Nelson Valente, un director y dramaturgo con cuatro obras en cartel
Es una figura relevante dentro del circuito teatral de los últimos años tanto en Buenos Aires como en España, y llevó a escena Díganlo con mímica, El loco y la camisa, Jauría y Sólo llamé para decirte que te amo
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Nelson Valente tiene cuatro obras en cartel en Buenos Aires –Díganlo con mímica, Solo llamé para decirte que te amo, Jauría y El loco y la camisa, que lleva doce años consecutivos en cartel–, además, su obra Los perros, está de gira por España. Ahora está en España con la gira de Solo llamé para decirte que te amo. Es decir, un artista inquieto y prolífico.
“Díganlo con mímica es un texto mío que presenté en el Concurso Contar en la era prepandémica. El texto quedó seleccionado. Es una comedia que escribí pensando en el circuito comercial, con sus propias características pero sin abandonar los temas que me interesan y de los que hablo en cada una de mis obras: la imposibilidad de vivir diciendo la verdad, las relaciones de pareja, las micro violencias cotidianas. En este caso, es la primera vez que salgo de la familia, porque se trata de tres parejas de amigos que se juntan los sábados a jugar en la casa de una de ellas, la que conforman Jorge Belloso y Andrea Politti. Hay una frase de Platón que me gusta mucho y es que se puede conocer mucho más a una persona en una hora de juego que en un año de conversación”, cuenta Valente. “Hay que estar lo más flexibles posible. Yo estuve absolutamente encerrado entre marzo y agosto de 2020. La primera vez que salí fue para tomarme un Uber, irme a Ezeiza y de ahí a España a montar una obra. Un poco extremista lo mío. Volví para noviembre cuando se estaba abriendo todo. Y estrené Jauría pero Díganlo con mímica había quedado pendiente. Me volví un flexible empírico”.
En la mencionada comedia todo se desencadena por una frase, sencilla, cotidiana, una mentira blanca, piadosa que dice uno de los personajes para excusarse e irse de la casa de los amigos. “Desde el principio, aparece la idea de que no es lo mismo lo que decimos que lo que pensamos y mucho menos cuando viene un otro, el tema de la hipocresía que siempre está presente en mis obras, acá es fundamental”, explica Valente.
La idea de conflicto dramatúrgico, un enfrentamiento capaz de producir un equilibrio, un desequilibrio y un nuevo equilibrio, aquí se siente muy concreta. El tema es que ese nuevo equilibrio, el que viene después del vendaval de verdades, es difícil de sostener luego de todo lo que se dijo. “Todo regresa a una supuesta normalidad y vuelven a jugar, se prometen quererse para siempre. Y Belloso tiene un brote psicótico. Este actor es lo mejor que me pasó en la vida. Nunca habíamos trabajado juntos”, cuenta Valente con una sonrisa de oreja a oreja porque disfruta de los procesos de ensayos.
El director y autor de El loco y la camisa, surgida en su Banfield Ensamble es autobiográfica. El “loco” es él, y aunque asegura que su madre está curada de espanto, se acuerda del día del estreno, allá por 2009. En el departamento que estaba arriba del Banfield Ensamble y donde hicieron los primeros dos años de funciones, su madre se quedó congelada mirando la obra y casi sin querer salir. Pero salió. Y todo se recuperó.
“Mi papá tenía varias facetas. Por un lado era un tano atrasado y por otro un pintor de cuadros finísimo, muy loco y volado. Mi papá era decorador de boliches bailables y tenía una locura con la mitología escandinava, con los vikingos. Decoraba clubes como castillos, con armaduras, piedras falsas, cabezas de dragones”.
La actividad teatral de Valente puede dividirse en dos. Aquellas obras que son de su autoría y que sigue modificando a pesar de que estén hace años en cartel y las que son de otros autores. En esos casos aprovecha para indagar e investigar en otros temas. Ahora es el turno de Jauría, la obra de teatro documental del catalán Jordi Casanovas que se puede ver los domingos en el Picadero con Vanesa González, Martín Slipak, Gustavo Pardi, Gastón Cocchiarale, Lucas Crespi y Julián Ponce Campos. El texto fue extraído íntegramente a partir de las transcripciones del juicio a los cinco integrantes de “La manada”, un grupo de cinco amigos que violaron a una joven en 2016 en medio de la fiesta de San Fermín, en el centro de Pamplona. “Trabajé mucho pensando en no pasarme de rosca, en que el material no sea maniqueo, porque es teatro documental y tiene algunas características paradigmáticas que son muy interesantes de trabajar: la víctima no es la víctima que uno imagina, lo mismo sucede con los victimarios que son chicos comunes. La chica no exagera nada, incluso dice que no sintió dolor. Tuve un cuidado de cirujano. Es una pieza de laboratorio. Es un espectáculo tan fuerte que, cuando termina, el público no sabe si aplaudir o qué. Es muy cuestionador, replantea las propias masculinidades y cómo las ejercemos. Con mucho cuidado no quería hacer el trabajo de los espectadores. Había visto la puesta española y me parecía que la actriz estaba demasiado angustiada en el relato; no quería victimizar a una víctima en el escenario. No quería subrayarlo.
Pero Nelson Valente es una caja de sorpresas y además de todas estas actividades –el teléfono no para de sonarle, tiene muchos grupos de WhatsApp que reclaman sus opiniones, el día se vuelve un cúmulo de decisiones que toma segundo a segundo– también trabaja, desde hace seis años, en un hospital psiquiátrico, el Esteves, en el sur del conurbano bonaerense. “En el hospital hay 900 internas. Voy cada quince días desde hace seis años. Siempre me interesó el tema de la locura. Hay algo que veo en ella de creatividad, de dolor, de verdad, de teatro, de intensidad en la vida. Son los marginados de los marginados. La locura la corremos porque no la queremos ver, encerramos gente. Es muy fuerte que siga pasando, que sigan existiendo esos lugares. Son 17 hectáreas, es prácticamente una ciudad”.
Entre los próximos planes de Valente está hacer Los perros en Buenos Aires aunque todavía no tiene el elenco. El argumento gira en torno al 40° cumpleaños de una mujer que, camino a su casa, un hombre en situación de calle le dice al oído que su vida es un desperdicio. Mientras tanto, el marido y los suegros la esperan con una fiesta sorpresa de cumpleaños. “Ella sólo plantea amablemente la duda sobre si este hombre tendrá razón y los que explotan son los otros”.
Está claro que para Valente la idea de la institución familiar es una especie de tortura. “Es mi objeto de estudio diario, me encanta ver familias, observar las mesas, cómo se establecen las relaciones. Y llevar eso al escenario. Para mí es muy importante ver a la gente sentir, no tengo mucho reparo ahí. Si se ríen o lloran me da lo mismo, quiere decir que hicieron catarsis y está buenísimo. Creo que vamos a descubrir dentro de muchos años que este tiempo pandémico también fue muy terrible por la falta de catarsis”.
Para agendar
Díganlo con mímica
De miércoles a domingos, en el Multiteatro Comafi, Corrientes 1283.
El loco y la camisa
Lunes, a las 20, en El Picadero, Pasaje Enrique Santos Discépolo 1857.
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