Netflix: en la inquietante Archivo 81, el horror se encarna en viejos VHS y un edificio perdido
Un detective amateur obsesionado con formatos analógicos debe resolver el enigma de un incendio trágico a partir de las cintas de una estudiante, mientras lidia con todo tipo de obstáculos sobrenaturales
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Archivo 81 (Archive 81, Estados Unidos/2022). Creadora: Rebecca Sonnenshine. Elenco: Mamoudou Athie, Dina Shihabi, Evan Jonigkeit, Ariana Neal, Martin Donovan, Julia Chan, Matt McGorry. Disponible en: Netflix. Nuestra opinión: muy buena.
A Dan (Mamoudou Athie) le fascinan los tesoros escondidos. No los tesoros que perseguían los piratas, cofres llenos de oro y joyas, sino las imágenes que permanecen ocultas en viejas cintas de casete y en VHS. Y como todo aficionado al material encontrado, lo deslumbran las sorpresas, los hallazgos imprevistos, los desafíos. Dan trabaja como restaurador en el Museo de la Imagen en Movimiento de Nueva York y de camino a su casa compra a ciegas algunos VHS a un simpático vendedor que lo desafía en el parque, como parte de un ritual de guiños y complicidades. Pero un día, cuando llega al museo, su jefa le entrega un material confidencial que debe restaurar sin hacer preguntas ni confiar a ningún conocido. Se trata de una grabación realizada en 1994 en el edificio Visser, destruido por un incendio. Quien registró el material es Melody Pendras (Dina Shihabi), una estudiante que realizaba su tesis sobre los misteriosos sucesos de esa construcción con demasiada historia.
Creada por Rebecca Sonnenshine (productora de The Boys) y producida por James Wan, la serie se estructura como un sistema de cajas chinas en el que cada pieza da lugar a una cadena que se encuentra oculta. Luego del hallazgo, Dan recibe la propuesta de un millonario (Martin Donovan), dueño de la misteriosa corporación LMG, quien le ofrece un dineral por restaurar todo el material recuperado de aquel trágico incendio que dejó 13 desaparecidos. Si bien la oferta monetaria es tentadora, lo que decide a Dan es la inesperada conexión de aquel suceso con su propia historia: la muerte de su familia en un incendio. Por ello se recluye en una casa de campo en Catskills, sin Internet y con comunicaciones intermitentes con el exterior, para sumergirse en las grabaciones de Melody Pendras, cuya tesis cobra la plástica forma de las imágenes más espeluznantes.
El gran logro de Archivo 81 es conectar esos dos universos, el presente y el año del incendio, no a través de los recursos tradicionales del true crime y el podcast, referencias que funcionan como punto de partida narrativo –la serie está basada en un podcast y el interés por llegar a la verdad de un hecho del pasado recuperando sus remanentes es la clave del true crime-, sino en una atmósfera ominosa que enlaza ambos tiempos, desplazando a Dan de la posición del observador a la del observado, tentando los límites entre la verdad del registro y la fuerza de la sugestión.
En las cintas de la misteriosa Pendras, el Visser se convierte en un espacio mental, al estilo del hotel de El resplandor de Stephen King, en el que aparecen compositoras de ópera mortuorias, adolescentes como poderes de precognición y fantasmas que absorben el propio pasado de Dan. Ese desconcierto que Wan ha sabido trabajar en su obra satánica aquí se desliza hacia un territorio en el que los poderes más allá de lo visible, sean sobrenaturales o maquiavélicamente humanos, arropan un estado de inquietud progresivo para el espectador, en el que su propia curiosidad se hace tan tentadora como peligrosa.
La dirección, sobre todo de aquellos episodios a cargo de Rebecca Thomas (Limetown), enfatiza el peso del espacio sobre los personajes, cada vez más atrapados en sus redes. La casona de las Catskills, con sus amplios exteriores, sus ruidos persistentes y los largos pasillos que dibujan un cerrado laberinto interior, envuelve a Dan en cada una de sus búsquedas, como una réplica de sus sueños salidos de las imágenes grabadas, y edifica ese presente como clara proyección de su atribulado interior. Las referencias a la trilogía del departamento de Polanski –Repulsión, El bebé de Rosemary, El inquilino- se amplían al conjugar la paranoia de la vigilancia con los nuevos entramados tecnológicos, que recrean hoy lo que ya estaba proyectado en el pasado. Esa desconfianza de lo visible que también define al mundo de Wan, en la que el horror convive con lo familiar, acá se actualiza en una utilización inteligente de ese material registrado: la atracción que supone para Dan el mundo grabado por Pendras es lo que le permite descubrir si es un peón en el tablero de un gran demiurgo o si puede, en definitiva, subvertir esas reglas.
La serie también apela al modelo de detective amateur en el que se han convertido muchos espectadores, seducidos por un misterio que exige una permanente tarea de desciframiento. En ese juego, el desafío siempre llega a la hora de dar respuestas a las infinitas preguntas que se fueron sembrando. Y en ese gesto, Archivo 81 puede expulsar a algunos fans que queden desilusionados. Pero, en definitiva, esas son las reglas del juego.
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