“No soy rapera. Mi manera de concebir el hip hop se nutre de las cosas que pasé, como los lugares en los que viví”, dice la argentina radicada en España
“No sé si yo estoy haciendo música urbana/Lo único que sé es que me escucha tu pana”, rapea Nathy Peluso sobre el beat con bronces y adornos flamencos de “La sandunguera”, su nuevo hit de YouTube que superó el millón de visitas. Lo dice con la seguridad de haber impactado entre el público internacional del trap en español haciendo algo que tiene puntos de contacto con esa escena en la que, a la vez, no encaja del todo. “Éste es mi jazz latino”, canta en la misma canción como una Amy Winehouse caribeña, complicando todavía más las clasificaciones. “Es que no soy una rapera, ¿me entendés?”, dice por teléfono desde Madrid esta argentina radicada en España, y reflota su acento porteño. “Yo soy una músico, mi manera de concebir el hip hop está nutrida de muchas cosas que pasé, como de los lugares en los que viví.”
En 2004, Natalia tenía más o menos 10 años cuando su familia dejó Argentina y se fue a Madrid. Se había criado escuchando los discos de Fito, Spinetta y Sui Generis de la colección de su padre, y cuando en la adolescencia se acercó al mundo de la danza y el teatro desarrolló técnica como cantante y pisada escénica. También amplió su gusto al hip hop (Notorious BIG, Lauryn Hill) y al jazz: trabajó de camarera y saltó al micrófono cantando standars en restaurantes y hoteles. “Me pasaba hasta cinco horas seguidas, como una esclava”, recuerda. Basta meterse en la madriguera del conejo de YouTube para ver sus covers de Ella Fitzgerald, Patsy Cline y Ray Charles de hace un par de años, o con un look hippie, con el pelo largo, haciendo “Pétalo de sal”, un poco más atrás. “Llevo muchísimo tiempo trabajando. Hice reggae, pasé por algo medio pop, tuve una época de cantautora de guitarra. En todo eso fui descubriéndome. Mi flow, mi rítmica y mis letras vienen de un camino muy artesano.”
Todas las transformaciones en el pasaje de Natalia a Nathy se sintetizan en su vocabulario y delivery: entra y sale del yeísmo y mezcla slang europeo con el lunfardo. “Tengo amigos argentinos acá y tenemos nuestro microclima: nos juntamos a comer milanesas, a tomar mate. Siento que mi manera de observar el mundo es argentina y me encanta la sonoridad del argentino”, dice. “Pero no soy nostálgica, soy nómade. Tuve que moverme mucho y me siento bien en España, en Londres, en México. No siento que me esté desprendiendo de mi raíz.”
El año pasado Nathy editó Esmeralda, su primer EP, con siete canciones. Desde entonces tuvo cientos de miles de views. “¿Acaso no te comí a besos? ¿Acaso no te llené el vaso? ¿Acaso no deberías perder el miedo a vos mismo para evitar el fracaso?”, pregunta filosa en “Corashe”, otro hit de YouTube en el que les dispara a los hombres incómodos con las mujeres fuertes.
En vivo, puede verse como una Fran Drescher en bikini, pollera, tacos y un tocado de flores, o una diva del R&B con crop tops deportivos, cornrows y tapado de piel, dependiendo de su mood.
Una semana después de esta entrevista, Nathy volvería a Argentina por primera vez en casi 10 años, para presentarse en Buenos Aires (finalmente, su show en Lollapalooza fue cancelado), Rosario y Córdoba. “Estoy muy ansiosa por ese público. En Europa, son otro tipo de conciertos. Me emociona saber que me están esperando”, dice. Este mes editará otro EP, La sandunguera, que tendrá seis canciones. “Para mí tiene la historia, los climas y el mensaje de un LP. Pero quiero sacar un disco de 15 canciones, con todo. Con una banda, con sonido orgánico. En el fondo, quiero hacerlo a lo clásico.”
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