kaylee (Abigail Zoe Lewis).
Por su parte, Nacho le ocasiona el derrame cerebral a Hector Salamanca (Mark Margolis) y logra deshacerse de las pastillas que fueron eje de secuencias tensas de la temporada previa, pero es observado atentamente por Gus, para quien nada pasa inadvertido y quien, tan impertérrito como siempre, lanza otra de las grandes frases de "Smoke": "Alguien se moverá contra los Salamanca... lo que trae la guerra, lo que trae el caos, lo que trae la DEA". Así, las cartas están echadas y una aparición de Hank Schrader (Dean Norris) ya no resulta tan descabellada en esta brillante vuelta de una serie cuya calidad permanece intacta.
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