Netflix: en el thriller La madre, Jennifer Lopez brilla en modo asesina y sobreviviente
JLo es muy creíble como la madre del título, atípica si las hay: experta tiradora, formada militarmente en Afganistán y enredada con dos hombres que años más tarde vuelven para perseguir a ella y a su hija en esta efectiva película
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La madre (The Mother, Estados Unidos/2023). Dirección: Nikki Caro. Guion: Andre Berloff, Peter Craig, Misha Green. Fotografía: Ben Seresin. Edición: David Coulson. Elenco: Jennifer López, Joseph Fiennes, Gael García Bernal, Omari Hardwick, Paul Raci, Lucy Paez. Duración: 115 minutos. Disponible en: Netflix. Nuestra opinión: buena.
Uno de los grandes momentos en la carrera de Jennifer Lopez ocurrió hace no tanto tiempo. Estafadoras de Wall Street (2019), dirigida por Lorene Scafaria, supo capitalizar el carisma de estrella de Lopez arriba y abajo del escenario, en los bailes alrededor del caño y en las estafas a los agentes de bolsa, acumulando en esas aristas de su carácter y en la fuerza de su presencia el mejor empuje para el vértigo de aquella historia. No era una película pensada alrededor de ella pero sí dependiente de su innegable carisma y su genuino talento. Los que siguieron fueron vehículos más previsibles: la tradicional alternancia de su carrera entre la comedia romántica como Cásate conmigo o Bodas de plomo, ambas de 2022, y el relato de acción, donde se encuadra La madre, el nuevo estreno de Netflix.
JLo es la madre del título, atípica si las hay: experta tiradora, formada militarmente en Afganistán y enredada con dos hombres que la han tenido como amante y socia en sus negocios: Adrian Lowell (Joseph Fiennes), un exmilitar, y Héctor Álvarez (Gael García Bernal), un narco cubano, ambos dedicados al tráfico de armas a través de todas las fronteras posibles. Embarazada y convertida en informante del FBI en una secreta casa en Indiana, “La madre” (sin nombre propio) es presionada por los agentes para obtener información precisa de las actividades delictivas de aquellos hombres tan buscados. Pero el lugar no es seguro, y la anunciada aparición de Lowell culmina con un ataque brutal y la obligada fuga para sobrevivir. Lo que queda detrás es su hija y una promesa: recibir información en cada cumpleaños y un pedido de ayuda cuando sus viejos enemigos clamen por venganza.
Lo que sigue es el refugio durante doce años en la bahía de Tlingit en Alaska y la espera de un alerta que, como sabemos, llegará tarde o temprano. La película se sitúa durante varias escenas en aquella tierra nevada, espacio inmenso y helado, plagado de peligros y desafíos. Un poco sobre el espejo de Hanna (2011), la película de Joe Wright que también dio origen a una serie, La madre construye primero un itinerario de supervivencia solitaria, que delinea el carácter ermitaño del personaje, sus dotes poco maternales y su estricta devoción a la superación sin paternalismos, y luego el dilatado vínculo entre madre e hija bajo el rigor y la disciplina, con la conciencia de que lo que importa, en definitiva, es seguir vivas, aunque no sea juntas. No hay nada novedoso en la fórmula pero JLo funciona con solvencia y jerarquía en las escenas de acción, modelando su coraza de mujer fuerte en su propia experiencia antes que en los dictados del guion.
El resto de la historia transcurre entre persecuciones por la ciudad de Cincinnati, donde ahora reside su hija, bautizada Zoe (Lucy Paez), con nuevos padres y vida tranquila; excursiones a una mansión en La Habana convertida en un búnker medieval, que conjuga la estética del templo pagano con el retrato miserabilista de los suburbios latinoamericanos que imagina Hollywood, y algunos aires de road movie, con sus paradas en los diners y sus planos de seguimiento que nos interrogan dónde queda el posible destino.
La aparición fantasmal de Gael García Bernal entre velas y ametralladoras apenas vislumbra un enemigo vital, sino un espectro que reclama por la traición y espera alguna declaración de paternidad. Mientras tanto Joseph Fiennes merece más minutos en escena y quizás una mejor caracterización, esquivando los clisés regionales y los diálogos pomposos.
“No comiste nada en tu vida que no implicara violencia” resulta la frase más sabia que puede regalarle la madre a la hija, en una obligada espera antes de la inevitable llegada de sus enemigos. Quizás el diálogo habría preservado la crudeza sin tantas explicaciones posteriores sobre la proveniencia del tofu o la guerra civil por las castañas, pero bien vale el intento. Esa dinámica áspera y abrasiva que condensa la distancia y el tiempo que las separa, la urgencia por salvarse a toda costa y la violencia como un marco constante aún en tan inhóspitos paisajes, es la que permite vestir a la acción de cierta humanidad.
JLo asume su rol con convicción, aun sabiendo que la película es un nuevo vehículo para hacer rendir su chapa de estrella en un Hollywood que ya no valida esas credenciales. El mérito consiste en brindar dos horas de entretenimiento, un par de escenas de persecuciones, un raid de supervivencia y un mundo humano que lo sostenga, sin demasiada jactancia pero con la entrega que supone cumplir esa mínima promesa.
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